Ferias del Tiempo de Navidad
9 de Enero
Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y Jesús viene a
nuestra vida, como luz en la oscuridad
“Después que se saciaron los cinco mil hombres, Jesús enseguida
dio prisa a sus discípulos para subir a la barca e ir por delante hacia
Betsaida, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirse de
ellos, se fue al monte a orar. Al atardecer, estaba la barca en medio
del mar y Él, solo, en tierra.
Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era
contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos
caminando sobre el mar y quería pasarles de largo. Pero ellos
viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma y se
pusieron a gritar, pues todos le habían visto y estaban turbados.
Pero Él, al instante, les habló, diciéndoles: «¡Ánimo!, que soy yo, no
temáis!». Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento,
y quedaron en su interior completamente estupefactos, pues no
habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba
embotada ” (Marcos 6,45-52).
1. Jesús, te veo en esa tensión amorosa entre estar a solas con tu
Padre, y la de atender las necesidades de los demás, unes en armonía
perfecta oración y acción, como a mí me gustaría. Después de despedir a
los Apóstoles y a la gente, te retiras solo, a rezar. Señor, te pido que mi
“yo” se encuentre cada día con ese “Tú” que es rico y lleno de amor.
Orígenes nos dice que «reza sin parar aquel que une la oración a las obras y
las obras a la oración. Sólo así podemos considerar realizable el principio de
rezar sin parar». Te pido, Señor, dirigir todo a tu gloria, tanto la oración
como la acción, en sosiego de espíritu; entender que la oración es el
respirar del amor.
Ante ti, Señor, quiero ofrecerte mis dones como los magos: oro de mi
corazón encendido de amor, incienso de mi oración, y mirra de mi sacrificio
sobre todo en el servicio a los demás. Quisiera ver cómo has encendido en
mi alma una estrella, la gran luz de la vocación. Así, ante la oscuridad
cuando desaparece la estrella no me hundiré ni volveré atrás, como los
magos que tienen paciencia y preguntan a los entendidos... todo ello nos
indica que no hay obstáculos capaz de detenerles, saben superar el
cansancio, frío, oscuridad... no se desaniman y ponen los medios a su
alcance para perseverar, para alcanzar la meta, para estar con Dios. Como
nosotros... la vocación es una llamada divina que nos transforma, nos da
una nueva manera de ver las cosas, de vivir, de tratar a los demás... Jesús
aparece en medio de la oscuridad. Cuando más negra es la noche, amanece
Dios... La estrella de los Magos que hemos contemplado estos días es como
una imagen de la vocación, llamada divina que abarca no un aspecto u otro
sino toda la existencia, con la luz de la fe, que da un sentido divino a
nuestra vida. Hemos de corresponder fielmente al amor de Dios, viviendo
una entrega sin condiciones y haciendo mucho apostolado.
Así Jesús "comenzó a comunicar su luz y sus riquezas al mundo,
trayendo tras si con su estrella a hombres de tan lejanas tierras" (Fray Luis
de Granada). Tú eres la estrella, Jesús, que, apareciendo en la condición de
nuestra mortalidad, nos has regenerado con la nueva luz de su inmortalidad
(Pref. I Navidad). Eran hombres dedicados al estudio del cielo, en medio de
sus circunstancias, curiosamente de un trabajo poco “ortodoxo” pues iba
unido a la magia en la interpretación de los signos celestiales, ahí les busca
Dios, y mirando al cielo, acostumbrados a buscar en el, el cielo se les
revela, con estos signos: " hemos visto su estrella y venimos a buscar
al rey de los judíos ". Iluminados por una gracia interior se pusieron en
camino. La gracia se escapa a las normas, aparece “por donde Dios quiere”,
nunca mejor dicho, a veces de modo sorprendente... Dios nos acompaña
siempre, en el camino de la vida. San Bernardo nos dice "Él que los guió,
también los ha instruido y el mismo que les advirtió externamente mediante
una estréllala los ilumino en lo interior de su corazón". De los Magos
debemos de aprender, la vida es para nosotros un camino que se dirige
derechamente hacia Jesús y para que examinemos si correspondemos a las
gracias que en cada situación, recibimos del Espíritu Santo.
Los discípulos, temiendo que fuera un fantasma, se pusieron a gritar,
" porque, como dice el evangelio, su corazón estaba ofuscado ".
Vemos a los apóstoles con miedo, en la oscuridad, y la tempestad viva que
azota la débil barca. En nuestra vida también pasamos a veces por el miedo
que experimentaron aquella noche, hasta que vemos que Jesús está a
nuestro lado, y vuelve la paz y la serenidad. Y podremos oír que les dice:
« Ánimo, soy yo, no tengáis miedo ». La expresión «no tengáis miedo»,
que tantas veces aparece dirigida por Yahvé, se nos dirige hoy a todos por
Jesús. Es también una de las consignas que el papa Juan Pablo II ha ido
repitiendo cuando nos podrían agobiar las dificultades del momento
presente. La invitación a permanecer en el amor, y la seguridad de que
Cristo Jesús es el que vence a los vientos más contrarios, nos deben dar las
claves para que nuestra vida a lo largo de todo el año esté más impregnada
de confianza y alegría (J. Aldazábal).
Jesús les dijo: " Soy yo, ¡Confiad y no temáis! ". Y al subirse con
ellos al bote se apaciguó el viento y la barca corrió hacia la orilla. Nos
esforzamos a veces, en la noche de esta vida, con la práctica de ayunos y
otros ejercicios, no paramos de trabajar en nuestra conversión moral.
Sentimos miedo a veces, inseguros, y nos llevan mar adentro de los
apetitos desordenados. Ponemos en práctica todo cuanto la escuela de la
ascética y de la moral cristiana nos pueden enseñar; aplicamos el timón de
la voluntad, ora probando con maña, ora con ímpetu; usamos los remos de
un trabajo lleno de celo; desplegamos las velas del anhelo y de la añoranza
de Dios... ¡Pero no conseguimos avanzar y Jesús parece estar muy lejos de
nosotros! Sin embargo, a la cuarta vigilia de la noche, hacia la madrugada,
a la hora de celebrar la santa liturgia, Cristo se nos aparece. Y seguimos
ciegos y sin darnos cuenta de su dulce presencia. No osamos arriesgarnos a
dejar los remos y a lanzarnos al agua al encuentro de Jesús, dejando el
estrecho bote de nuestro propio ser. No osamos arriesgarnos en esta hora -
que es la hora de Cristo-, en esta hora de la presencia de Dios en el
sacrificio y de su obrar en nosotros, a entregarnos a El por completo, a
darnos a su presencia divina, que nos trae la paz y la salud eternas, según
se nos enseña al final del evangelio. Y, en cambio, dejamos que la multitud
sencilla y crédula del pueblo nos pase delante y nos lleve ventaja, movida
solamente por su fe viva y su activo amor: " cuantos le tocaban,
quedaban sanos " (Mc 6,56). Mientras que nosotros, a despecho de la
presencia del Señor, permanecemos en un desconcertante alejamiento de la
salud.
" ¡Cuán magníficas son tus obras, Señor !" (Sal 91,6). "Me has
llenado de gozo, Señor, con tus obras. ¡Estallo de entusiasmo ante
la obra de tus manos!" (Sal 91,5). Precisamente lo que nos hace falta es
este "gozarnos en el Señor", el sentirnos en paz en su presencia y el saber
contemplar con tranquilidad sus obras. Tenemos delante al Señor de la
casa, pero nosotros seguimos obrando como si no hubiese aún llegado y
continuamos preparando afanosos la casa para su venida. ¡Como si el
resplandor de su presencia no fuese mucho más potente que todo nuestro
afán de purificación! El más importante de todos los ejercicios, que es la
mortificación de la propia voluntad, nos abre al abandono en las manos de
Dios, en Jesús: " Pon en el Señor tu gozo y él te dará lo que pide tu
corazón " (Sb 36,4) (Emiliana Löhr).
-Los apóstoles “ se quedaron en extremo estupefactos, pues no
se habían dado cuenta de lo de los panes; su corazón estaba
endurecido ”. De la tempestad calmada viene la comprensión de los
misterios.
Dice uno de los “Cánticos de Salomón” (siglo II): “Ánimo, soy yo, no
tengáis miedo”: “Mi gozo es el Señor, y mi alma tiende a él. / Hermosa es la
ruta hacia el Señor, pues él me sostiene. / Se da a conocer él mismo en su
simplicidad; / su benevolencia es más grande que su majestad. Se hizo
semejante a mí para que le acoja; se hizo semejante a mí para que me
revista de él. / Su vista no me espanta, pues él es la misericordia. / él tomó
mi naturaleza para que yo le conozca, y asumió mi rostro para que no me
aparte de él. / El Padre de la sabiduría es el Hijo de la sabiduría. / El que
creó la sabiduría es más sabio que las criaturas. / El que me creó sabía
antes que yo existiese lo que haría yo una vez llamado a la existencia. / Por
esto tuvo misericordia de mí y me dio la posibilidad de dirigirme a él en la
oración y participar de su sacrificio.
Sí, Dios es incorruptible, es la plenitud de los mundos y es su Padre.
El se manifestó a los suyos para que conocieran a su hacedor, y no
pensasen que tienen en ellos mismos las raíces de su origen. El ha abierto
un camino hacia el conocimiento, ha ensanchado el conocimiento, lo ha
prolongado y conducido a su perfección. El ha marcado el conocimiento con
las huellas de su luz, desde el principio hasta el fin, porque el conocimiento
es obra suya. El se ha complacido en su Hijo. A causa de la salvación ejerce
su omnipotencia y el Altísimo será conocido por los santos. Para anunciar la
venida del Señor a los que cantan, para que salgan a su encuentro y le
alaben gozosos”.
2. El amor hace que en nuestra vida ya no exista el temor o la
desconfianza: « si Dios nos amó de esta manera, también nosotros
debemos amarnos unos a otros. Si nos amamos unos a otros, Dios
permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su
plenitud ». « Dios es amor y quien permanece en el amor permanece
en Dios y Dios en él ». Después de haber precisado cómo Dios es la fuente
del amor, Juan vuelve a la comunión que podemos tener con Dios y que son
la caridad y la confesión de la fe. Toda decisión de fe implica el amor,
puesto que obliga a una conversión que no puede ser más que don de sí.
-“ A Dios, nadie le ha visto. Pero, si nos amamos unos a otros,
Dios permanece en nosotros ”. La significación es clara: el verdadero
amor hace visible al Dios invisible. Cada vez que amo de veras, "hago
visible" a Dios. Dios está allí. Si en casa, en mi ambiente de trabajo, pongo
amor, Dios se habrá hecho visible allí. –“ Dios es amor ”. Y yo, a menudo,
soy lo contrario. Soy egoísmo. Cada uno de mis pecados es una falta de
amor. Señor, Tú que eres Amor, ven a mí. Libera toda mi potencia de amar.
-“ Quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en
él ”. «Permanecer en Dios.» «Permanecer en el amor.» Saborear esa
vivencia sería una fuente de gozo indestructible.
-“ Nuestra vida en este mundo imita lo que es Jesús. No hay
temor en el amor...” quien teme no ha llegado a la plenitud en el amor.
Jesús no tenía «miedo» de Dios, y El es nuestro modelo. Señor, quiero esa
seguridad. No quiero tener miedo de Ti ni de tu Juicio... quiero amarte y
nada más (Noel Quesson).
3. “ Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes,
para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud”.
Es el Señor quien tiene misericordia de los pobres y desvalidos. “ Que los
reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de
Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos
los reyes, y que todos los pueblos le sirvan”. El Espíritu del Señor está
sobre su Mesías al que estos días adoramos con los Magos y todos los
gentiles; y veremos ungido en el bautismo, para comenzar su obra: “ Él
librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se
apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres”.
Llucià Pou Sabaté