FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR. CICLO C.
Lc. 3, 15 -16. 21-22
En aquel tiempo, el pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban
si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: "Yo os bautizo
con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la
correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. "En un
bautismo general, Jesús también se bautizó. Y, mientras oraba, se abrió el
cielo, bajó el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma, y vino una voz del
cielo: "Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto."
CUENTO: EL ÁGUILA QUE MURIÓ SIENDO UNA GALLINA
Un hombre encontró un huevo de águila y lo puso en el nido de una gallina,
en un corral. El aguilucho fue incubado junto con la nidada de polluelos, y
creció con ellos. Y ella águila hacía lo que hacían los pollos del corral,
creyendo que era uno de ellos. Escarbaba la tierra en busca de gusanos e
insectos. Piaba y cacareaba. Y movía las alas y volaba unos pocos metros.
Pasaron los años y el águila envejeció. Un día vio un ave magnífica volando
por encima de ella, en el cielo sin nubes. Se deslizaba con graciosa
majestad entre las poderosas corrientes de aire, moviendo sus fuertes alas
doradas. La vieja águila miraba hacia arriba con asombro.
- ¿Quién es ella? —peguntó.
- Ella es el águila, la reina de las aves —le dijo su vecina—. Nadie vuela
como ella, nadie puede cazar como ella. Ella pertenece al cielo. Nosotras, en
cambio, pertenecemos a la tierra; somos gallinas. ¡Tú eres una gallina!
Así, aquella pobre águila vivió y murió creyendo que en verdad era una
gallina.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Se cierra en este domingo el ciclo de las fiestas de la navidad con una fiesta
muy importante y significativa: el Bautismo de Jesús en el Jordán. Si la
Navidad pareciera un cuento para niños o la simple declaración de buenas
intenciones de paz y de amor que apenas se llevan a cabo unos pocos días
al año, sin contar con que hoy para muchos, Navidad es sinónimo de
consumo y de familia, la fiesta de hoy nos devuelve a la verdadera realidad
de la Navidad cristiana, presentándonos a Jesús siendo bautizado por Juan
en el Jordán. Este acontecimiento fundamental es el inicio de la vida pública
y de la misión de Jesús en el mundo. La Navidad no termina en el olvido de
una fiesta acaramelada, que se arrumba en el baúl de los recuerdos hasta
una próxima oportunidad. Termina con una fuerte llamada al compromiso
de la fe. El Niño de Belén es el mismo Jesús del Bautismo. El mensaje de la
Navidad se hace realidad en la misión sanadora y liberadora de Jesús. En
las aguas del Jordán se revela en plenitud la identidad de Jesús, el Hijo
Amado, el predilecto de Dios, enviado por el Padre a poner en pie de guerra
al mundo en la lucha contra la injusticia, la desigualdad, el egoísmo de unos
pocos que hunde en la miseria a la mayoría de los seres humanos. Nada,
pues, de un bautismo social o de apariencia, o de cumplimiento ritual para
lavar el pecado original. El bautismo es el sacramento del compromiso de la
fe. En él sale a la luz la esencia del ser humano, llamado a ser hijo de Dios
también amado y predilecto en Jesús. Por el bautismo sabemos que en lo
más profundo del ser humano habita un aliento de divinidad. En el bautismo
se hace palpable la vocación más profunda del ser humano: ser llamado al
encuentro y a la amistad con Dios. En el bautismo, el Espíritu Santo
despliega todo su potencial de amor y de energía divina que habita en
nuestros corazones y nos pone en pie de misión, la misión de hacer de este
mundo un mundo de hermanos, un mundo de justicia, de fraternidad y de
paz. Desgraciadamente, no es así en la mayoría de los casos lo que ocurre
con gran parte de los llamados “bautizados”, para los que el bautismo no ha
significado un cambio radical de vida ni un compromiso fundamental de su
fe. Es urgente devolver al bautismo esa fuerza liberadora que produjo en
Jesús y de la que nos habla el cuento de hoy. Estamos llamados a ser
divinos, a volar alto, a soñar horizontes de paz, a ser cada día mejores, a
vivir la plenitud del amor, hemos nacido con alas de águila, no de gallina.
¡Qué diferente sería nuestro mundo si los supuestos “bautizados” fueran en
verdad “convertidos”, testigos, misioneros, evangelizadores, promotores del
bien, de la paz, de la justicia, de la verdad, de la solidaridad!. Desde luego
que no habría hambre en el mundo, ni habría la escandalosa desigualdad
que puebla nuestra tierra, ni se traficaría con armas. Pero, mientras llega
eso, tú y yo, cada uno de los que nos llamamos cristianos podemos intentar
vivir en serio las consecuencias de nuestro bautismo. Este es el mensaje del
Bautismo de Jesús y el mensaje de las consecuencias de nuestro propio
bautismo.
¡QUE ESTA SEMANA Y CADA DÍA SE NOS NOTE QUE SOMOS BAUTIZADOS Y
TESTIGOS ALEGRES DEL EVANGELIO DE CRISTO¡