Ferias de Navidad
DIA 11 DE ENERO
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.-1Jn.5,5-13:El que cree en Jesús vence al mundo.
El apóstol Juan, nos introduce en las fuentes del amor y la fe cristiana. Quien cree
en Jesús, vence al mundo por medio de la fe. Victoria que supone, lucha por vivir la
voluntad de Dios, expresada en los mandamientos. Es el sano, pero difícil equilibrio
entre hacer la voluntad de Dios y vivir en medio del mundo, sabiendo que Dios, y lo
mundano se excluyen mutuamente. Pero el cristiano posee el secreto de la victoria,
en la fuerza que ejerce la fe, don de Dios y responsabilidad nuestra, de vivir esa
secreta presencia divina, que es poder divino, no dado por el mundo, sino contrario
a él. Realidad que garantiza la victoria, porque viene de Dios Padre, superior a la
fuerza del mundo; la victoria, no viene del esfuerzo humano, sino de participar en
la vida misma de Dios (cfr. Jn. 16, 33). Este trabajo de vida cristiana, proviene, y
se dirige a Jesucristo, que vino a nosotros, por el agua y la sangre, es decir, por el
bautismo de Juan y su muerte en cruz; el rito que los hizo cristianos a esos
primeros creyentes, a quienes escribe el apóstol, y la eucaristía. Agua y Espíritu,
que les dio nueva vida. Espíritu que garantiza la verdad de la fe del cristiano, con
dos acontecimientos históricos, el bautismo de Jesús y su muerte de Cruz;
realidades vividas por Cristo. Verdades que los gnósticos, no aceptaban
plenamente, desde el momento que sólo creían en la divinidad de Jesús, de ahí la
insistencia de Juan, de enseñar que Jesús, vino a nosotros con agua y con sangre,
es decir, es Hombre y Dios verdadero. Con el bautismo recibido y la Eucaristía,
Sacramentos que actualizan la muerte redentora de Cristo, y que el Espíritu, hace
vida, en los miembros de su Iglesia; fecunda con ello, el testimonio apostólico de
los creyentes. Se trata, que este testimonio penetre lo interior de cada cristiano,
ya que el testimonio primero es de Dios, para que el hombre acepte a Jesucristo en
su vida, mientras que quien lo rechaza, rechaza a Aquel, que ha dado testimonio de
Dios Padre. Ahí está la razón, por la cual, Dios envió a su Hijo al mundo, para
rescatar al hombre del pecado, y concederle la gracia de la fe, a quien lo acepta en
su vida como salvación, vida nueva. El encuentro con Cristo, es también, encuentro
con el testimonio de Dios acerca de ÉL. Quien lo acepta posee vida eterna, quien lo
rechaza, la pierde; es cosa de vida o muerte. La vida eterna está en el Hijo de Dios,
la unión con ÉL es vital, don del Padre y no logro humano. Lo decisivo, es la
intimidad divina, con la persona de Jesucristo, plenamente hombre y Dios, por
medio de la fe, decisión personal, fruto de la gracia, que obra en el creyente. El
cristiano posee vida eterna en sí por la vida que Jesucristo siembra con su Palabra y
sacramentos principalmente la Reconciliación y la Eucaristía.
b.-Lc. 5,12-16: Curación de un leproso.
El evangelista nos narra la curación de un leproso por parte de Jesús. Esta
enfermedad, como otras, convertía al hombre, en un impuro, desde la perspectiva
de la ley de Moisés, alejado del culto y del pueblo. Las curaciones de este tipo, eran
parte de los signos de la llegada de los tiempos mesiánicos, por ello, las
encontramos en los evangelios, además del trasfondo histórico y salvífico que
encierran (cfr. Lc. 5, 17, 12; 7,22; Mt.10, 8). La petición del leproso es una
verdadera oración, postrado, lo llama Señor, y la respuesta, produce el milagro:
“Quiero, queda limpio” (v.13). A la limpieza externa de la lepra, sucede la sanaci￳n
interior, queda sano, para presentarse al sacerdote y reintegrarse al pueblo, a su
familia y a la sinagoga. Las palabras de Jesús lo traspasan, lo rescatan de la
muerte, vuelve a la vida, puro, ante Dios y los hombres. Jesús sana a los enfermos
que le traen y ora al Padre en solitario. Oración y servicio al necesitado, todo un
programa de evangelización para nosotros hoy.
La Santa Madre Teresa de Jesús, pide pureza de intención a la hora de emprender
el camino del servicio de Dios. “No es otro mi deseo sino que…nos esforcemos a
servir a un Se￱or, que así paga aun acá en la tierra” (V M 4,7).