Solemnidad de la Natividad del Señor.
Misa de medianoche
Ejercicio de lectio divina de LC. 2, 1-14.
1. Oración inicial.
Orar es sentir que estamos en presencia del Señor, dispuestos a dejar que,
gracias a la acción santificadora del Espíritu Santo, el Evangelio haga de nosotros
criaturas nuevas, dispuestas a cumplir la voluntad de Nuestro Padre celestial.
Orar es sentirnos felices en presencia del Dios Uno y Trino en esta noche santa,
en que Nuestro Redentor se hizo pequeño como nosotros, y vino al mundo, a
concedernos su grandeza divina.
Orar es tener la satisfacción de habernos dispuesto durante el tiempo de Adviento
a la llegada de esta noche santa, en que el Mesías nos pide que hagamos de
nuestros brazos una cuna, para que podamos arroparlo y consentirlo.
Orar es adoptar el compromiso fiel y sincero de tratar a nuestros prójimos los
hombres con el amor y la sensibilidad con que trataríamos al pequeño Jesús, si
tuviéramos la dicha de tenerlo entre nuestros brazos.
Orar es pensar que nos queda un largo camino que recorrer para alcanzar la
perfección divina que añoramos, y que ello nos será posible si, a pesar de nuestros
defectos y caídas, le demostramos al dios Uno y Trino, que lo amamos
sinceramente.
Orar es pensar que, aunque somos débiles, en la medida que nos confiemos a
Dios, El hará en nuestra vida, lo que no podemos hacer, por causa de nuestra
imperfección.
Orar es cumplir nuestros deberes sociales puntualmente, aunque ello sea difícil
para nosotros, tal como les sucedió a María y José, cuando Jesús estaba a punto de
nacer, y tuvieron que viajar a Belén, para empadronarse.
Orar es pensar que, al igual que le sucedió a Jesús, en nuestro árbol genealógico,
hay santos y pecadores, y que, tal como hizo Nuestro Salvador, tenemos que labrar
nuestra propia historia, convirtiéndonos en ejemplos de fe y servicio desinteresado
a Dios, en sus hijos los hombres.
Orar es pensar que, aunque no ocupamos la posición social que nos gustaría
tener, o aunque no estamos pasando el tiempo más feliz de nuestra vida, el Dios
Uno y Trino nos purifica y santifica a través de nuestras circunstancias vitales,
demostrándonos su amor, y concediéndonos la salvación que añoramos.
Orar es pensar que ante Dios todos tenemos la dignidad de hijos, y que para
Nuestro Padre común, no existen clases sociales que nos diferencien a unos de
otros.
Orar es permanecer en actitud de espera tal como hemos hecho durante el
Adviento esperando el Nacimiento de Jesús, aguardando que Dios haga grandes
obras en nuestra vida.
Orar es descubrir la grandeza de Dios más allá de los sufrimientos característicos
de la humanidad.
Orar es hacer que nuestras tribulaciones actuales no nos impidan alegrarnos
pensando que Jesús ha venido un año más a nuestro encuentro, a pesar de lo difícil
que es para nosotros creer en El y cumplir su voluntad.
Orar es vivir pensando que esta noche todos los rincones del mundo se llaman
Belén, y que Jesús vive -o se manifiesta- en todos aquellos a quienes podemos
demostrarles nuestro amor fraternal.
Orar es glorificar a Dios porque ha enviado a Jesús al mundo para salvarnos, por
medio de su Pasión, muerte y Resurrección.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que unes a Nuestro Santo Padre a Jesús, y que tienes el
propósito de concedernos tus dones para purificarnos y santificarnos: Ven a
nuestros corazones en esta noche santa en que Jesús ha venido a nuestro
encuentro, para que estemos dispuestos a recibirlo dignamente.
Sé el consuelo de quienes echan de menos a sus familiares que están lejos de
ellos, están enfermos o han fallecido.
Hazles comprender, a quienes se consideran pecadores irremediables, que tu
amor y tus dones, son el remedio para devolverles su confianza en ti, y en sí
mismos.
Ayúdanos a comprender que, según la medida con que hagamos el bien en
beneficio de quienes necesitan nuestras dádivas espirituales y materiales,
sentiremos que vives en nosotros, y nos llevas a la presencia de Nuestro Santo
Padre.
Irrumpe en la vida de quienes se sienten impedidos para alcanzar la plenitud de
la felicidad.
Sé en esta noche santa, sanación y alivio para los enfermos, alegría y ánimo para
los tristes, y la fuerza interior renovadora que necesitan quienes se aislaron
interrumpiendo todo lo que hacían, pensando que son inútiles.
Haz de nuestra tierra tu cielo.
Ayúdanos a ser perfectos imitadores de Jesús, y a lograr que nuestra mayor
ambición, sea cumplir la voluntad de Nuestro Padre celestial. Amén.
2. Leemos atentamente LC. 2, 1-14, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Hoy os ha nacido un Salvador
Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 1-14
En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un
censo del mundo entero.
Éste fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban
a inscribirse, cada cual a su ciudad.
También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de
Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para
inscribirse con su esposa María, que estaba encinta. Y mientras estaba allí le llegó
el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando
por turno su rebaño.
Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y
se llenaron de gran temor.
El ángel les dijo:
—«No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí
tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre.»
De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa
a Dios, diciendo:
—«Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 2, 1-14.
3-1. El afán de poder, riquezas y prestigio de los hombres, contrasta con la forma
en que Dios se nos entrega.
"Por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se
empadronase todo el mundo" (LC. 2, 1).
San Lucas escribió sus obras relacionando los relatos de las mismas con el tiempo
en que gobernaron los líderes políticos más trascendentales del mundo y los líderes
político-religiosos más importantes de Palestina, la tierra en que nació, llevó a cabo
su Ministerio público, y nos redimió Nuestro Salvador, por medio de su Pasión,
muerte y resurrección. El hecho de mencionar a los citados personajes, le servía a
San Lucas como garantía para situar los hechos que narró en sus dos libros en el
tiempo en que sucedieron, dado que muchos de sus lectores eran griegos, y
estaban interesados y familiarizados, con la situación política mundial.
San Lucas nos dice que Palestina estaba bajo el poder de Roma, y el imperio
romano estaba bajo el poder del Emperador Augusto César. Los romanos
consideraban a sus emperadores como si fueran dioses. Este hecho contrasta con la
idea de que Jesús, quien nació de una familia pobre, y llevó a cabo su misión
viviendo humildemente, fuera considerado como Dios, por quienes aceptaron su
Evangelio. Los emperadores romanos eran considerados como divinos por causa de
su poder, riquezas y prestigio. El poder de Jesús Hombre radicó en sentirse amado
por dios y seguro de que Nuestro Santo Padre no lo desampararía. La riqueza de
Nuestro Señor fue el amor divino y humano, y, el prestigio de Nuestro Redentor,
fue la satisfacción de que cumplió cabalmente, la voluntad de Nuestro Padre
celestial, quien lo hizo Rey después de que ascendiera al cielo, por haber cumplido
su voluntad perfectamente.
3-2. Augusto César cumplió la voluntad de dios sin saberlo.
"Este primer empadronamiento tuvo lugar siendo gobernador de Siria Cirino" (LC.
2, 2).
El censo romano de que nos habla San Lucas en el texto que estamos
considerando, sirvió para recaudar impuestos, y, en el caso de quienes no eran
judíos, para reclutar soldados para el ejército romano, porque los hermanos de raza
de Nuestro Salvador, no servían en el ejército imperial. Este censo sirvió para que
María y José viajaran a Belén, donde se cumplió la profecía de Miqueas, referente al
Nacimiento del Mesías.
"Mas tú, Belén Efratá,
aunque eres la menor de entre las familias de Judá,
de ti me ha de salir
aquel que ha de dominar en Israel,
y cuyos orígenes son de antigüedad,
desde los días de antaño" (MIQ. 5, 1).
3-3. María y José viajaron a Belén, donde se cumplió la profecía del Nacimiento
del Mesías.
"Iban todos a empadronarse, cada uno a su ciudad. Subió también José desde
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén,
por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa,
que estaba encinta" (LC. 2, 3-5).
A pesar de que María estaba a punto de dar a luz, se vio forzada a acompañar a
José a Belén, para que ambos fueran censados. Aunque Jesús podía nacer en
cualquier momento, la Sagrada Familia no hayó ningún lugar en que hospedarse,
cuando llegó a la ciudad de David, y, después de pasar tiempo buscando donde
hospedarse, consiguió alojarse en una cueva, utilizada por los pastores, para
guarecer sus rebaños. Los judíos celebraban el nacimiento de sus descendientes,
pero José y María se encontraron solos cuando nació Jesús, sin nadie con quien
compartir su alegría, y con la tristeza de estar hospedados en un establo, lo cual
fue difícil para ellos, porque no eran tan pobres como quienes carecen de un techo
bajo el que guarecerse. Pasar de la pobreza a una situación acomodada es
relativamente fácil, pero, el hecho de que suceda lo contrario, es doloroso.
Cuando hacemos la voluntad de Dios, no tenemos la garantía de que se nos va a
recompensar por ello en este mundo, y, en el caso de que ello acontezca, no
sucede en el momento en que más lo deseamos. A pesar de ello, sabemos que las
situaciones incómodas y/o dolorosas, tienen un significado útil para nosotros, si las
examinamos desde el punto de vista de Dios.
3-4. María dio a luz a Jesús, lo envolvió en pañales, y le acostó en un pesebre.
"Mientras estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento y dio a luz a
su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no
tenían sitio en el albergue" (LC. 2, 6-7).
3-4-1. Jesús fue el único hijo de María.
En hebreo, la palabra "bekor" hace referencia al primer hijo de una madre, que,
precisamente, por ser el primogénito de la misma, está consagrado al servicio de
Dios, y debe ser rescatado -o recuperado- por medio de un sacrificio, llevado a
cabo en el Templo de Jerusalén. Dado que los primeros hijos estaban consagrados
a Dios, en el texto que estamos considerando, la palabra "primogénito", tiene un
sentido técnico legal, y se aplica, -como hemos visto-, al primer hijo de una mujer,
independientemente de que la misma tenga más descendientes.
San Lucas escribió su Evangelio en griego común -o koiné-, un idioma en que, la
palabra "prototokon", utilizada por el tercer Evangelista en el texto de su primer
libro que estamos considerando, hace referencia al primer hijo nacido de una
mujer, aun en el caso de que la misma no tuviera otros descendientes.
¿Tuvo María más hijos antes o después de dar a luz a Jesús? María tuvo muchos
hijos espirituales, porque, Jesús, antes de expirar en la cruz, le confió al Apóstol
San Juan su cuidado, lo cual nos ha servido a los católicos, para sentirnos hijos
adoptivos de la Madre de Nuestro Redentor.
3-4-2. Contemplemos a Jesús en el pesebre.
Los establos eran cuevas con depósitos cavados en las paredes rocosas llamados
pesebres, que se utilizaban para alimentar a los animales. A pesar de que en las
tarjetas navideñas suele aparecer el establo en que nació Nuestro Salvador como
un lugar paradisíaco, ello no concuerda en absoluto con la realidad. Los establos
eran cuevas oscuras y sucias. Los judíos que esperaban un Mesías religioso-político,
esperaban un líder que los librara del yugo romano nacido de la realeza, no un
predicador nacido en la más absoluta pobreza, que predicara el amor a los
enemigos, tal como hizo Jesús.
No anulemos el cumplimiento de la voluntad de Dios pensando en cumplir las
expectativas que tenemos con respecto a Jesús. Dejemos que Dios sea Dios, y no
pretendamos amoldarlo al cumplimiento de nuestras aspiraciones. Dios obra donde
se le necesita, y, si en la oscuridad del pecado, y en la suciedad de la carencia de
amor a nuestros prójimos los hombres, descubrimos la necesidad de alcanzar
aspiraciones superiores al poder, las riquezas y el prestigio, Dios aprovechará
nuestro deseo de crecer espiritualmente, nos hará imitadores de la conducta de
Jesús, y también nos hará coherederos del Reino de Nuestro Salvador.
La imagen del Niño Dios en el pesebre, se ha convertido en una tierna estampa,
característica de la Navidad, y nos sugiere que nos hagamos la siguiente pregunta:
¿Quién es Jesús para nosotros?
Jesús vivió admirablemente. Nuestro Señor dignificó a los pobres, a los enfermos
y a los desamparados, y nos enseñó que, ante Nuestro Santo Padre, todos tenemos
la dignidad de hijos.
Jesús murió para demostrarnos que somos el objeto del amor de Nuestro Santo
Padre, resucitó de entre los muertos, ascendió al cielo, y volverá a la tierra para
gobernarla, no como un pobre hombre, sino como el Rey de los reyes, sin dejar de
tener la humildad que le caracterizó en su primera venida.
No permitamos que Jesús se reduzca a la imagen del Niño Dios que
contemplamos el día de Navidad y obviamos el resto del año.
Dejemos que Jesús sea el Señor de nuestra vida.
Aceptemos el reto de dejar que Jesús nos engrandezca, según le permitamos que
su Palabra nos transforme, y nos amolde al cumplimiento de la voluntad de Nuestro
Santo Padre, por obra del Espíritu Santo.
3-5. Los pobres, enfermos y desamparados, son muy amados por Dios.
"Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por
turno durante la noche su rebaño" (LC. 2, 8).
Dios les reveló la noticia del Nacimiento de su Hijo a unos pastores considerados
impuros, porque eran pobres, y quizás se vieron obligados a robar, con tal de poder
sobrevivir. Este hecho era inconcebible para quienes esperaban un Mesías nacido de
la realeza, caracterizado por su desprecio a quienes marginaban. Es irónico el
hecho de pensar que dichos pastores, aunque eran marginados, quizás abastecían
de ovejas a quienes llevaban a cabo sacrificios rituales en el Templo, para pedirle a
Yahveh, que les perdonara sus pecados. No vivamos nuestra religiosidad
cumpliendo una incontable cantidad de preceptos rituales y descuidando el servicio
a Nuestro Santo Padre en sus hijos, carentes de dones espirituales y materiales.
3-6. El Dios de los ricos y los pobres.
"Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se
llenaron de temor. el ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría,
que lo será para todo el pueblo" (LC. 2, 9-10).
Jesús no es un Dios que maltrata a los ricos para colmar de dádivas a los pobres,
ni el centro de la adoración de quienes lo instrumentalizan para que cumpla sus
deseos, y jamás son caritativos. Los pastores tuvieron miedo de contemplar al
ángel del Señor, de contemplar la gloria divina, y de ver a los ángeles que alababan
a Dios. Tal miedo que para nosotros es absurdo a no ser que nos consideremos
pecadores irremediables, estaba plenamente justificado, por la creencia de que
quienes vieran a Dios serían ejecutados por la justicia divina por ser pecadores,
pues ello debería suceder, -bajo la citada creencia-, si, quienes veían a Yahveh,
eran pecadores, desde el punto de vista de la Ley.
La gloria de dios no se manifestó ante quienes no deberían haberle temido por
haberse sentido perfectos por cumplir la Ley puntualmente, sino ante quienes le
temieron porque se sintieron pequeños ante El. Si queremos sentirnos amados por
Dios, tenemos que partir desde nuestra sencillez, para permitirle que nos haga sus
hijos.
A dios no le importan nuestras riquezas ni nuestra pobreza, pues tanto un estado
de vida como el otro, pueden acercarnos a El, o pueden impedirnos aceptarlo. Lo
que dios quiere de nosotros es que lo aceptemos humildemente y que nos
amoldemos al cumplimiento de su voluntad, que consiste en que alcancemos la
santificación. No pensemos que necesitamos tener cualidades especiales para que
Jesús actúe en nuestra vida, pues, todos los dones buenos que tenemos, los hemos
recibido del Espíritu Santo. Lo único que necesitamos para permitirle a Jesús que
actúe en nuestra vida, es aceptarlo, amarlo y respetarlo.
3-7. ¿Nos convertiremos a Dios?
"Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y
esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre." Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que
alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los
hombres en quienes él se complace." (LC. 2, 11-14).
Había judíos que esperaban que el Mesías los librara del poder romano, y otros
que los curara de sus enfermedades. Quizás nosotros deseamos que Jesús nos
consiga un buen trabajo, que nos ayude a resolver ciertos problemas que quizás
apenas son importantes, y no pensamos en lo principal que debemos pedirle con
respecto a nosotros, lo cual es nuestra purificación y santificación. La pureza es un
buen antídoto para que las preocupaciones no nos amarguen la vida, porque
suprime el egoísmo de nuestra vida, y la santidad es el resultado de vivir la pureza,
y de vivir dignamente los sufrimientos, sabiendo que ello nos hará mejores hijos,
de Nuestro Padre común.
3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en LC. 2, 1-14 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Por qué situó San Lucas el Nacimiento de Jesús en un determinado tiempo
histórico?
¿Qué diferencia existe entre la consideración de los emperadores romanos como
dioses y la visión de Jesús como Dios, a pesar de que Nuestro Redentor nació
siendo pobre entre los pobres?
¿Cuáles son los tres pilares sobre los que muchos hombres fundamentan su vida?
¿Qué constituyó el sentido de la vida de Jesús?
3-2.
¿Para qué sirvió el censo que hizo el Emperador romano?
¿En qué sentido cumplió Augusto la voluntad de Dios sin saberlo?
3-3.
¿Es razonable el hecho de que el cumplimiento de la voluntad de dios en ciertas
circunstancias sea doloroso para nosotros?
¿Cómo es posible que el cumplimiento de la voluntad divina sea doloroso para
nosotros, si suponemos que Dios nos ama, porque somos sus hijos?
¿Por qué piensas que fue necesario que Jesús naciera siendo pobre y socialmente
ignorado, y que muriera tal como nació, y padeciendo graves enfermedades, por
causa de los maltratos de que fue víctima?
¿Por qué es más fácil pasar de la pobreza a la riqueza, que de la riqueza a la
pobreza?
¿Crees que las situaciones incómodas y/o dolorosas tienen un significado
importante para nosotros cuando las interpretamos desde la óptica de dios?
3-4-1.
¿Por qué se refugió la Sagrada Familia en un establo?
¿Cómo le explicarías a uno de nuestros hermanos separados de la Iglesia Católica
que Jesús fue el único Hijo que tuvo María?
¿Recuerdas cuáles son las palabras hebrea y griega que hacían referencia al
primogénito de una mujer, independientemente de que la misma tuviera más
descendientes?
¿Por qué sentimos los cristianos católicos que somos hijos espirituales de María?
3-4-2.
¿Podrías describir cómo eran los establos como la cueva en que nació Jesús?
¿Por qué aparecen en las postales navideñas las imágenes del Nacimiento de
Jesús marcadas por la belleza, y las imágenes de Jesús y María Santísima que se
procesionan en Semana Santa están adornadas con oro?
¿Qué diferencia hay entre el mesías esperado por muchos judíos y Jesús?
¿Dejamos que Dios sea Dios, o pretendemos amoldarlo al cumplimiento de
nuestras aspiraciones?
¿Qué hará Dios por nosotros cuando nos reconozcamos pecadores en su
presencia y sintamos el deseo de que nos engrandezca?
¿Quién es Jesús para nosotros?
¿Es Jesús la imagen de una postal navideña, o le dejamos que sea Nuestro
Señor?
En el caso de que le permitamos a Jesús que sea Nuestro Señor, ¿cómo
demostramos este hecho?
¿Hace Dios distinciones sociales entre sus hijos?
¿Para qué murió y resucitó Jesús?
¿Para qué volverá Jesús a la tierra al final de los tiempos?
3-5.
¿Por qué se nos demuestra en la Biblia que dios siente predilección por los
pobres, los enfermos y los desamparados?
¿Podemos decir que nuestra fe es completa si no oramos, o si dejamos de hacer
el bien, en favor de nuestros prójimos los hombres?
3-6.
En la Biblia se nos demuestra que dios siente predilección por los pobres, los
enfermos y los desamparados, por causa del abandono de los mismos, y del
sufrimiento que les causan sus carencias espirituales y materiales. ¿Significa este
hecho que Dios ama más a los pobres que a los ricos?
¿Por qué tenían los judíos miedo de ver a Dios?
¿Por qué se les manifestó la gloria de dios a los pastores, en vez de mostrarse
ante el Sumo Sacerdote?
¿Qué tenemos que hacer para sentirnos amados por dios?
¿Pueden la pobreza y la riqueza apartarnos de Dios igualmente? ¿Cómo explicas
esto?
¿Qué quiere Dios de nosotros?
¿en qué consiste la voluntad de dios?
¿Qué necesitamos para que Jesús se manifieste en nuestra vida?
3-7.
¿Qué esperamos de Jesús?
¿Cuáles son las dos cosas más importantes que debemos pedirle a Jesús con
respecto a nosotros, y que ignoramos la mayoría de las veces que oramos?
¿Por qué sirve la pureza de antídoto para que las preocupaciones no nos
amarguen la vida?
¿Por qué necesitamos ser puros y sufrir dignamente -en el caso de tener que
hacerlo- para poder ser santos?
5. Lectura relacionada.
"Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus
raíces brotará.
Reposará sobre él el espíritu de Yahveh:
espíritu de sabiduría e inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor de Yahveh.
Y le inspirará en el temor de Yahveh.
No juzgará por las apariencias,
ni sentenciará de oídas.
Juzgará con justicia a los débiles,
y sentenciará con rectitud a los pobres de la tierra.
Herirá al hombre cruel con la vara de su boca,
con el soplo de sus labios matará al malvado.
Justicia será el ceñidor de su cintura,
verdad el cinturón de sus flancos.
Serán vecinos el lobo y el cordero,
y el leopardo se echará con el cabrito,
el novillo y el cachorro pacerán juntos,
y un niño pequeño los conducirá.
La vaca y la osa pacerán,
juntas acostarán sus crías,
el león, como los bueyes, comerá paja.
Hurgará el niño de pecho en el agujero del áspid,
y en la hura de la víbora
el recién destetado meterá la mano.
Nadie hará daño, nadie hará mal
en todo mi santo Monte,
porque la tierra estará llena de conocimiento de
Yahveh,
como cubren las aguas el mar.
Aquel día la raíz de Jesé
que estará enhiesta para estandarte de pueblos,
las gentes la buscarán,
y su morada será gloriosa" (IS. 11, 1-10).
6. Contemplación.
Contemplemos a Nuestro Santo Padre, amándonos de tal manera, que se llenó de
gozo, al contemplar a Jesús como un Niño indefenso.
Contemplemos al dios humanizado para demostrarnos su amor.
Contemplemos a la Sagrada Familia buscando un lugar donde refugiarse en
Belén, sufriendo la pobreza en el establo en que nació Jesús, y alegrándose de
poder tener al pequeño Jesús entre sus brazos.
Contemplemos a Nuestra Santa Madre, meditando todos los acontecimientos
relacionados con la vida de Jesús, orando en estado de contemplación.
Contemplemos a José, amando a Jesús, como si Nuestro Señor hubiera sido su
Hijo.
Contemplémonos deseando tener poder, riquezas y prestigio, sin poder valorar la
grandeza de Dios, ni la pequeñez de Jesús, el Dios hecho un Niño indefenso.
Contemplémonos imposibilitados para poder imitar a Jesús, si no queremos ser
caritativos, para poder servir a Nuestro Santo Padre, en sus hijos los hombres.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 2, 1-14.
Comprometámonos este día de la Natividad del Señor, a tratar a los demás, como
quisiéramos que ellos nos traten.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal.
Padre bueno: En este día en que celebramos el Nacimiento de Jesús, te
agradezco todo lo que has hecho por mí, y te pido que me ayudes a ser un buen
imitador de la conducta de Jesús, a pesar de mi debilidad, de mi pereza, y de mi
falta de fe en ti.
9. Oración final.
Lee el Salmo 8, pero no pienses al leerlo únicamente en la creación del universo,
piensa también en la creación de la familia de Dios, que ha de vivir algún día, en la
presencia de Nuestro Padre celestial, cuando la humanidad no sea víctima de
ninguna causa por la que nadie haya de sufrir.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com