Solemnidad de la Natividad del Señor. Misa del día.
Jesús es Nuestro Dios, Hermano, Señor y Salvador.
Ejercicio de lectio divina de JN. 1, 1-18.
1. Oración inicial.
Orar es amoldar nuestra vida al cumplimiento de la voluntad de Jesús, quien es la
Palabra de Dios que ha existido desde siempre, y permanece junto a Nuestro Santo
Padre, por los siglos de los siglos.
Orar es escuchar, acoger, y vivir la Palabra de Dios, porque Jesús es más parte
nuestra, que nuestros cuerpos y almas.
Orar es pensar que existimos porque la Palabra de Dios nos ha dado el don de la
existencia, pues sin el Verbo divino, el universo no hubiera sido creado.
Orar es vivir sabiendo que Jesús es la luz que ilumina nuestra vida al
transmitírsenos como Palabra de dios, por obra del Espíritu Santo.
Orar es meditar y creer las siguientes palabras de San Pablo:
"Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia" (CF. ROM. 5, 20).
Orar es tomar conciencia de la necesidad que tenemos de vivir como verdaderos
testigos de la luz, que es Nuestro Señor Jesucristo, quien nos dice:
"Sino que recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y
seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de
la tierra" (HCH. 1, 8).
Orar es vivir siendo conscientes de que no somos el centro del universo, y por
ello no somos ni superiores ni inferiores a nadie, y debemos reconocernos pequeños
ante Dios, para que Nuestro Santo Padre, nos conceda su grandeza.
Orar es concienciarnos de la necesidad que tiene el mundo de testigos del Señor
que le den a conocer la Palabra divina que se hizo Hombre y vivió socialmente
ignorado, a pesar de que es el Dios Todopoderoso y eterno.
Orar es concienciarnos de que no vamos a rechazar a Jesús, como lo
despreciaron muchos de sus hermanos de raza, que, por su conocimiento de las
Sagradas Escrituras, debieron haber deducido que el Hijo de María, era el Mesías
esperado por el resto de Israel.
Orar es gozarnos, porque, al haber recibido la Palabra de dios en nuestra vida,
hemos sido hechos hijos de Nuestro Santo Padre, quien nos ha destinado a servirlo,
pues en ello consiste la consecución de la verdadera felicidad.
Orar es sentir que la Palabra de Dios mora en quienes la aceptan sin reservas, y
se glorían de vivir en conformidad con el cumplimiento de la voluntad de Nuestro
Santo Padre, porque en ello consiste la imitación de la conducta del Unigénito de
Dios.
Orar para nosotros, es ser conscientes de que no hemos visto a Dios, pero lo
conocemos, porque Jesús nos ha hablado de El, y, por su Pasión, muerte y
Resurrección, nos ha hecho sus hijos.
Oremos:
ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
¡Oh Espíritu Santo!, alma de mi alma, te adoro; ilumíname, guíame, fortifícame,
consuélame, dime qué debo hacer, ordéname.
Concédeme someterme a todo lo que quieras de mí, y aceptar todo lo que permitas
que me suceda. Hazme solamente conocer y cumplir tu voluntad.
(Desconozco el autor).
2. Leemos atentamente JN. 1, 1-18, intentando abarcar el mensaje que San Juan
nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros
Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 1-18
En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra
era Dios.
La Palabra en el principio estaba junto a Dios.
Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha
hecho.
En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió.
Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos
vinieran a la fe.
No era él la luz, sino testigo de la luz.
La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre.
Al mundo vino, y en el mundo estaba;
el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció.
Vino a su casa, y los suyos no la recibieron.
Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su
nombre.
Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal,
ni de amor humano, sino de Dios.
Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria:
gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Juan da testimonio de él y grita diciendo:
«Éste es de quien dije:
"El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."»
Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia.
Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio
de Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es
quien lo ha dado a conocer".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de JN. 1, 1-18.
3-1. Jesús es la Palabra eterna de Dios que nos ha dado la existencia.
"en el principio existía la Palabra" (JN. 1, 1).
el versículo joánico que estamos considerando, nos recuerda este otro texto del
primer libro de la Biblia:
"en el principio creó Dios los cielos y la tierra" (GN. 1, 1).
¿A qué principio se refieren en los citados textos los autores del cuarto Evangelio
y el Génesis? Ambos Hagiógrafos sagrados, se refieren al principio de la creación
del mundo. Cuando San Juan afirma que "en el principio existía la Palabra", nos
informa de que Jesús existía antes de que el universo fuera creado. Recordemos el
siguiente extracto de la oración sacerdotal de Nuestro Salvador:
"Yo te he glorificado en la tierra,
llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti,
con la gloria que tenía a tu lado
antes que el mundo fuese" (JN. 17, 4-5).
Antes de encarnarse en el seno virginal de María Santísima, Jesús estuvo en la
presencia de Nuestro Santo Padre, compartiendo la gloria divina con Yahveh.
3-2. Jesús es Dios, y, desde la eternidad, hasta que vino al mundo, estuvo con
Nuestro Santo Padre, en el cielo.
"en el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era
Dios. Ella estaba en el principio junto a dios." (JN. 1, 1-2).
Jesús es el Verbo de Dios. Ello lo prueba el hecho de que ha existido siempre, ha
vivido -y está- en la presencia de Nuestro Santo Padre, y, de hecho, es Dios, así
pues, Jesús es la segunda Persona, del Misterio de la Santísima Trinidad.
En las antiguas Escrituras, el Verbo aparece como agente de la creación.
"Por la palabra de Yahveh fueron hechos los cielos.
Por el soplo de su boca toda su mesnada" (SAL. 33, 6).
El Verbo de Dios también aparece en el antiguo Testamento, como revelador de
los mensajes de Yahveh a su pueblo, por medio de los profetas.
"Palabra de Yahveh que fue dirigida a Oseas" (OS. 1, 1).
El Verbo de dios también aparece en el Antiguo Testamento como revelador de la
Ley divina, que era para los creyentes, la norma de santidad, que habían de
cumplir, puntualmente.
"en tus preceptos tengo mis delicias,
no olvido tu palabra" (SAL. 119, 16).
Muchos de los lectores inmediatos del cuarto Evangelio, estaban influenciados por
la cultura griega. Para los griegos, el Verbo era el principio de la razón que
gobernaba el mundo, o el pensamiento que se mantenía en la mente. Esta es la
razón por la que San Juan nos presenta a Jesús como la Palabra de Dios que creó y
gobernará el mundo, pero el cuarto Evangelista no nos habla de Jesús como del
principio de la razón, sino como de la Palabra eterna de dios, que se hizo Hombre.
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y
de verdad" (JN. 1, 14).
el ser humano que San Juan nos presenta como Verbo de Dios, no solo es
Hombre, sino que también es el único Dios verdadero.
"El es imagen de dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra,
las visibles y las invisibles,
los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las
Potestades:
todo fue creado por él y para él,
el existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en él su consistencia" (COL. 1, 15-17).
Cuando San Pablo nos dice que Jesús es el Primogénito de toda la creación, no
debemos entender que Nuestro Salvador fue la primera creación de Nuestro Santo
Padre, pues ello es una referencia al hecho de que ha existido siempre. Tengamos
en cuenta que, si la Biblia se contradice, no puede contener la Palabra del Dios que
no puede equivocarse por causa de su infalibilidad, así pues, si la biblia se
contradice, no es Palabra de Dios, sino palabra de los hombres.
San Pablo nos dice que Jesús es igual a Dios.
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo: el cual, siendo de
condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios" (FLP. 2, 5-6).
El cuarto Evangelista, nos dice que Jesús es Dios.
"Yo y el Padre somos uno" (JN. 10, 30).
"Si no hago las obras de mi Padre,
no me creáis;
pero si las hago,
aunque a mí no me creáis,
creed por las obras,
y así sabréis y conoceréis
que el Padre está en mí y yo en el Padre" (JN. 10, 37-38).
"Jesús gritó y dijo:
"el que cree en mí,
no cree en mí,
sino en aquel que me ha enviado;
y el que me ve a mí,
ve a aquel que me ha enviado" (JN. 12, 44-45).
Jesús es la imagen y representación de Nuestro Padre celestial. Es por eso que
nos revela al Padre, de quien es un fiel reflejo.
"A Dios nadie le ha visto jamás;
el Hijo único,
que está en el seno del Padre,
él lo ha contado" (JN. 1, 18).
"Le dice Felipe: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta." Le dice Jesús: «¿Tanto
tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a
mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre?" (JN. 14, 8-9).
Jesús vino del cielo, así pues, no fue creado del polvo de la tierra, tal como les
sucedió a Adán y Eva.
"El primer hombre, salido de la tierra, es terreno; el segundo, viene del cielo" (1
COR. 15, 47).
Jesús es el Señor de todo lo creado.
"Siento una gran tristeza y un dolor incesante en el corazón. Pues desearía ser yo
mismo anatema, separado de Cristo, por mis hermanos, los de mi raza según la
carne, -los israelitas-, de los cuales es la adopción filial, la gloria, las alianzas, la
legislación, el culto, las promesas, y los patriarcas; de los cuales también procede
Cristo según la carne, el cual está por encima de todas las cosas, Dios bendito por
los siglos. Amén" (ROM. 9, 2-5).
el autor del Apocalipsis, nos dice que Jesucristo es "el testigo fiel, el Primogénito
de entre los muertos, el príncipe de los reyes de la tierra" (AP. 1, 5).
Jesús es plenamente Santo.
"Así es el Sumo Sacerdote que nos convenía: santo, inocente, incontaminado,
apartado de los pecadores, encumbrado por encima de los cielos, que no tiene
necesidad de ofrecer sacrificios cada día, primero por sus pecados propios como
aquellos Sumos Sacerdotes, luego por los del pueblo: y esto lo realizó de una vez
para siempre, ofreciéndose a sí mismo. Es que la Ley instituye Sumos Sacerdotes a
hombres frágiles: pero la palabra del juramento, posterior a la Ley, hace el Hijo
perfecto para siempre" (HEB. 7, 26-28).
Una prueba de la santidad de Jesús, la constituye la pureza de Nuestro Redentor.
"Sabiendo que habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros
padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de
cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo, predestinado antes de la creación del
mundo y manifestado en los últimos tiempos a causa de vosotros" (1 PE. 1, 18-20).
"Y sabéis que él se manifestó
para quitar los pecados
y en él no hay pecado" (1 JN. 3, 5).
Jesús tiene autoridad para juzgar el mundo.
San Pablo habla en su Carta a los Romanos del "día en que dios juzgará las
acciones secretas de los hombres, según mi Evangelio, por Cristo Jesús" (ROM. 2,
16).
"Porque es necesario que todos nosotros seamos puestos al descubierto ante el
tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo durante su vida
mortal, el bien o el mal" (2 COR. 5, 10).
San Pablo, en su Carta a los Colosenses, rebatió a quienes tenían dificultades
para creer que Jesús se hizo hombre, porque creían que existían dos principios, de
uno de los cuales -el espiritual- procedía el bien, y del otro -el material- el mal, y
pensaban que Jesús no pudo hacerse Hombre, porque la materia en sí, era mala.
Para San Pablo, Jesús, aunque se hizo Hombre, es la imagen exacta de Dios, a
pesar de que murió ajusticiado y crucificado, como si hubiera sido un criminal.
San Pablo les predicó a Jesús a quienes pensaban que el Mesías no podía haber
creado el mundo, porque en la tierra conviven juntos el bien y la maldad, y no
veían posible el hecho de que el Señor hubiera creado el mal. San Pablo afirmó que
Jesucristo, -el Dios hecho carne-, creó el cielo y la tierra, y tenía poder para
perdonarles sus pecados, a quienes decidieran cambiar de conducta.
A quienes no creían que Jesús era el Primogénito de Dios, sino uno de los
intermediarios entre Nuestro Santo Padre y los hombres, San Pablo les dijo que el
Hijo de María no tuvo principio creador alguno porque al ser Dios existió siempre, y
es el primero que resucitó de entre los muertos, para no volver a ser víctima de la
muerte.
A los gnósticos que pensaban que la salvación no procedía de la fe en Cristo, sino
de la adquisición del conocimiento secreto que deseaban alcanzar, San Pablo les
insistió en el hecho de que la salvación solo se nos puede conceder, por medio de la
Pasión, muerte y Resurrección, de Nuestro Salvador.
3-3. Si creemos en Dios, no prescindamos de El.
"todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada" (JN. 3, 3).
Si Dios creó el mundo por medio de Jesús, y sin nuestro Salvador no se hizo
nada, ¿cómo podremos prescindir del Dios Uno y Trino quienes creemos en El, si
estamos ciertos de que, lejos de El, nos es imposible alcanzar la plenitud de la
felicidad?
Nuestros dones no son propios, pues los hemos recibido de Dios. Si nos alejamos
de Nuestro Santo Padre, incumpliremos el propósito para el que nos creó, que
consiste en que alcancemos la plenitud de la felicidad, viviendo en su presencia, no
solo a partir del día en que Jesús concluya la plena instauración de su Reino entre
nosotros, sino a partir del momento en que le dejemos amoldarnos al cumplimiento
de su divina voluntad.
A lo largo de los 17 años que llevo predicando en el medio en que vivo, y de los
más de 10 años que he anunciado la Palabra de Dios en Internet, me he encontrado
con gente desesperada por su incapacidad de resolver las dificultades que tenía,
que pensaba que ni siquiera dios podía comprender lo que le sucedía. Esto no
puede ocurrir, porque, el dios que ha creado el universo a pesar de lo complejo que
es, nos ha dado la vida, y nos conoce perfectamente, mejor de lo que nosotros nos
conocemos.
3-4. La maldad de los hombres no es más poderosa que la Palabra de Dios.
"todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada. Lo que se hizo en ella era la vida
y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no
la vencieron" (JN. 1, 3-5).
Los versículos joánicos que estamos considerando son de gran belleza. La vida
está en la Palabra de Dios, y la vida de Jesús, es la luz de los hombres. Jesús nos
ilumina con su Palabra y con el ejemplo de fiel cumplimiento de la voluntad de
Nuestro Santo Padre que nos dejó.
"Jesús les habló otra vez diciendo:
«Yo soy la luz del mundo;
el que me siga no caminará en la oscuridad,
sino que tendrá la luz de la vida.»" (JN. 8, 12).
"Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo" (JN. 9, 5).
"Jesús les dijo:
«Todavía, por un poco de tiempo, está la luz entre vosotros.
Caminad mientras tenéis la luz,
para que no os sorprendan las tinieblas;
el que camina en tinieblas, no sabe a dónde va.
Mientras tenéis la luz,
creed en la luz,
para que seáis hijos de luz.".
Dicho esto, se marchó Jesús y se ocultó de ellos" (JN. 12, 35-36).
En el Evangelio de San Juan, aparecen las tinieblas opuestas a la luz, y la muerte
opuesta a la vida. Nuestra vida sin Jesús es tenebrosa y nos mantiene muertos a la
gracia divina, no porque Dios no nos la concede, sino porque le impedimos que
penetre con la misma nuestra alma. Permitámosle a Cristo que nos saque de las
tinieblas del pecado, y que nos conceda la vida eterna, para que así podamos vivir
por años sin término, en la presencia de Nuestro Padre celestial.
3-5. El ejemplo de San Juan Bautista.
"Hubo un hombre, enviado por dios: se llamaba Juan. Este vino para un
testimonio, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él
la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz" (JN. 1, 6-8).
San Juan Evangelista no se menciona a sí mismo en el cuarto Evangelio
escribiendo su nombre, sino como el más amado de los discípulos del Señor,
indicando así, que los lectores de sus libros bíblicos, debían unirse a él como un
solo creyente, imitando su fe, una fe que no era suya, pues la recibió de Dios.
San Juan Bautista vino al mundo a dar testimonio de Jesús. El Bautista no era el
Mesías, sino siervo de Nuestro Padre celestial. Al igual que hizo el hijo del sacerdote
Zacarías, no debemos actuar ante el mundo como si fuéramos la verdadera luz,
sino como reflejos de la luz de Cristo. No debemos presentarnos ante el mundo
como la luz verdadera, pero debemos indicarles a los hombres, a través de nuestro
ejemplo conductual de buenos cristianos, que miren a Cristo, quien es la verdadera
luz divina.
Jesús nos muestra por medio de su luz el camino que debemos recorrer para
alcanzar la salvación, y nos enseña la forma en que hemos de recorrer dicho
camino. Permitámosle al Señor que haga extraordinarias las circunstancias
ordinarias de nuestra vida.
3-6. No rechacemos a Jesús.
"La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre, viniendo a este
mundo. en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la
conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron" (JN. 1, 9-11).
A pesar de que Jesús creó el mundo, la humanidad no le reconoció. Aunque los
israelitas fueron escogidos como primicia del pueblo de Dios de entre la humanidad,
y podrían haberle conocido por medio de la interpretación de las profecías
referentes a Nuestro Salvador, la mayoría de los judíos le rechazaron.
3-7. La Palabra de dios, hace hijos de dios, a quienes la reciben.
"Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los
que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni
de deseo de hombre, sino que nacieron de dios" (JN. 1, 12-13).
Permitirle a Jesús que nos haga hijos de dios, significa disponernos a cambiar
nuestra manera de ser y pensar. Jesús vino al mundo para hacer de nosotros
miembros de la familia de Dios. Si estamos dispuestos a dejarnos transformar por
el Señor, llegaremos a ser nuevas personas, y alcanzaremos la plenitud de la
felicidad.
3-8. La Palabra se hizo carne.
"Y la Palabra se hizo carne" (JN. 1, 14).
El Verbo eterno de Dios se hizo Hombre.
¿Qué tipo de hombre fue Jesús?
Nuestro Señor no sucumbió bajo el pecado, y si fue castigado como pecador, ello
no sucedió por causa de su impureza, sino porque quiso hacerse igual a nosotros,
para demostrarnos que somos amados por Nuestro Padre común.
"Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (HEB. 4,
15).
Jesús es un modelo de conducta a seguir para nosotros, y por ello ha llegado a
ser nuestro Maestro de espiritualidad, que nos enseña cómo actúa Dios, y por qué y
cómo debemos imitarlo.
"Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo" (FLP. 2, 5).
Jesús les dijo a sus discípulos durante la celebración de su Ultima Cena pascual,
antes de ser crucificado:
"Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy" (JN.
13, 13).
Con respecto al hecho de que Cristo es nuestro ejemplo a imitar, San Pedro, nos
dice:
"Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros,
dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas" (1 PE. 2, 21).
Cristo fue la víctima sacrificial perfecta, por la que nos fueron perdonados
nuestros pecados.
"El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia:
El es el Principio,
el Primogénito de entre los muertos,
para que sea él el primero en todo,
pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud,
y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando, mediante la sangre de su cruz,
lo que hay en la tierra y en los cielos.
Y a vosotros, que en otro tiempo fuisteis extraños y enemigos,
por vuestros pensamientos y malas obras,
os ha reconciliado ahora, por medio de la muerte en su cuerpo
de carne, para presentaros santos, inmaculados e
irreprensibles delante de El;
con tal que permanezcáis sólidamente cimentados en la fe,
firmes e inconmovibles en la esperanza del Evangelio que
oísteis, que ha sido proclamado a toda criatura bajo el cielo
y del que yo, Pablo, he llegado a ser ministro" (COL. 1, 18-23).
3-9. La Palabra de Dios puso su morada entre nosotros, y hemos contemplado su
gloria.
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y
de verdad" (JN. 1, 14).
¿En qué sentido puso la Palabra de dios su morada entre nosotros? Jesús vivió
como lo hacemos nosotros, con la salvedad de que no pecó jamás. Jesús, siendo
dueño de las riquezas del mundo, quiso ser pobre entre los pobres, porque, cuanto
mayores son nuestras carencias espirituales y materiales, más facilidad tenemos
para encontrarnos con Dios, a pesar de que este hecho es paradójico.
Durante el tiempo de Adviento, hemos recordado que Jesús vino a Palestina en el
siglo I de la era actual, y, cuando ascendió al cielo, no nos desamparó, pues se nos
entrega en las celebraciones eucarísticas, y vive en quienes lo aman, y,
consiguientemente, imitan su ejemplo de conducta. Aunque en la actualidad Jesús
se nos manifiesta por medio de la Palabra de dios contenida en la Biblia, y por
medio de quienes lo aceptan, vivimos esperando su segunda venida al mundo, para
que concluya la plena instauración, de su Reino de amor y paz, entre nosotros.
¿Cómo hemos contemplado la gloria de Jesús? el triunfo de Jesús sobre el pecado
y la muerte, no se puede experimentar con nuestros sentidos humanos, pero ello es
una verdad de fe, que nos alienta a ser mejores cristianos, mientras esperamos que
acontezca la Parusía de Nuestro Salvador. La Resurrección de Jesús de entre los
muertos, es el hecho central de nuestra fe, el cual nos ayuda a superar muchos
obstáculos, y a vivir las dificultades que no podemos superar, mientras esperamos
que Jesús venga a nuestro encuentro por última vez, a exterminar los sufrimientos
que impiden que la humanidad alcance la plenitud de la dicha.
3-10. Jesús es el Hijo único de Dios, y nosotros somos hijos adoptivos, de
Nuestro Padre celestial.
Jesús es el único Hijo de Dios. Nosotros no podemos mantener con Nuestro
Creador la relación que mantienen Jesús y Nuestro Santo Padre, pero, mediante el
Sacramento del Bautismo, Dios nos hace sus hijos adoptivos. Si aceptamos a Dios
como Padre, debemos imitar la conducta que observó Jesús.
"En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de dios"
(ROM. 8, 14).
3-11. Jesús es perfecto Dios y perfecto Hombre. En cuanto es perfecto Dios,
Nuestro Señor está lleno de gracia y de verdad.
Cuando Jesús se encarnó en María Santísima, Dios se hizo Hombre. Jesús no es
mitad Dios y mitad Hombre, sino perfecto Dios, y perfecto Hombre.
"Porque en él reside toda la plenitud de la divinidad corporalmente" (COL. 2, 9).
Dios es un ser espiritual e incorpóreo. Como Jesús se hizo Hombre sin dejar de
ser Dios por ello, podemos decir que, en Nuestro Salvador humanizado, reside toda
la plenitud de la divinidad, corporalmente.
Antes de que Jesús viniera al mundo, nadie pudo conocer a Dios plenamente
como podemos hacerlo nosotros desde que el Mesías vino por primera vez a
nuestro encuentro, porque Dios se hizo visible y palpable en la humanidad del
Redentor de los hombres. Cristo puede ser Dios y Hombre al mismo tiempo. No
minimicemos la divinidad ni la humanidad de Jesús, y aceptemos al Hijo de dios y
María, tal cual es.
3-12. San Juan Bautista anunció la venida de Jesús al mundo.
"Juan da testimonio de él y clama: "Este era del que yo dije: El que viene detrás
de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo."" (JN. 1, 15).
Jesús nació e inició su Ministerio público después de que naciera Juan el Bautista,
y de que el citado profeta empezara a predicar la venida del Mesías al mundo, pero
se puso delante de el hijo del sacerdote Zacarías, porque es el más importante
entre los hombres de todos los tiempos. San Juan Bautista probó esta verdad,
afirmando que el Mesías existió antes que él fuera engendrado, pues el Bautista
vino al mundo para anunciar la primera venida de Nuestro Salvador al mundo, es
decir, para anunciar la venida de Aquel que existe desde antes que existiera él.
3-13. ¿Somos conscientes de lo que Jesús ha hecho por nosotros?
"Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia" (JN. 1, 16).
Los cristianos tenemos la convicción de que no podemos alcanzar la plenitud de la
felicidad por nuestros medios humanos. Creemos que Jesús nos hizo hijos de dios
por medio de su Pasión, muerte y Resurrección de entre los muertos, y por ello
sabemos que, todo lo que llegamos a ser y conseguimos, proviene de Dios.
"el que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros,
¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas?" (ROM. 8, 32).
"en efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de dios.
Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien,
recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! el
Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de
Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de dios y coherederos de Cristo, ya
que sufrimos con él, para ser también con él glorificados" (ROM. 8, 14-17).
3-14. Dios es amor y justicia.
"Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han
llegado por Jesucristo" (JN. 1, 17).
¿Son compatibles el amor y la justicia? ¿Se excluyen el amor y la justicia
mutuamente? Dado que el amor y la justicia forman parte de nuestra naturaleza,
ello nos ayuda a percibir a dios como Amor y Justicia que no se excluyen, sino que
se complementan. Moisés predicó al Dios de la justicia, del que Jesús nos dijo que
es misericordioso, y por ello nos ama infinitamente, lo cual significa que perdona
nuestros pecados, sin dejar de ser el Dios de la justicia.
Una prueba de que Dios es amor y justicia, es el hecho de que Jesús vino al
mundo a cumplir la Ley de Moisés, no a anularla, aunque humanizó el acatamiento
de los preceptos de la misma.
"No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir,
sino a dar cumplimiento" (MT. 5, 17).
Antes de que Jesús viniera al mundo, la voluntad de Dios era conocida, por medio
del acatamiento de los preceptos de la Ley mosaica. Desde que Jesús vino al
mundo, nuestro conocimiento y comprensión de dios se incrementan, en la medida
que nos adherimos al Salvador de la humanidad.
3-15. Dios se hizo visible y palpable en la humanidad de Jesús.
"A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre,
él lo ha contado" (JN. 1, 18).
Notemos cómo el último versículo del texto que estamos considerando, resume el
prólogo del cuarto Evangelio. Nadie ha visto a dios con la excepción de Jesús, que
es dios con el Padre y el Espíritu Santo y vive en la presencia de ambos, y nos los
ha dado a conocer, al mismo tiempo que se nos ha revelado a Sí mismo.
Dios se comunicó en el tiempo del Antiguo Testamento con sus creyentes a
través de muchas personas, pero ninguno de esos mensajeros vio a Nuestro Santo
Padre. en la humanidad de Cristo, Dios se hizo visible y tangible. En la Persona de
Jesús, dios se hizo Hombre, y habitó entre nosotros.
"Y la Palabra se hizo carne, y puso su morada entre nosotros, y hemos
contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito, lleno de gracia y
de verdad" (JN. 1, 14).
3-16. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-17. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en JN. 1, 1-18 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿A qué principio se refieren JN. 1, 1 y GN. 1, 1?
¿Qué quiere decir San Juan cuando indica en su Evangelio que al principio existía
la Palabra?
¿Conoces algún texto del Evangelio de San Juan con el que puedas probar que
Jesús estuvo en el cielo como Dios que es antes de encarnarse?
3-2.
¿De qué tres formas se nos revela el Verbo de dios en el Antiguo Testamento?
¿Por qué presenta San Juan a Jesús en el cuarto Evangelio como la Palabra de
Dios que creó y gobernará el mundo?
¿Cómo puedes refutar el pensamiento de que Jesús fue creado por dios Nuestro
Padre?
¿De quién es Jesús un fiel reflejo?
¿A quién percibimos cuando miramos a Jesús? (JN. 14, 9).
¿Por qué es necesario que comparezcamos ante el tribunal de Cristo? (2 COR. 5,
10).
3-3.
¿Por qué no podemos prescindir de dios quienes creemos en El?
¿Qué nos sucedería si nos separáramos de dios?
¿Podemos sentir que somos miembros del Reino de dios en esta vida?
3-4.
¿Qué significa el hecho de que Jesús es la luz del mundo?
¿Cómo nos ilumina la luz de Jesús?
3-5.
¿Por qué no escribió San Juan Evangelista su nombre en el cuarto Evangelio?
¿A qué vino al mundo San Juan Bautista?
¿Cómo debemos actuar en el mundo?
¿Por qué se nos pide que les indiquemos a los hombres que inspiren su vida en la
imitación de la conducta que observó Jesús?
¿Qué nos muestra y enseña Jesús por medio de su luz?
3-6.
¿Cómo podrían haber conocido a Jesús muchos de los hermanos de raza del
Señor que lo rechazaron?
¿Estaremos nosotros despreciando a Jesús, a pesar de que tenemos la Biblia, los
documentos de la Iglesia, los predicadores de la fundación de Cristo, y el análisis de
nuestras circunstancias vitales desde la óptica de la fe que profesamos para
conocerlo?
3-7.
¿Somos conscientes de lo que significa permitirle a Jesús que nos haga hijos de
Dios?
¿Para qué vino Jesús al mundo, según se indica en el apartado 3-7 del presente
trabajo?
¿Qué nos sucederá si estamos dispuestos a dejarnos transformar por el Señor?
3-8.
¿Qué tipo de hombre fue Jesús?
Si el Señor fue plenamente justo, ¿por qué fue castigado como si hubiera sido un
malhechor irremisible, desde el punto de vista humano?
¿Por qué es Jesús un modelo de conducta a seguir por nosotros?
¿Qué nos enseña Jesús?
¿Por qué nos fueron perdonados nuestros pecados?
3-9.
¿en qué sentido puso el Verbo de Dios su morada entre nosotros? ¿Por qué es
paradójico este hecho a nuestros ojos?
¿Podrías describir las tres presencias de Jesús entre nosotros que hemos
recordado durante el tiempo de Adviento?
¿en qué sentido hemos contemplado la gloria de dios?
3-10.
¿Por qué no podemos relacionarnos con Nuestro Santo Padre como lo hace Jesús?
¿Por qué no somos hijos naturales de Dios?
¿Cuál es el Sacramento que dios utiliza como medio para hacernos sus hijos
adoptivos?
3-11.
¿Es Jesús más divino que humano, o viceversa?
¿Conoces algún versículo bíblico con el que puedas demostrar que Jesús es
perfecto Dios y perfecto Hombre a un mismo tiempo?
¿Por qué podemos decir que la plenitud de la divinidad reside corporalmente en
Jesús hecho Hombre?
¿Por qué podemos conocer a dios desde que Jesús vino al mundo?
3-12.
¿Por qué es Jesús superior a San Juan Bautista y a todos los hombres de todos
los tiempos? ¿Con qué argumento demostró San Juan Bautista esta verdad?
3-13.
¿Por qué creemos los cristianos que no podemos alcanzar la plenitud de la dicha
por nuestros medios humanos?
¿Cómo nos hizo Jesús hijos adoptivos de Dios?
3-14.
¿Son compatibles el amor y la justicia desde el punto de vista de Dios?
¿Existe alguna diferencia entre el Dios predicado por Moisés y el Dios predicado
por Jesús?
¿Puedes demostrar que en Dios el amor y la justicia se complementan?
¿Cómo era conocida la voluntad de Dios por los israelitas antes de que Jesús
viniera al mundo?
¿Cómo podemos conocer la voluntad y la naturaleza de dios actualmente?
3-15.
¿Cómo es posible que Jesús nos haya dado a conocer a dios?
5. Lectura relacionada.
Lee el capítulo ocho del libro de los Proverbios.
6. Contemplación.
Contemplemos la imagen de Dios a quien no vemos porque carece de cuerpo
humano, en Jesús, y en nuestros prójimos los hombres, especialmente en quienes
necesitan de nuestras dádivas espirituales y materiales.
Contemplemos a Jesús como un Niño indefenso necesitado de amor humano, que
vino a comunicarnos la Buena noticia de que somos amados por Nuestro Padre del
cielo.
Contemplémonos entregados a nuestras ocupaciones y sumidos en el
pensamiento de nuestras preocupaciones, posponiendo las oportunidades que se
nos conceden de convertirnos a dios Nuestro Señor.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en JN. 1, 1-18.
Comprometámonos a dedicar unos minutos de este día a meditar sobre quién es
Jesús para nosotros, y a considerar la posibilidad de ser fieles discípulos de Nuestro
Salvador.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
ejemplo de oración personal:
Querido Jesús: ¿Cómo puedo agradecerte el bien que me has hecho? Me siento
pequeño al considerar tu grandeza, y al compararla con mi debilidad de carácter, y
la pequeñez de mi pobre fe. Gracias por ser mi Dios, mi Hermano, mi Señor y mi
Salvador.
9. Oración final.
Lee el Salmo 103.
Nota: He extraído los textos bíblicos transcritos en este trabajo del leccionario de
la Misa y de las traducciones de la Biblia de Jerusalén de los años 1976 y 2001.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com