“Eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato”
San Marcos 6, 30-34:
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ES JESÚS, PAN DE VIDA, QUE DA LA INMORTALIDAD A QUIEN SE
ALIMENTA DE ÉL
El milagro de la multiplicación de los panes nos introduce simbólicamente en el gran
y extraordinario misterio del pan de vida. El relato es importante y todos los
evangelistas lo refieren y lo ponen en el centro de la actividad pública de Jesús. El
Maestro realiza el milagro porque tiene compasión de la multitud, pero se trata
también de un signo querido por el Cristo para revelarse a sí mismo. Estamos
frente al nuevo milagro del maná realizado por Jesús, nuevo Moisés, revelador
escatológico y mediador de los signos de Dios, en un nuevo éxodo: es el símbolo de
la eucaristía, verdadero alimento del pueblo de Dios. Se necesita comer el pan vivo
bajado del cielo para sobrevivir y entrar en comunión íntima con Jesús
Es revelación divina que el pan posee la eficacia de comunicar una vida más allá de
la muerte. Es Jesús, pan de vida, que da la inmortalidad a quien se alimenta de él,
a quien en la fe interioriza su Palabra y asimila su vida. La escucha interior de Jesús
es alimentarse con el pan celestial y saciar el hambre que todo hombre tiene en sí
mismo. Como el Padre es la fuente de la vida del Hijo, y en él toda obra de
salvación encuentra su origen en el Padre, así el que participa de la eucaristía
encuentra en Cristo la vida divina. Jesús recibe la vida del Padre y la da al creyente
no sólo en el tiempo presente, sino al final de la historia, con aquella vida eterna
que es amor, participación en el misterio pascual de Cristo, en el misterio de una
carne vivificada por el Espíritu, que permite establecer un vínculo profundo con
Dios, como el que existe entre el Padre y el Hijo.
ORACION
Señor, tú eres un Dios que nos ha dado infinitas pruebas de amor y de bondad, no
sólo creando el universo y el pequeño mundo en el que vivimos, sino también
dándonos la vida y la inteligencia, por medio de la cual podemos gustar las bellezas
creadas para nosotros y puestas a nuestra disposición. Pero, por encima de todo, te
has demostrado Padre, dándonos la mayor prueba de tu inmenso amor al enviarnos
a tu Hijo amado como Salvador, don precioso y extraordinario que sólo tu inmensa
bondad podía pensar.
Verdaderamente eres un Dios de amor. Has tomado la iniciativa en la vida humana
y no has permitido que permaneciéramos alejados de ti para siempre, como
enemigos tuyos. Has establecido una estrecha alianza con tu pueblo elegido, a
pesar de las muchas traiciones, y además nos has dado definitivamente, por medio
de tu Hijo, la Iglesia como madre y lugar de salvación. Te has mostrado grande de
corazón ofreciéndonos el don renovado del maná, esto es, del pan de la Palabra y
de la eucaristía, sacramentos de tu amor divino. Te has preocupado también de
saciar el hambre del hombre en sus necesidades espirituales y materiales,
demostrando una predilección especial por los pobres y los que sufren. Nunca has
olvidado llamar a ti incluso a aquellos que se sienten suficientes y seguros, porque
sólo tú eres la seguridad del hombre y la felicidad que llena el corazón. Gracias por
tu amor generoso y sin recato que nos hace descubrir tu verdadera identidad.