Fiesta. Sagrada Familia de Jesús, María y José
Ejercicio de lectio divina de LC. 2, 41-52.
1. Oración inicial.
Orar es amar a Dios, a nuestros prójimos los hombres, y amarnos a nosotros.
Orar es adaptar nuestra vida al cumplimiento de la voluntad de Dios.
Orar es llevar a cabo nuestras responsabilidades religiosas y cívicas.
Orar es respetar la tradición mediante la que hemos recibido la Palabra de Dios, y
vivirla como buenos hijos de Nuestro Padre celestial.
Orar es vivir sin prescindir del Dios Uno y Trino.
Orar es buscar constantemente la manera de crecer espiritualmente, a fin de que
podamos ser mejores personas cristianas.
Orar es buscar la manera de ganar al mundo para Dios, por medio de nuestro
buen ejemplo cristiano.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que procedes de Nuestro Santo Padre y de Jesús, y que te
manifiestas en nuestra vida concediéndonos tus dones: Motívanos para que
vivamos cumpliendo tu santa voluntad, pues en ello radica el hecho de que
alcancemos la plenitud de la felicidad.
Haznos comprender que no solo debemos celebrar la fiesta de la Sagrada Familia
como miembros de comunidades compuestas por padres, hijos y otros familiares,
pues también debemos hacerlo como familia cristiana, que ha de abrirse a la
humanidad, para aceptar a los nuevos hijos de Dios, que formen parte de la Iglesia.
Ayúdanos a comprender la importancia de la obediencia, que tan necesaria les es
a los hijos para dejarse educar por sus progenitores.
Haznos comprender la importancia que tiene el cumplimiento de nuestros
compromisos, para que los padres críen y eduquen a los hombres y mujeres del
futuro, de manera que comprendan la necesidad que tenemos de cumplir tu
voluntad.
Ayúdanos a contemplar a la humanidad como una gran comunidad cuyo Padre
celestial desea acoger, pues desea que todos seamos sus hijos amados.
2. Leemos atentamente LC. 2, 41-52, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 41-52
Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua.
Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando
terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran
sus padres.
Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a
buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén
en su busca.
A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros,
escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban
asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
—«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos
angustiados.»
Él les contestó:
—«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir.
Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los
hombres".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 2, 41-52.
3-1. ¿Cumplimos la voluntad de Dios?
"Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua" (LC. 2, 41).
Todos los hombres judíos, -exceptuando los casos de que vivieran excesivamente
lejos de Jerusalén, fueran ancianos, estuvieran enfermos, o carecieran del dinero
necesario para sustentarse-, tenían la obligación de ir a Jerusalén tres veces al año,
para celebrar tres grandes fiestas. En estos casos excepcionales, los judíos que
pudieran hacerlo, tenían que celebrar la Pascua, al menos, una vez, a lo largo de su
vida.
"Tres veces al año se presentarán todos tus varones ante Yahveh tu Dios, en el
lugar elegido por él: en la fiesta de los Ázimos, en la fiesta de las Semanas
(Pentecostés), y en la fiesta de las Tiendas (o Tabernáculos)" (CF. DT. 16, 16).
La pascua se celebraba en la primavera, y era seguida por la fiesta de los panes
sin levadura, que se prolongaba durante una semana. La Pascua era la celebración
más importante de los judíos, y conmemoraba la noche en que los miembros del
pueblo de Yahveh fueron librados de la esclavitud, cuando el ángel exterminador
recorrió las tierras de Egipto, asesinando a todos los primogénitos del país.
San Lucas nos dice que María Santísima y San José celebraban todos los años la
Pascua en Jerusalén. Ello nos demuestra que la Sagrada Familia no era
excesivamente pobre, y que Jesús creció y fue educado en un clima hogareño, en
que se respetaba el cumplimiento de los preceptos religiosos.
Es conveniente que pensemos si cumplimos los preceptos de nuestra religión, y
que, quienes son padres o educadores, piensen si actúan como cristianos
ejemplares ante los niños, los adolescentes y los jóvenes, y si se esfuerzan en que
los tales, deseen ser, discípulos de Jesús.
En este tiempo en que celebramos la Navidad, deberíamos reflexionar sobre si
nuestra celebración es religiosa y cívica, o si solo nos centramos en las
celebraciones materiales de estos días, e ignoramos la espiritualidad propia de este
tiempo, en que la Iglesia nos invita a reflexionar, sobre cuán grande es el amor con
que Dios nos ama.
3-2. Cuando Jesús cumplió los doce años, alcanzó la mayoría de edad.
"Cuando cumplió los doce años, subieron como de costumbre a la fiesta" (LC. 2,
42).
Es difícil saber si Jesús celebró su primera Pascua cuando tenía doce años,
porque en LC. 2, 41 se nos habla de que su familia celebraba la citada fiesta
anualmente, o si lo hizo con anterioridad, porque, en LC, 2, 42, se nos dice que la
Sagrada Familia subió a Jerusalén, como acostumbraba hacerlo, para celebrar la
citada fiesta.
El hecho de saber que Jesús fue considerado mayor de edad en conformidad con
la mentalidad de sus hermanos de raza cuando cumplió los doce años es
importante, porque ello explica el hecho por el que se les perdió a sus padres, sin
que María ni José se percataran de ello cuando regresaban de la fiesta, como
veremos más adelante.
Jesús contrajo la obligación legal de celebrar las tres grandes fiestas anuales en
Jerusalén, cuando tuvo entre doce y trece años.
Los judíos viajaban a Jerusalén en caravanas, pues ello les ayudaba a protegerse
de los asaltantes, y les recordaba el deseo de Dios de que vivieran en comunidad,
sirviéndose unos a otros.
Jesús, siendo un niño de una pequeña población, debía admirarse al ver la
grandeza del Templo que Herodes estaba construyendo para granjearse el aprecio
de los judíos, y la enorme multitud que acudía a la Ciudad Santa para celebrar la
Pascua, pues la misma era tan grande, que todos los alojamientos de la capital, se
llenaban de peregrinos.
3-3. Cuando María y José iniciaron su retorno a Nazaret, Jesús se quedó en
Jerusalén.
"Al volverse ellos pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin
saberlo sus padres" (LC. 2, 43).
¿Cómo es posible el hecho de que Jesús, siendo un niño del que San Lucas nos
insiste en su Evangelio que les era sumiso a sus padres, los cuales le habían
educado perfectamente, se quedara en Jerusalén, sin hacer partícipes a sus
progenitores de este hecho? Nuestro Señor, encontró en Jerusalén algo que lo
admiró más que la contemplación del Templo y la visión de la enorme multitud de
celebrantes de la Pascua, así pues, los tres días que Nuestro Salvador estuvo
desaparecido de la presencia de sus padres, nos recuerdan los tres días que
transcurrieron entre su muerte y Resurrección.
El hecho de que Jesús se quedara en la Ciudad Santa, es indicativo de que el
Mesías vino al mundo a obedecer a su Padre celestial, el cual es superior a sus
padres terrenales. Jesús vino al mundo a priorizar el cumplimiento de la voluntad
de Dios, sobre el cumplimiento de las aspiraciones mundanas, que le dan sentido a
nuestra existencia.
El hecho de que Jesús se quedó en Jerusalén sin que lo supieran sus padres,
también indica que Jesús acabaría con la preeminencia de la vida de los clanes en
que vivían sus hermanos de raza. Al tener la mentalidad de Nuestro Santo Padre, -
la cual era muy diferente a la mentalidad de los judíos-, Jesús debía prescindir de la
dependencia de quienes eran mayores que él en su clan para poder ser
contemplado como Mesías, porque, de no prescindir de la dependencia de quienes
en su clan eran mayores que El, no hubiera podido ser contemplado como Cristo.
Esta es la razón que explica el hecho de que Jesús buscara a sus Apóstoles fuera de
su clan, y de que fueran pocos aquellos de sus familiares que se adhirieron al grupo
de sus discípulos.
3-4. María y José se dieron cuenta de que Jesús no estaba en la caravana en que
retornaban a Nazaret.
"Creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban
entre los parientes y conocidos; pero, al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en
su busca" (LC. 2, 44-45).
¿Cómo se explica el hecho de que María y José pasaran todo un día sin
preocuparse de dónde estaba Jesús? Dado que al cumplir los doce años de edad
Jesús era considerado como un hombre joven, no tenía por qué estar
continuamente vigilado por sus padres, dado que se suponía que el Señor era lo
suficientemente mayor y maduro, como para saber lo que hacía. Cuando los judíos
viajaban en caravanas, las mujeres iban al frente de las mismas, y los hombres les
seguían detrás. Dado que Jesús por su edad podía estar en cualquiera de los dos
grupos, ello explica la razón por la que sus padres no se preocuparon por saber
dónde estaba, porque, cada cual, lo suponía en el grupo del otro.
Deberíamos pensar si Jesús forma parte de nuestra vida, o si lo estamos
perdiendo, como les sucedió a sus padres, cuando creían que volvía con ellos a
Nazaret, e ignoraban que se quedó en el Templo de Jerusalén. Quizás no nos
preocupamos por conocer la Palabra de Dios, o a lo mejor sucede que celebramos
la Eucaristía diariamente, y pasamos muchas horas rezando, pero no aplicamos la
Palabra de dios a nuestra vida. Hagamos un esfuerzo para conocer, aceptar y amar
al Señor, y no esperemos la llegada del día en que nuestras dificultades nos exijan
que busquemos respuestas que no sabremos encontrar, por no haber cultivado
nuestra relación, con el Dios Uno y Trino.
San Lucas, nos dice que, María y José, se volvieron a Jerusalén, para buscar a
Jesús. Los padres del Mesías iban acompañados de sus familiares y amigos, pero no
sabemos si alguno de ellos se dignó acompañar a la Sagrada Familia, pensando en
los peligros que María y José probablemente tendrían que afrontar, al viajar solos.
¿Estaremos perdiendo a Jesús porque queremos encontrarlo en la satisfacción de
nuestros deseos, y no en el servicio desinteresado a nuestros prójimos los
hombres?
3-5. María y José encontraron a Jesús en el Templo de Jerusalén.
"al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los
maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas; todos los que le oían, estaban
estupefactos por su inteligencia y sus respuestas" (LC. 2, 46-47).
La escuela del Templo fue muy famosa en Judea. en el tiempo de Pascua, los
rabinos más reconocidos, se reunían, para discutir y enseñar las verdades más
elementales de su religión, entre las cuales destacaba la venida del Mesías al
mundo, para quienes esperaban este hecho. Jesús, por ser mayor de edad, tenía la
madurez necesaria para escuchar respuestas complicadas y responder preguntas.
Quienes escuchaban a Jesús no se asombraban por su juventud porque el Señor
era para ellos lo que es para los españoles un joven de 18 años, sino por la
profundidad de sus pensamientos.
Llegados a este punto, no solo deberíamos pensar cuál es la instrucción religiosa
de nuestros jóvenes y su disposición a vivir según las verdades que creemos, pues
también debemos pensar qué clase de cristianos somos. ¿Se sorprenden quienes
nos conocen a causa de nuestra sabiduría y de nuestro buen proceder como hijos
de dios?
3-6. La pregunta que María le hizo a Jesús.
"Cuando le vieron quedaron sorprendidos y su madre le dijo: "Hijo, ¿por qué nos
has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando." (LC. 2,
48).
La pérdida de Jesús debió ser muy angustiosa para María, porque, no solo perdió
a su Hijo, sino al Mesías, a quien Dios le encomendó por medio de San Gabriel,
para que lo criara y educara. Si para cualquier madre que ama a sus hijos es difícil
verlos madurar y hacerse independientes, -a no ser que esté concienciada de que
ello debe suceder inevitablemente-, la desaparición de Jesús fue doblemente
dolorosa para María, porque Nuestro Señor se le perdió repentinamente.
Mientras que para nosotros son gloriosos los hechos de que Jesús predicara el
Evangelio y nos redimiera por medio de su Pasión, muerte y Resurrección, tales
circunstancias, fueron dolorosas para María, porque vivió el sufrimiento de Nuestro
Salvador, no solo como creyente que lo seguía fielmente y por ello lo amaba, sino
como Madre.
Quizás María sintió miedo de no haber sido una digna Madre del Dios encarnado
cuando Jesús se quedó en Jerusalén sin que José y ella se percataran de este
hecho, y por ello lo buscó desesperadamente, durante tres días. María buscó a un
niño, pero se encontró con un joven espiritualmente bien formado, capacitado para
sorprender a los líderes religiosos, con su sabiduría increada.
Pensemos en lo doloroso que puede ser el hecho de criar un hijo y de dejarlo ir
para que viva su vida aprendiendo de sus aciertos y errores a superarse a sí
mismo, y en lo difícil que puede ser dejar un proyecto al que le hemos dedicado
muchos años, en manos de otra persona, pero pensemos en la belleza de ver a
nuestros hijos abriéndose camino en la vida, y en la satisfacción de saber que los
proyectos que hemos llevado a cabo no perecen en la tumba del olvido, porque hay
quienes los siguen perfeccionando.
Obviamente, José también debió sufrir mucho, al saber que Jesús había
desaparecido, pero San Lucas no nos informa de ello, porque su intención no
consistió en transmitirles a sus lectores un relato pormenorizado de lo que sucedió,
sino en rebatir a los adopcionistas, los cuales creían que Jesús fue adoptado como
Hijo de dios cuando fue adulto, y no que el Mesías fue Hijo de Dios en los años de
su infancia, como demuestran este hecho, los Evangelistas San Mateo, y San Lucas.
Para demostrar que Jesús es Hijo de Dios, San Lucas transcribió en su Evangelio la
desaparición del Señor, el cual se dedicó a las cosas de Dios antes que a complacer
a sus padres terrenos, porque no vino al mundo a servir a los tales, sino a cumplir
la voluntad de Yahveh.
3-7. El Padre y los padres de Jesús.
"Él les dijo: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa
de mi Padre?" (LC. 2, 49).
Jesús conocía a Nuestro Santo Padre, le amaba, y, consiguientemente, le servía,
pero no por ello, rechazaba a sus padres terrenales. Jesús sabía que, al
humanizarse, asumiendo la consecuencia de no utilizar su poder divino en su propio
beneficio, -cosa que hizo haciendo milagros en beneficio de otros-, necesitó de
María y José, y les agradecía lo que llegó a ser en términos humanos, pues ello no
hubiera sido posible, si no hubiera contado con tan ejemplares padres, que le
formaron espiritualmente, y le hicieron aprender el oficio de José, para que pudiera
tener un trabajo digno, en el caso de que tuviera que desarrollar su misión, al
mismo tiempo que se ganara el pan.
En cuanto era Dios, Jesús vino al mundo para desarrollar una gran misión divina,
a partir de su conversión, en el mayor ejemplo de humildad, que debemos imitar.
Mientras que muchos judíos esperaban que el Mesías descendiera de la realeza,
Jesús nació entre los más pobres y marginados de su país. Posteriormente, antes
de hacer los milagros que se le atribuyen en los Evangelios canónicos, realizó su
misión, no haciendo grandes obras, sino sometiéndose a sus padres terrenales. Así
es como Jesús nos enseñó a hacer extraordinarias las circunstancias ordinarias de
nuestra vida.
A imitación de Jesús, no despreciemos las relaciones humanas que podamos
tener, ni nuestras responsabilidades familiares y sociales. Jesús aprendió a servir a
Dios, estudiando la Ley de sus hermanos de raza, y obedeciendo a sus padres María
y José.
Si Jesús obedeció a sus padres humanos, ¿cómo no vamos a honrar a los
miembros de la familia de que formamos parte? ¿Cómo no vamos a honrar a la
familia cristiana de que somos miembros?
No olvidemos el cumplimiento de la voluntad de dios para complacer a nuestros
familiares, ni descuidemos a los tales, para dedicarnos a la vivencia de nuestra
religiosidad.
3-8. Los padres de Jesús no entendieron la respuesta del Señor.
"Pero ellos no entendieron la respuesta que les dio" (LC. 2, 50).
María y José no entendieron lo que Jesús les dijo haciendo referencia a la casa de
su Padre, haciendo una distinción entre su Padre celestial y su Padre terrenal. María
y José sabían que Jesús es Hijo de Dios, pero no comprendían la misión del Mesías,
ni sabían cómo la desempeñaría Jesús, ni cómo la llegaría a conocer el Señor. Esta
fue la razón por la que Jesús recibió una buena formación espiritual -aunque
probablemente no pudo ser formado en la Escuela del Templo por falta de medios
económicos-, y conoció la profesión de José, para que no le faltara el trabajo, en el
caso de que tuviera que desarrollar su misión, al mismo tiempo que se ganara el
pan. Jesús era un niño especial, que tenía que ser criado como cualquiera de sus
hermanos de raza pobres, para empezar a desempeñar su misión, siendo
conocedor, de las miserias humanas.
Muchas veces nos sucede que no sabemos interpretar nuestras circunstancias
vitales desde la óptica de Dios, porque desconocemos el designio y la Palabra de
Nuestro Padre común.
¿Qué debemos hacer para conocer mejor a Dios, y para amoldar nuestra vida al
cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo Padre?
3-9. María meditaba en su interior, todos los hechos relacionados, con la vida de
Jesús.
"Bajó con ellos, vino a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba
cuidadosamente todas las cosas en su corazón" (LC. 2, 51).
Es interesante contemplar los relatos relacionados con la infancia de Jesús, desde
el punto de vista de María, una adolescente que quizás no tenía una gran formación
religiosa, pero que, suplía su carencia de conocimientos teológicos, con la grandeza
de su fe.
¿Cómo pudo creer María que el Dios Todopoderoso quiso encarnarse en una joven
cuya mayor aspiración humana debió ser, -antes de ser Madre-, sentirse dichosa,
porque encontró un hombre bueno y trabajador, a quien estaba obligada a servir y
a amar?
A pesar de la humildad de María Santísima, San Gabriel, en el pasaje de la
Anunciación, le dijo:
""No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en
el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús" (CF. LC. 1, 30-
31).
Para María, no debió ser fácil compartir con sus familiares la increíble noticia de
su embarazo. Esta fue la causa por la que, cuando fue a visitar a Isabel, debió
sorprenderse, cuando su pariente la recibió, pronunciando las siguientes palabras:
""Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí
que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de
tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se
cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!" (CF. LC. 1, 42-45).
María quedó maravillada cuando, en medio de la pobreza en que dio a luz a su
Hijo, Jesús fue adorado por pastores.
"María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón"
(LC. 2, 19).
3-10. Jesús se desarrolló en el campo espiritual y en el campo material.
"Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres"
(LC. 2, 52).
Jesús creció física y mentalmente, y demostró este hecho, conociendo la Palabra
de Dios como lo hacía cualquiera de sus hermanos de raza, y aprendiendo a llevar a
cabo el oficio de San José. Jesús no se desarrolló solo, pues lo hizo relacionándose
con otros.
Los cristianos debemos desarrollarnos en nuestro medio familiar y social.
Debemos cumplir nuestros deberes religiosos y cívicos, y actuar como verdaderos
seguidores de Jesús, adquiriendo una buena formación espiritual, poniendo en
práctica todo lo que aprendamos en nuestros años de estudio, y dedicándole tiempo
a la oración.
3-11. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-12. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 2, 41-52 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Cuántas veces tenían que ir los judíos varones al año a Jerusalén a celebrar
grandes fiestas?
¿En qué casos tenían los judíos que celebrar la Pascua al menos una vez en su
vida?
¿Recuerdas cuáles eran las tres grandes fiestas que los judíos celebraban
anualmente en Jerusalén?
¿Por qué la Pascua era la fiesta principal de los judíos?
¿Qué dos cosas nos demuestran el hecho de que la Sagrada Familia celebraba la
Pascua anualmente en Jerusalén?
¿Cumplimos los preceptos referentes a nuestra religión?
¿Cumplimos los citados preceptos rutinariamente, o devotamente?
¿Somos ejemplos de fe a imitar por nuestros niños, adolescentes y jóvenes?
¿Cómo es nuestra celebración de la Navidad?
¿Podríamos mejorar nuestra vivencia de la Navidad desde el punto de vista de la
espiritualidad cristiana?
3-2.
¿Qué hecho importante aconteció cuando Jesús cumplió los doce años?
¿Podemos saber con certeza a qué edad celebró Jesús su primera Pascua? ¿Por
qué?
¿Por qué es importante tener en cuenta que Jesús era considerado mayor de
edad para interpretar el texto de San Lucas que estamos considerando?
¿Por qué viajaban los peregrinos que iban a Jerusalén en caravanas? ¿Qué
enseñanza podemos extraer de tal hecho?
¿De qué debió admirarse Jesús en Jerusalén durante la celebración de Pascua?
¿Qué fue lo que más llamó la atención del Señor en dicha celebración judía?
3-3.
¿Desobedeció Jesús a sus padres terrenos al quedarse en Jerusalén sin avisarles
de ello?
¿Por qué escribió San Lucas en su Evangelio el relato que estamos considerando?
¿Por qué quiso San Lucas destacar en este texto el hecho de que la misión de
Jesús prevaleció sobre la mantención de las relaciones humanas y el cumplimiento
de las obligaciones terrenales de Nuestro Salvador?
¿Qué hechos nos recuerdan los tres días que Jesús estuvo lejos de sus padres en
el Templo jerosolimitano?
¿Por qué Jesús se vio obligado a buscar a sus Apóstoles entre quienes no
pertenecían a su clan?
3-4.
¿Cómo explicas el hecho de que Jesús se les perdiera a sus padres sin que los
tales se percataran de ello?
¿Forma Jesús parte de nuestra vida, o lo estamos perdiendo?
¿Por qué, aunque nos tengamos por creyentes, no podemos responder los
interrogantes relacionados con nuestros padecimientos, si no cultivamos nuestra
relación, con el Dios Uno y Trino?
¿Estaremos perdiendo a Jesús porque queremos encontrarlo en la satisfacción de
nuestros deseos, y no en el servicio desinteresado a nuestros prójimos los
hombres?
3-5.
¿Qué hacían los maestros de la Ley más importantes de la tierra en el Templo de
Jerusalén durante los días de Pascua y la fiesta de los panes sin levadura?
¿Por qué se impresionaron los maestros de la Ley que escucharon las preguntas y
respuestas de Jesús?
¿Cómo es nuestra instrucción religiosa?
¿Qué clase de cristianos somos?
¿Somos caritativos?
¿Perdemos el tiempo criticando despiadadamente a quienes no viven los ritos y
preceptos que observamos escrupulosamente?
¿Hacemos el bien, pero no creemos que estudiar la Biblia y orar nos es
necesario?
¿Qué formación religiosa reciben los niños, adolescentes y jóvenes? ¿Qué ejemplo
de fe y perseverancia les damos a los tales?
¿Se sorprenden quienes nos conocen a causa de nuestra sabiduría y de nuestro
buen proceder como hijos de dios?
3-6.
¿Por qué debió ser angustiosa la pérdida de Jesús para María?
¿Por qué fueron dolorosos para María los hechos de la vida de Jesús que
consideramos gloriosos?
¿A quién buscó María desesperadamente durante tres días, y a quién encontró en
el Templo de Jerusalén?
¿Por qué no describió San Lucas en el pasaje de su primera obra que estamos
considerando los sentimientos de San José, cuando éste supo que el Mesías se
había perdido?
¿Por qué rebatió San Lucas a los adopcionistas con el relato que estamos
meditando?
3-7.
¿Por qué Jesús les agradeció a sus padres terrenales lo que hicieron por El?
¿Cómo nos enseñó Jesús a hacer extraordinarias nuestras vivencias ordinarias?
¿Por qué realizó Jesús su misión a partir de la vivencia de la humildad de los
pobres, los enfermos y los desamparados?
¿Debemos despreciar nuestras relaciones y responsabilidades para dedicarnos a
predicar el Evangelio y/o a orar enclaustrados? ¿Por qué?
3-8.
¿Por qué formaron María y José a Jesús para que se desarrollara familiar, social,
espiritual y profesionalmente?
¿Por qué no sabemos interpretar muchas veces nuestras circunstancias vitales?
¿Qué debemos hacer para conocer mejor a Dios, y para amoldar nuestra vida al
cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo Padre?
3-9.
¿Por qué quiso Dios que su Hijo naciera de una mujer humilde, y quizás carente
de una gran formación religiosa?
¿Cómo pudieron acoger los familiares de María la noticia de que el Hijo que
esperaba no era de José?
¿Por qué acogió Isabel a María humildemente?
¿Por qué se maravilló María de que los pastores betlemitas fueran a adorar a
Jesús al establo en que nació Nuestro Redentor?
3-10.
¿En qué aspectos se desarrolló Jesús, y debemos hacer nosotros lo propio?
5. Lecturas recomendadas.
La lectura atenta y pausada del capítulo 2 del Evangelio de San Mateo, y del
capítulo 2 del Evangelio de San Lucas, nos ayudará a conocer mejor la infancia de
Nuestro Señor. Si os es posible, os recomiendo que hagáis ambas lecturas,
siguiendo los modelos de lectio, que os envío semanalmente.
6. Contemplación.
Contemplemos a Nuestro Santo Padre lleno de alegría, viendo cómo Jesús
cumplía su voluntad, siendo humilde entre los humildes.
Contemplemos a la Sagrada Familia cumpliendo sus deberes religiosos.
Contemplémonos obviando el hecho de amoldar nuestra vida al cumplimiento de
la voluntad de Dios.
Contemplemos a Jesús en el Templo, dejándose adoctrinar, por quienes tenían un
conocimiento de Nuestro Santo Padre, inferior al suyo.
Contemplemos a María y a José angustiados buscando a Jesús.
Contemplémonos en nuestros sufrimientos queriendo buscar respuestas que
satisfagan nuestras dudas, que no buscamos en la Palabra de Dios.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 2, 41-52.
Comprometámonos a equilibrar nuestro crecimiento espiritual, con el hecho de
mantener relaciones familiares y sociales de calidad, y con el cumplimiento de
nuestras obligaciones religiosas y cívicas.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Tú que priorizaste el cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo
Padre sobre las personas y las circunstancias que podrían haberte separado de El,
enséñanos a vivir como buenos seguidores tuyos, para que sirvamos a Nuestro
Santo Padre en sus hijos los hombres, y vivamos constantemente estudiando tu
Palabra, practicando tus enseñanzas caritativas, y aprendiendo el arte de la
oración.
9. Oración final.
Lee en estado de contemplación los Salmos 127 y 128.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com