Comentario al evangelio del Martes 15 de Enero del 2013
PRECISAMENTE EN LA SINAGOGA
* «No enseñaba como los letrados» . Los letrados eran los Maestros de la Ley, los especialistas que
interpretaban y aplicaban las escrituras, las verdades, las muchas normas que formaban parte de la
tradición religiosa... y las imponían a las gentes. Insistían bastante en las «obligaciones religiosas»
como clave para estar en orden con Dios. Su modo de hacer discursos era multiplicar las citas de otros
personajes anteriores que tuvieran alguna autoridad, otros rabinos y maestros, escuelas espirituales...
Pero les faltaba «vida»: ellos se quedaban fuera de lo que decían, sólo transmitían lo que pensaban...
Sí, se llenaban de citas, referencias, argumentos, pasajes de la Escritura... que intentaban a aplicar a
todas las circunstancias y personas, de manera indiscutible y obligatoria.
Jesús, en cambio, no anda citando a nadie, ni se muestra como representante de ninguna escuela o
tradición, ni multiplica citas, ni siquiera echa grandes discursos. Su referencia esencial para hablar y
actuar está en sí mismo. Es el «Santo de Dios», el habitado por el Espíritu de Dios, recibido en su
bautismo, que quiere recrearlo todo, que quiere liberar, restaurar el espíritu primero que Dios insufló al
hombre en aquella primera mañana de la creación, y callar, expulsar de dentro nuestros males y
demonios.
* «Precisamente en la sinagoga, había un hombre poseído» . Precisamente en la sinagoga, donde se
multiplican los rezos, los cánticos, las predicaciones y catequesis. ¿Estará sugiriendo el evangelista que
aquel poseído representa a los que están «poseídos» por la mentalidad religiosa que proclaman los
escribas? ¿Que es prisionero y víctima de esa religión que, en nombre de Dios, anula al hombre, lo
llena de obligaciones y ritos... que no le permiten ser él mismo? Un «poseído» es alguien que no es
dueño de sí mismo, desde fuera, algo se ha adueñado de él, y le impide tomar sus decisiones, es más, le
hace daño, lo anula.
 
La llegada de Jesús supone
ciertamente el fin de ese modo de relacionarse con Dios, de ese sistema religioso en tantos casos
deshumanizador. Sí, ha venido a acabar con tantas manipulaciones (incluidas aquellas que se hacen en
el nombre de Dios), imposiciones, ritos, normas y prácticas... que convierten al hombre en alguien
extraño a sí mismo (alienado, diríamos con lenguaje de hoy). Él ha venido a devolver al hombre a sí
mismo. Y lo hace con su Palabra. Mejor: con la Palabra que es el propio Jesús. Una palabra que tiene
la autoridad de los hechos: el hombre queda recuperado, liberado, devuelto a sí mismo.
No es muy difícil darse cuenta de cuántos «espíritus y demonios» poseen y deshumanizan al hombre
de hoy: ideologías de todo tipo, estructuras, costumbres, tradiciones, intereses. Incluso puede que la
misma religión («precisamente en la sinagoga) caiga en esta tentación... de olvidar al hombre, o
hacerlo prisionero de normas y tradiciones en el fondo humanas, revestidas de «voluntad de Dios»... y
que no sacan al hombre de su sufrimiento, que lo infantilizan, que lo hacen dependiente...
* «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno?... Sabemos quién eres...» . Es una buena pregunta
para que nos la hagamos continuamente. Se la hacen los demonios a Jesús. Y Jesús no les da una
respuesta con palabras. Actúa. Libera. Se enfrenta con lo que hace sufrir a aquel hombre. «¿Que
quieres de nosotros?» ¡Que dejéis de manejar al ser humano, que dejéis de imponer tanta cargas
asfixiantes, que atendáis a lo que hace sufrir al hombre y os enfrentéis con ello, que procuréis que sea
libre, responsable de sí mismo... Porque cada ser humano lleva dentro el Aliento de Dios que le
impulsa a «vivir». El problema, quizás, es que demasiadas veces «sabemos» quién es Jesús, y lo que
quiere y espera de nosotros... Y nos da miedo, nos hace temblar, le percibimos como una amenaza.
Quizá estamos más cómodos dejando que otros tomen las decisiones por nosotros. O nos da miedo
plantar cara a lo que no nos deja ser nosotros mismos.
Me parece que la mejor oración que hoy podríamos hacer es: «Que salgan de nosotros todos esos
demonios, y tengamos la fuerza y la valentía para no dejarnos dominar por nadie... que no sea el
mismo Espíritu de Dios». Que así sea.
Enrique Martínez cmf
Enrique Martinez, cmf