DOMINGO SEGUND0. TIEMPO ORDINARIO. CICLO C.
Jn. 2, 1-11
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús
estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó
el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No les queda vino." Jesús le contestó:
"Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora." Su madre dijo a los
sirvientes: "Haced lo que él diga."
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los
judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de
agua." Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: "Sacad ahora y
llevádselo al mayordomo." Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua
convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían,
pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: "Todo el
mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú,
en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora."
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y
creció la fe de sus discípulos en él.
CUENTO: CONSOLAR AL TRISTE
Una niña pequeña volvía de casa de una vecina que acababa de perder a su
hija de seis años en un trágico accidente.
- ¿Qué tenías que hacer tú en casa de la vecina? – le preguntó el padre
- Fui a consolar a la madre
- Y, ¿qué podías hacer tú para consolarla?
- Me senté sobre sus rodillas y me puse a llorar con ella.
Si a tu lado hay alguien que sufre, llora con él. Si alguien es feliz, ríe con él.
El amor no sólo ve, sino mira; no le basta oír, sino que escuchar. No
necesita palabras para expresar los sentimientos. Amar es participar
plenamente con todo el ser. Quien ama descubre en sí un montón de
recursos para consolar y compartir. Somos ángeles con una sola ala. Sólo
podemos avanzar, si volamos abrazados.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Comenzamos el tiempo Ordinario tras las festividades de la Navidad que
concluyeron el domingo pasado con la fiesta del Bautismo del Señor. Y tras
su Bautismo, el primer signo-milagro de Jesús: las Bodas de Caná. Una
situación que nos revela la vida cotidiana de Jesús asistiendo a una boda,
posiblemente de familiares o convecinos. Bodas a lo grande, como se rigen
los orientales. Bodas de varios días. Bodas con varios riesgos. Un riesgo:
quedarse sin vino. Y una observadora femenina de la preocupación de los
novios: la Virgen María. Atenta como siempre a los detalles. Sensibilidad
humana exquisita. Intercesión ante Cristo. Respuesta algo arisca de Jesús.
Insistencia de María. Una frase que resume toda la vida cristiana: “Haced lo
que El os diga”. Fe absoluta de María. Fe que consigue el milagro a pesar de
no ser todavía “la hora” de Jesús. La María que dio a luz a Jesús, nos
manifiesta de nuevo con su fe al Mesías, al Vino Nuevo y Mejor, al que ha
llevado a plenitud las promesas del Antiguo Testamento. Porque nada de lo
antiguo era pleno, era perfecto. Cristo es la felicidad definitiva, el vino que
aporta la verdadera alegría. Más allá del escenario de la boda, está la
profundidad del mensaje y de la misión de Cristo. Cristo es el Mesías
definitivo. Las antiguas tinajas de piedra llenas del agua antigua de la ley
judía, son sustituidas por el vino de la nueva ley del amor que nos ha traído
Cristo. ¡Qué hermoso y qué comprometido mensaje para seguir caminando
por el nuevo año, con ánimo decidido de echar fuera lo viejo, lo caduco de
nuestra vida, esos vinos viejos de nuestros egoísmos, de nuestros rencores
y ambiciones, de nuestras envidias e insolidaridades. Vinos que no llenan de
verdad, que sólo nos emborrachan y nos hacen evadirnos de los verdaderos
valores de la fe cristiana. No es hora de emborracharse de palabras bonitas
y vacías y vivir fuera de la realidad. Es hora de una fe comprometida. Es
hora de escuchar a Jesús y de hacer lo que él nos pide: que amemos sin
medida, que luchemos por un mundo mejor, que acojamos, que seamos
solidarios con los más necesitados, que nos preocupemos de los verdaderos
problemas de las personas, que estemos atentos, como María, al
sufrimientos de los otros y que tengamos detalles de bondad y de
solidaridad con los que están en apuros. Imitemos a la niña del cuento,
que en vez de decir palabras bonitas de consuelo a aquella madre
desconsolada, simplemente se puso a llorar con ella. Menos palabras, más
hechos. Por nuestras obras de amor, reconocerán que somos discípulos de
Jesús. QUE ESTA SEMANA RENUEVE CRISTO EN NOSOTROS SU AMOR Y
NOS HAGA ESTAR SENSIBLES Y ATENTOS A QUIENES NOS NECESITAN,
COMO LO HIZO MARÍA Y COMO QUIERE JESÚS QUE LO HAGAMOS.