I Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C (Año Impar)
Martes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Hb. 2,5-12: Jesús, guía de nuestra salvación.
b.- Mc. 1, 21-28: Les enseñaba con autoridad.
Este evangelio nos presenta la diferencia esencial entre los que hacían los escribas,
que interpretaban a los profetas y la palabra de Jesús que se presenta con
autoridad a la hora de enseñar como un auténtico profeta, revestido de un poder
que viene de Dios. Lo vemos enfrentado, por primera vez, ante el caso de un
endemoniado. Lo importante para el evangelista, es la actitud de Jesús frente a
estas manifestaciones que podían ser enfermedades mentales, epilepsia o
verdadera posesión diabólica. Jesús actúa con poder y es así como expulsa a los
demonios: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.» Jesús, entonces, le conminó
diciendo: «Cállate y sal de él.» Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio
un fuerte grito y sali￳ de él.” (vv. 24-26). El poder de Dios, que porta Jesús, obra
desde el comienzo a favor del hombre. Él venía a liberar al hombre del pecado,
pero también, de la enfermedad, el mal y la muerte, cosas no queridas por Dios;
busca para el hombre la felicidad. Jesús anuncia el reino de Dios, pero también
hace las obras, libera al ser humano de su dolor. La reacción de los asistentes es
importante considerarla: “Todos quedaron pasmados de tal manera que se
preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con
autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.» Bien pronto su
fama se extendi￳ por todas partes, en toda la regi￳n de Galilea.” (vv. 27-28). La
palabra de Jesús libera de toda posesión que esclavice al hombre, porque lo que
quiere es la libertad del hombre frente a Dios, y poder oírle y seguirle para hacer de
su existencia un auténtico discipulado. La comunidad eclesial ofrece momentos
claves para el encuentro con Jesús: la Eucaristía dominical, la lectura asidua de la
Palabra y la oración frecuente como diálogo con quien sabemos nos ama. El
sacramento de la reconciliación es otra fuente de liberación interior, donde Jesús
despliega todo su poder sanador, junto a la Eucaristía, remedio de todos nuestros
males del alma y del cuerpo.
Teresa de Jesús sabe que con la oración y las obras, ayuda tanto a la Iglesia como
los te￳logos y predicadores. “Todas ocupadas en oraci￳n por los defensores de la
Iglesia y predicadores y letrados que la defienden, ayudásemos en lo que
pudiésemos a este Se￱or mío” (CV 1,2).