UN BAUTISMO DE FE
Padre Javier Leoz
Han pasado las navidades, y con el Bautismo del Señor, se inicia su andadura y su
misión. ¿Qué andadura? ¿Qué misión? Ni más ni menos que aquello, que nosotros
los cristianos, olvidamos con frecuencia: ser discípulo de Jesús es ser conocedor
de su vida, entusiasta de Dios y orientar nuestra vida desde el Evangelio. ¿Lo
hacemos? El Papa Benedicto XVI, en esa misma dirección y con motivo del Año de
la Fe, nos recuerda que para ser testigos de Cristo, primero, hay que conocerlo,
sentirlo y vivirlo personalmente. Y es que, el Bautismo, lejos de ser un rito ha de
ser un punto de salida de una vida de fe cimentada, asentada, consolidada y
enriquecida en Cristo.
1.- El Niño, al que visitaron humildemente los pastores; al que reverenciaron los
magos para abrir su historia y su nombre a todos los pueblos de la tierra, inicia
con su bautismo personal aquello para lo que ha nacido: ha venido para estar
junto a nosotros, para enseñarnos el camino de la vida y del amor de Dios, y
sobre todo, para dignificar nuestra existencia, divinizarla y darle otro color.
Se involucra de lleno en aquello que Dios le pide. Se abre el cielo, una vez más,
no para entrar en el seno virginal de María, y sí para caminar por las entrañas de
la tierra ofreciendo esperanza e ilusión a todo aquel que la ha perdido.
Aquel Niño que nació en una noche estrellada y silenciosa, hablará con fuerza
sobre el amor y la justicia. Nos dirá que, el perdón, es distintivo de aquellos que
se dicen amigos suyos y, sobre todo, nos invitará a ser testigos de lo que, El,
dice, forja y enseña.
2. - El Bautismo del Señor es la inauguración de una gran obra. De una tarea que,
además, sacude nuestras conciencias y nos ofrece muchas posibilidades.
-Sacude nuestras conciencias. Nos invita a plantearnos varios interrogantes. ¿Es
nuestra fe operativa, profunda, convencida, creativa y activa? ¿No la tenemos
demasiado dormida y arrinconada por vicisitudes o por vergüenza a exhibirla?
¿Por qué tanta bravura para hablar de lo superfluo, de aquello que pasa, y tanto
miramiento o timidez para expresar aquello que decimos creer y sentir? ¿No es el
Año de la Fe una llamada a visualizar la verdad o el vacío de nuestro bautismo?
-Nos da muchas posibilidades. Escuchamos, una vez más, que somos hijos
preferidos por parte de Dios, que nos ama pero, que hemos de intentar practicar
aquello que Jesús nos dice. Y que, su misión, es nuestra misión. Que su locura, ha
de ser nuestra locura. Que su fin, ha de ser nuestro fin. Que su camino, ha de ser
el nuestro. El Bautismo del Señor es descubrir el sentido de nuestro propio
bautismo. No se construye una casa para nunca habitarla. Ni, tampoco, se
descorcha una botella de buen vino para desperdiciar su contenido. Ni, mucho
menos, compramos un artículo de belleza para nunca lucirlo.
3.- Me gusta pensar en aquel momento del Bautismo del Señor: “Jesús haciendo
cola para ser bautizado por las manos de Juan Bautista”. Pero lo hacía con todas
las consecuencias. Sabedor del compromiso que adquiría. Consciente de las
dificultades que le esperaban en el recorrido del anuncio de su reino.
Y, también, me preocupa –por comparación- recordar la escena de tantos
cristianos que se acercan (con muy poca paciencia, sin hacer cola y si puede ser,
sin preparación alguna, mejor que mejor) para ser bautizados pero muy poco
conscientes de lo que implica el vivir y sentirse como bautizados.
A una con el Señor, renovemos en el inicio de este año 2013, sumergidos en el
Año de la Fe, nuestro deseo de que la presencia de Dios en nuestra vida sea algo
real, vivo, visible y testimonial. Y es que, en este Año de la Fe, es un momento
propicio para que, los cristianos, nos pongamos de una vez por todas las pilas y
sepamos en quién creemos, por qué creemos y qué es lo que estamos llamados a
ser en medio de este complicado mundo: algo distinto y con tintes divinos.
4.- ORACIÓN FINAL
Que también, en mí Señor,
se inaugure como en Ti
un nuevo tiempo de misión y de trabajo.
Que la presencia de Dios y del Espíritu
y de toda tu persona,
se haga presente en mí, de tal manera
que, viviendo con alegría mí ser cristiano,
sea semilla de aquella gran sementera que es tu Evangelio
Que también, yo Señor,
renazca a una vida nueva.
Que no me sienta seguro de mí mismo
Que no crea que, con ser bueno, ya es bastante.
Que me fíe de tu Palabra, y con tu Palabra,
me sienta querido por Dios y empujado
a proclamar su existencia en medio del mundo.
Tú, Señor, nos das una forma de entender la vida
Tú, Señor, nos das el secreto de la felicidad
Tú, Señor, con tu Bautismo
cargas con todas nuestras flaquezas y miserias.
Dios, sobre tus hombros, pone el futuro de nuestra humanidad:
¡Redímela con tu testimonio y sacrificio!
¡Rescátala de las incertidumbres que la asolan!
¡Recupérala de aquellos falsos dioses ante los que se postra!
Tú, Jesús, que eres preferido, amado, tocado por el Espíritu
haz que, también nosotros,
sintamos el calor de la gloria del Padre
que no es otra que la comunión del Hijo con el Espíritu Santo.
Amén