Bautismo del Señor C 013
El bautismo de San Juan no tiene que ver con el nuestro, si acaso son parientes
cercanos, pero no se trata de nuestro bautismo, ni siquiera del bautismo de Cristo
Jesús, cuya inmersión en las aguas del Jordán celebramos hoy. Esta fiesta está en
conexión con la Navidad del Señor y con la fiesta de la Epifanía, pues todas esas
fiestas nos hablan de un Cristo que viene a estar con los hombres para lograr su
salvación y su incorporación a la gracia de Dios. Y el bautismo de Cristo constituye
definitivamente el momento marcado para salvación de todos los hombres, cuando
la Trinidad en pleno interviene por primera vez de una manera clara y abierta en
favor de Cristo Jesús y en favor de todos los hombres.
Pero vayamos por partes, teniendo a la vista la cuestión de porqué se bautizó Jesús
si no tenía pecado, si ya era desde siempre Hijo de Dios y si ya tenía sobre él la
fuerza del Espíritu Santo. Lo descubriremos en el camino.
Por lo pronto, sorprende y mucho, el momento en que Cristo hace fila entre los
pecadores que esperaban el bautismo de Juan. Mayor humildad no podíamos
pedirle a Cristo. ¡Formado en la fila de los pecadores! Pero no fue Cristo a dejar ahí
sus pecados, sino a tomar los que los hombres habían dejado en el fondo del
Jordán, para conseguir para ellos el perdón total. Ya nos podemos imaginar
entonces el desconcierto de Juan Bautista que a duras penas se resistía a bautizar a
Jesús. Pero éste se mostró más fuerte que su pariente, y hubo entonces que
bautizarlo. Lo metió como a todos los demás, hasta el fondo del río, y habrá que
decirlo con todas sus letras. Eso no le trajo a Cristo ninguna gracia, ningún
aumento a su persona. Parece que lo del bautismo de Cristo es uno de los datos
más seguros en su actuación frente a todos los hombres.
Lo bueno vino después. Todavía chorreando agua, Cristo se mete en una profunda
oración. Una oración que los hombres esperaban por muchos siglos, pidiendo
precisamente para todos ellos la gracia del perdón, de la salvación y la apertura del
Reino de los cielos. Y la respuesta no se hizo esperar, con palabras muy humanas,
los evangelistas nos refieren que en ese momento se abrieron las compuertas del
Reino de los cielos, una nube misteriosa y una voz que tiene todas las notas de la
escala musical: “Tú eres mi Hijo, el predilecto, en ti me complazco”. Aunado con
esto, el Espíritu Santo de Dios se hizo presente en forma de paloma que se posó
sobre los hombros de Cristo Jesús y desde ese momento, radiante, luminoso,
protegido delante de los hombres, puede entregarse a ellos para ir realizando su
misterio pascual, su entrega, su cruz, pero también su resurrección y su
consagración como el primero de los hombres y el que encabeza su procesión al
Reino de los cielos. ¿Ya ven mis amables lectores porqué se bautizó Cristo Jesús?
Para preparar nuestro propio bautismo, nuestra entrada, nuestro gran pórtico a los
otros sacramentos, a la salvación en esta Iglesia nuestra. Sólo se me ocurre decir
al final, que si bien aquellas palabras del Padre fueron directas para Cristo también
nosotros participamos de ellas pues somos hijos de Dios y lo somos de verdad.
Nuestro bautismo tiene que prepararnos como a Cristo para hacer una entrega
constante al buen de todos los hombres y si no servimos a nuestro mundo,
¿entonces para qué servimos los cristianos ? ojalá que como un remate de lo dicho,
los padres puedan decir una y muchas veces su amor, su cariño y su entrega a los
adolescentes, a los jóvenes, que en muchos casos están desprovistos de cariño
porque los padres se muestran avaros y muy alejados de los deseos, los proyectos
y las angustias de sus hijos.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
en alberami@prodigy.net.mx