Fiesta. El Bautismo del Señor, Ciclo C
Mario Yépez, C.M.
¿Sois capaces … de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar? (Mc
10, 38)
Jesús recibe el «bautismo de conversión para perdón de los pecados». Acepta su
misión y, mientras ora, es acreditado como el Hijo de Dios y su Siervo, el ungido
con el Espíritu Santo.
La unción del Siervo aclara su misión: cargar con nuestros crímenes para
justificarnos (Is 53). En otras palabras, la misión del que no conoce pecado, siendo
Hijo de Dios, es unirse a nosotros pecadores, ser pecado, para que seamos la
justicia de Dios (2 Cor 5, 21).
Los bautizados somos partícipes de esta misión. Esto quiere decir, entre otras
cosas, que el cristiano auténtico ora. Ora con humildad, como el publicano y no
como el fariseo que delante del que es proclamado «Santo, Santo, Santo» se atreve
a hacer alarde de sus prácticas religiosas.
Huelga decir que los que cooperamos con Jesús en su misión no podemos estar
demasiado seguros de nuestra religiosidad ni engreírnos de nuestra ascendencia
religiosa, menospreciando a quienes llamamos pecadores. Admitiremos que los
planes y los caminos del Señor no necesariamente son los nuestros, que Dios es
capaz de sacar hijos de Abrahán de las piedras. No vamos a reemplazar a aquellos
con pretensiones de superioridad, los cuales se quejababan de que Jesús se
codeaba con los pecadores.
Tampoco nos dejaremos ser presos de las acostumbradas distinciones. Por el
bautismo somos uno en Cristo Jesús, descendientes de Abrahán y herederos de la
promesa; entre los bautizados ninguna discriminación debe haber a base de ser
judío o gentil, esclavo o libre, hombre o mujer (Gal 3, 26-29). En la Iglesia
siempre se le ruega al Señor de la mies que mande trabajadores a su mies. Pero,
¿acaso no nos envía Dios muchos, excepto que no los reconocemos, ciegos que nos
deja nuestra supuesta ortodoxia? O quizás por tanta comodidad nos quedamos tan
insensibles como el rico que no les hizo caso ni a la Ley y los profetas ni a Lázaro.
Un hombre de oración que era, san Vicente de Paúl se mostró sensible y capaz de
todo, incluso de colaborar de modo inventivo con las mujeres.
Así sea nuestra oración, o que sea «el comienzo de una sublevación contra el
desorden del mundo» (Karl Barth). Es parte integrante de la misión cristiana el
procurar que prevalezca el orden cristiano. En éste, los pobres son dichosos, ser el
primero es ser esclavo de todos, a la manera del Hijo del Hombre que ha venido
para servir y entregar su cuerpo y derramar su sangre en rescate por todos.
A los bautizados, pues, se nos comisiona a imitar siempre la pobreza y la sencillez
del «Rey del universo, a quien los pastores encontraron envuelto en pañales», y a
orar que la «Iglesia realice los planes del Padre viviendo en pobreza» (véanse las
preces de Laudes para el 31 de diciembre y para jueves antes de la Epifanía). Pero,
¿queremos en serio ser, desde «El pacto de las catacumbas»
Fuente: Somos.vicencianos.org (con permiso)