II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C.
Pautas para la homilía
“Haced lo que Él os diga”
Los signos de Jesús
Con la fiesta del Bautismo de Jesús, en el Jordán, dábamos fin a las fiestas de
Navidad; pero todavía no se han terminado los “signos de Jesús”, o epifanías, que
significa “manifestaci￳n”, a través de las cuales Jesús, el Hijo de Dios y de María,
nacido en Belén, se manifiesta a aquellos extra￱os personajes “venidos de Oriente”,
anunciando a “todo el mundo” que Dios se ha hecho presente en nuestra Historia.
En el bautismo, Jesús se hace oficialmente presente a su Pueblo a través de las
palabras del Padre: “Este es mi Hijo amado, mi predilecto: escuchadlo”; y hoy
escuchamos, en el evangelio de Juan, su primer milagro (epifanía) a instancias de
María, con motivo de una fiesta familiar -una boda-, en la que comienza a faltar el
vino (la alegría), que dice a los servidores de la fiesta: “haced lo que Él os diga”;
que nos recuerdan las palabras del Padre en el bautismo: “escuchadlo”.
“Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”
María, la Madre de Jesús y nuestra, es la gran mediadora entre Dios y la
humanidad: entre Dios, porque ella engendró en su seno a la Palabra Eterna del
Padre, “por obra del Espíritu Santo”, al decirle al Ángel: “he aquí las esclava del
Se￱or, hágase en mí según tu palabra”; y nuestra, porque de ella nació el Hijo de
Dios hecho Hombre, con nuestra propia carne y sangre, capaz de compartir todo lo
humano, menos el pecado, como nos dice San Pablo; y como el mismo Pablo dice,
Él es la Cabeza del cuerpo, de la Iglesia y nosotros somos sus miembros; y San
Juan exclama lleno de fe y alegría: “Mirad que amor nos ha tenido el Padre para
llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”.
En las bodas de Caná María, la Mediadora, “adelanta”, con su súplica de Madre, el
comienzo de las manifestaciones milagrosas o epifanías, de su Hijo, Jesús. El vino
(la alegría), se va acabando y peligra la alegría y el festejo de la boda; y María,
como buena mujer siempre atenta a las cosas insignificantes aparentemente, pero
en realidad importantes, como es la alegría de unos recién casados y sus invitados,
solamente insinúa a su Hijo: “Jesús, no tienen vino…” Y Jesús, a instancias de su
Madre, para que continúe la alegría de la fiesta, “¡adelante su hora…!
“Haced lo que Él os diga”
El alcance de estas palabras de María van más allá del milagro de la conversión del
agua en vino, -primer milagro o epifanía de Jesús-; es la experiencia vital de una
Mujer que, como primera “discípula de Jesús”, vivi￳ la radicalidad de una entrega
plena a la voluntad de Dios. Su “hágase en mí según tu palabra”, fue la entrega
plena de su vida a Dios en la persona de su Hijo.
Jesús, en una ocasi￳n, ante el entusiasmo de una mujer que le dice: “bendito sea el
vientre que te llev￳ y los pechos que te amantaron”, responde: “bienaventurado el
que escucha la palabra de Dios y la pone en práctica”. Y, como nos dice San
Agustín, jamás hubo una criatura que llegara a poner en práctica la voluntad de
Dios como María: siempre a la escucha de esa Palabra, entregándose de tal manera
que la encarno en su seno, llegando a ser la Madre de la Palabra: Jesús Hijo de Dios
e Hijo de María.
Ella, a nosotros hoy, como les dijo a los servidores de la boda, nos dice y nos
insiste: “¡Haced lo que Él os diga!”. Pues en hacer la voluntad de Dios está la fuente
de nuestra felicidad, nuestra alegría y nuestra grandeza humana y cristiana.
Fr. Francisco Mª Pérez Arcos O.P.
Convento de Ntra. Sra. de Atocha (Madrid)
Con permiso de: dominicos.org