Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Miércoles después de Epifanía,
o Día 9 de Enero
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros
* Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra. * Lo vieron andar
sobre el lago
Textos para este día:
1 Juan 4,11-18:
Queridos hermanos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos
amarnos unos a otros. A Dios nadie lo ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros,
Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud. En
esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros: en que nos ha dado de
su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió a su
Hijo para ser Salvador del mundo. Quien confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios
permanece en él, y él en Dios. Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos
tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y quien permanece en el amor
permanece en Dios, y Dios en él. En esto ha llegado el amor a su plenitud con
nosotros: en que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así
somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor, sino que el amor
perfecto expulsa el temor, porque el temor mira el castigo; quien teme no ha
llegado a la plenitud en el amor.
Salmo 71:
Dios mío, confía tu juicio al rey, / tu justicia al hijo de reyes, / para que rija a tu
pueblo con justicia, / a tus humildes con rectitud. R.
Que los reyes de Tarsis y de las islas / le paguen tributo. / Que los reyes de Saba y
de Arabia / le ofrezcan sus dones; / que se postren ante él todos los reyes, / y que
todos los pueblos le sirvan. R.
Él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía protector; / él se apiadará
del pobre y del indigente, / y salvará la vida de los pobres. R.
 
Marcos 6,45-52:
Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús en seguida apremió a los
discípulos a que subieran a la barca y se le adelantaran hacia la orilla de Betsaida,
mientras él despedía a la gente. Y después de despedirse de ellos, se retiró al
monte a orar.
Llegada la noche, la barca estaba en mitad del lago, y Jesús, solo, en tierra. Viendo
el trabajo con que remaban, porque tenían viento contrario, a eso de la madrugada,
va hacia ellos andando sobre el lago, e hizo ademán de pasar de largo. Ellos,
viéndolo andar sobre el lago, pensaron que era un fantasma y dieron un grito,
porque al verlo se habían sobresaltado. Pero él les dirige en seguida la palabra y les
dice: "Ánimo, soy yo, no tengáis miedo." Entró en la barca con ellos, y amainó el
viento. Ellos estaban en el colmo del estupor, pues no habían comprendido lo de los
panes, porque eran torpes para entender.
Homilía
Temas de las lecturas: Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros
* Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra. * Lo vieron andar
sobre el lago
1. El amor perfecto expulsa el temor
1.1 El amor hace visible a Dios, pues "a Dios nadie lo ha visto nunca; si nosotros
nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros". Sucede así porque el
amor hizo visible a Dios, según las palabras del arcángel a la Santa Virgen: "el
Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc
1,35). La carne de Jesús es la manifestación visible, el punto hacia donde nuestros
ojos pueden dirigirse cuando quieren saber qué significa "amor".
1.2 Ahora es nuestra carne, es nuestra conducta, nuestro modo de ser en este
mundo, quien irradia el misterio divino. Hemos recibido la vida "que se ha
manifestado" (1 Jn 1,2) y por eso manifestamos esa vida como la manifestó Jesús,
en el amor de unos por otros. Es el fruto natural de aquello que hemos recibido
creyendo en al Autor de la vida. De esta manera, la fe se vuelve amor; la escucha a
la Palabra se vuelve obediencia a sus mandamientos; la profesión de la fe se vuelve
un modo de ser y vivir.
1.3 Es lógico entonces afirmar que quien permanece en este amor que brota de la
revelación divina lleva a Dios en sí, y quien le tiene no le teme. No tememos la
llegada porque ya nos gozamos en la presencia. Y sin embargo, es más lo que
esperamos que lo que tenemos. Esperamos el día del juicio, pero ese juicio no
cambia sino que perfecciona lo que ya sido juzgado y expulsado de nosotros, es
decir, el pecado y al autor del pecado. No tememos porque ya hemos pasado por
ese juicio y ese juicio fue libertad para nosotros y castigo para la maldad que nos
hacía daño.
2. Las otras epifanías
2.1 Estos días posteriores a la solemnidad de la Epifanía tienen sus ecos, y esto se
ve particularmente en los textos evangélicos que la Iglesia nos regala para la Santa
Misa.
2.2 Hay en esta escogencia un hecho muy bello. Si recordamos, las lecturas del
adviento nos hablaban precisamente de cómo habrían de manifestarse la fidelidad y
la misericordia de Dios en el Mesías. Lo que estamos leyendo es el cumplimiento de
esas promesas. De ese modo, cabe decir que la epifanía es la sobreabundante
respuesta al adviento.
2.3 Ayer escuchábamos el relato de la multiplicación de los panes. Una epifanía
maravillosa de la bondad de Dios pero también un mensaje claro sobre su
majestad, que no tiene fronteras. Hoy, de algún modo, el milagro se prolonga.
Cristo se acerca a la barca caminando sobre el agua. Apenas podemos imaginarnos
lo que esto significaba para aquellos galileos, herederos del pavor judío hacia las
masas de agua. El pánico les hace gritar como niños aterrados, y es necesaria la
voz de Jesús para que recobren la calma, no sin dejar de notar que el viaje se ha
acortado misteriosamente.
2.4 Estamos, pues, ante una espectacular epifanía digna de una película de ficción.
Mas ya sabemos que a Jesús no le interesa la ostentación; no es ése su móvil
entonces cuando se acerca a ellos de un modo tan particular. Yo aventuro una
hipótesis.
2.5 Cristo quería llevarlos a las tierras de sus miedos. También el miedo necesita
ser evangelizado. El terror reporta poder sobre la raza humana y es capaz de
adueñarse de nuestras decisiones y preferencias. Cristo se hace presente en ese
"mar" de nuestros terrores más profundos para "exorcizar" de nosotros la fuerza
que la oscuridad, la ignorancia y las tradiciones populares han alcanzado. Él es el
Señor, y su señorío no puede ni debe entenderse por el viento, el mar, los
recuerdos o las historias que van de boca en boca. Sólo es el Rey. Sólo Él.
Fr. Nelson Medina, O.P.