Domingo II de Adviento del ciclo C.
Ejercicio de lectio divina de LC. 3, 1-6.
1. Oración inicial.
Iniciamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Al iniciar la segunda semana de preparación del tiempo de Navidad, nos
disponemos a meditar la Palabra de Dios, y a orar en presencia de Nuestro Santo
Padre.
Invoquemos al Espíritu Santo para que, nuestras ocupaciones y preocupaciones,
no nos distraigan en este tiempo de oración, para que podamos meditar el texto
evangélico correspondiente a la Eucaristía de este Domingo II de Adviento, y
podamos aplicarlo a nuestra vida de cristianos comprometidos, con el cumplimiento
de la voluntad, del Dios Uno y Trino.
Orar es dirigirnos a Nuestro Padre común, con la certeza de que se hace presente
en nuestra vida, con el doble propósito, de purificarnos y santificarnos.
Orar es esforzarnos para que nuestras ocupaciones y preocupaciones no nos
impidan escuchar la Palabra de Dios, en el desierto de nuestra vida.
Orar es pedirle a Dios que nos impulse a creer en El, a amarlo y aceptarlo.
Orar es dirigirnos a Nuestro Padre celestial, quien nos ha creado a su imagen y
semejanza, para que nos ayude a ser perfectos imitadores, de Jesús y sus Santos.
Orar es pedirle a Dios que nos conceda su pureza, para que podamos reflejar en
nuestra vida, la conducta intachable de Nuestro Salvador.
Orar es pedirle a Dios que elimine nuestra soberbia, y que nos haga plenamente
humildes, para que podamos acoger su Palabra, y cumplir su voluntad.
Orar es creer que algún día nos sentiremos salvados por Nuestro Santo Padre,
quien nos ayudará a superar las dificultades que caracterizan nuestra vida, y nos
conducirá a su Reino de amor y paz.
2. Leemos lentamente LC. 3, 1-6, intentando abarcar el mensaje que San Lucas
nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Todos verán la salvación de Dios
( Lectura del santo evangelio según san Lucas 3, 1-6
En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador
de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y
Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás,
vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.
Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para
perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta
Isaías:
«Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos;
elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo
escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.»".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 3, 1-6.
Nota: Haremos nuestra meditación, siguiendo el texto de la traducción de la
Biblia de Jerusalén, del año 2001.
3-1. ¿En qué tiempo empezó San Juan el Bautista a predicar la venida del Mesías
a Israel?
"En el año quince del imperio de Tiberio César, siendo Poncio Pilato procurador de
Judea; Herodes tetrarca de Galilea; Filipo, su hermano, tetrarca de Iturea y
Traconítide, y Lisanias tetrarca de Abilene; en el pontificado de Anás y Caifás, fue
dirigida la palabra de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto" (LC. 3, 1-2).
Para San Lucas, -el autor del tercer Evangelio, y de los Hechos de los Apóstoles-,
era importante dar a conocer el tiempo exacto en que empezaron a suceder los
hechos relacionados con la vida de Jesús y el surgimiento y la expansión de la
Iglesia, porque ello podía ayudarle a hacer creíbles sus relatos. Ello es importante
para nosotros, no solo porque nos ayuda a saber en qué año empezó San Juan el
Bautista a predicar la venida de Jesús al mundo, sino porque nos recuerda que Dios
actúa siempre con el propósito de purificarnos y santificarnos, en el tiempo que es
apropiado para ello.
Tiberio César, gobernó el imperio romano, entre los años 14 y 37 después de
Cristo.
El emperador Augusto destituyó a Arquelao el año seis después de Cristo. A partir
de aquel suceso histórico, la provincia romana de Judea, fue gobernada por
procuradores, de entre quienes Poncio Pilato fue el quinto. Dado que Tiberio se dejó
influenciar por Séjano, Pilato empezó a ser procurador de Judea el año 26 después
de Cristo, y llegó a la citada provincia acompañado por su esposa. Tácito escribió
en sus Anales (3: 33) que la ley romana les había prohibido a sus procuradores
durante muchos años que fueran acompañados por sus esposas, pero Tiberio
permitió lo contrario.
Pilato se hizo odioso a los ojos de los judíos, porque utilizó el dinero del Templo
de Jerusalén (el Corbán), para construir un acueducto para llevar a la capital de
Judea el agua de las regiones montañosas del sur de la capital. Los judíos se
sublevaron porque veían incorrecto el hecho de que el dinero consagrado a Dios
fuera utilizado para realizar una obra secular, a pesar de que la misma era
beneficiosa para ellos. Cuando los sublevados asediaron el tribunal del procurador,
éste mezcló entre la multitud soldados disfrazados, armados con garrotes y
puñales, los cuales, cuando la agitación alcanzó su punto culmen, y recibieron la
señal esperada del yerno de Tiberio, causaron una gran matanza. Muchos judíos
murieron al ser maltratados por los soldados, y no pocos perdieron la vida, al ser
atropellados por la multitud.
Herodes Antipas y Filipo eran medio hermanos, pues eran hijos de Herodes el
Grande, quien ordenó la matanza de los pequeños Santos Inocentes, que
recordamos el 28 de diciembre.
La madre del rey Herodes Antipas fue una samaritana llamada Maltace, una de
las diez esposas de Herodes el Grande, la cual también fue madre de Arquelao. El
padre de ambos hermanos dispuso que el reino fuera heredado por Herodes, pero
posteriormente cambió su voluntad, y se lo cedió a Arquelao. Herodes solo
consiguió llegar a ser tetrarca de Galilea y Perea.
Herodes contrajo matrimonio con una hija del rey de los árabes nabateos llamado
Aretas, pero, años después, cuando residía en Roma en casa de su medio hermano
Filipo, cedió a una gran pasión hacia su cuñada Herodías, -la instigadora de la
muerte de San Juan el Bautista-, con la que se vinculó, después de repudiar a su
legítima esposa. El rey Aretas, indignado por el hecho de que su hija había sido
burlada y despreciada, le declaró la guerra a Herodes, y terminó venciéndolo
(Flavio Josepho. Ant. 18: 5, 1).
Herodías era una mujer muy ambiciosa que llegó a sentir envidia de su hermano
Agripa, -quien llegó a ser rey de Judea-, pues Herodes Antipas solo llegó a ser
tetrarca. Fue por ello que Herodías persuadió a su marido para que acudiera a
Roma a reivindicar la corona. Esta fue la causa por la que Agripa le escribió una
carta al emperador Calígula, acusando a Herodes de haberse aliado con los partos
secretamente. Herodes fue desterrado a Lion (en las Galias) el año 39 después de
Cristo (Ant. 18: 7), y, según otra obra de Flavio Josepho (Guerras, 2: 9, 6), murió
en España.
Herodes Antipas, Filipo, Pilato y Lisanias, tenían el mismo poder en el gobierno de
sus territorios. Sus trabajos dependían de Roma, y tenían el deber de mantener la
paz.
Según la ley de los judíos, cuando un descendiente de Aarón llegaba a ser sumo
sacerdote, debía ejercer su actividad laboral, mientras viviera. A pesar de ello, los
romanos quebrantaron la citada ley, y nombraron sumos sacerdotes, que les
ayudaron a subyugar al pueblo, y a mantener la paz. Los romanos depusieron a
anás como sumo sacerdote, y le otorgaron el puesto a Caifás, su hijo político. Para
los judíos, Anás siguió siendo su sumo sacerdote. Prueba de ello es que, antes de
que Jesús fuera juzgado por Caifás, sus detractores lo llevaron ante anás, quien se
lo remitió a su yerno, que era el sumo sacerdote designado por las autoridades
romanas.
Herodes Antipas, Poncio Pilato y Caifás, fueron los personajes más poderosos de
Palestina, cuando San Juan el Bautista empezó a profetizar la inminente llegada del
Mesías. el hijo de Zacarías desafió a las autoridades de su tiempo enérgicamente, y
por ello, a los ojos de Dios, dicho profeta llegó a ser grande, en comparación con
las autoridades político-religiosas de su país.
En nuestro mundo, sin poder, riquezas ni prestigio, nadie puede llegar a ser
importante. Desde la óptica de Nuestro Santo Padre, la grandeza de los cristianos
no debe medirse teniendo en cuenta lo que los tales tienen, sino teniendo en
cuenta lo que hacen, para servir a Dios, en sus hijos los hombres.
La Palabra de Dios le fue dirigida a San Juan el Bautista, cuando vivía en el
desierto, dedicándose a la contemplación. Los católicos tenemos la costumbre de
vivir experiencias de desierto en el tiempo de Cuaresma. El desierto es la
experiencia que tenemos a partir de nuestras deficiencias, en las que se vislumbra
la grandeza de Dios, en conformidad con la fe que le manifestamos. Cuanto más
nos entreguemos a Dios, más constataremos que su poder se manifiesta en nuestra
vida.
3-2. El bautismo predicado por San Juan el Bautista.
"Y se fue por toda la región del Jordán proclamando un bautismo de conversión
para perdón de los pecados" (LC. 3, 3).
Desde el punto de vista de quienes no creen en Dios, el arrepentimiento del mal
que los tales hacen es sincero, si adoptan el compromiso de no repetir sus malas
acciones, y cumplen el mismo puntualmente, pero, para los cristianos, el
arrepentimiento no puede ser considerado un proceso de conversión, si no incluye
el acercamiento a Dios, como parte del proceso del cambio de vida que ha de
operarse, en quienes cambian de conducta.
Los cristianos no podemos afirmar que creemos en Dios y vivir de la forma que
creamos más conveniente, porque Nuestro Santo Padre desea que cumplamos su
voluntad, que consiste en que alcancemos la plenitud de la felicidad, viviendo en su
presencia. Ello es posible para nosotros, si estudiamos la Palabra de Dios escrita en
la biblia y los documentos de la Iglesia, ponemos en práctica lo aprendido a lo largo
de toda una vida de formación, haciendo el bien, y si nos comunicamos con el Dios
Uno y Trino, por medio de la oración.
Los cristianos no podemos observar la mejor conducta que pensemos que puede
hacer que nos caractericemos como buenas personas sin relacionarnos con Dios,
porque la misma no puede concedernos la salvación que aguardamos.
¿Por qué creemos en Dios?
¿Creemos en Dios porque tememos por la salvación de nuestra alma?
Cuidémonos de que el miedo a la condenación en el infierno nos impida tener fe
en Dios.
¿Creemos en Dios porque deseamos que la fe que nos caracteriza nos gane una
buena posición en el cielo?
Cuidémonos de no servir a Dios por egoísmo, sino por amor a El y a nuestros
hermanos los hombres.
El bautismo predicado por San Juan el Bautista, implicaba el compromiso de
adoptar una nueva vida, caracterizada por el cumplimiento de la voluntad divina, y
el deseo de alcanzar la salvación. El Bautismo predicado por Jesús, es el
Sacramento que nos inicia en la vida de la fe y la gracia, y nos hace hijos de Dios.
3-3. Preparad el camino del Señor.
"Como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:
Voz del que clama en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus
sendas" (LC. 3, 4).
En el tiempo que vivió Jesús, cuando un rey emprendía un viaje, sus mensajeros
le preparaban el camino que debía recorrer, y planeaban minuciosamente, las
visitas que iba a hacer. De igual manera, San Juan deseaba que sus oyentes se
prepararan a recibir al Mesías.
Si queremos recibir al Señor cuando acontezca su Parusía siendo dignos de vivir
en la presencia de Nuestro Santo Padre, debemos de hacer del ejemplo que Jesús
nos dejó el centro de nuestra vida, escuchar atentamente sus palabras, y obedecer
ciegamente sus mandamientos, aunque nos cueste comprender las razones por las
que debemos amoldarnos al cumplimiento de su voluntad, especialmente, cuando
ello sea sumamente difícil para nosotros.
3-4. Evitemos ser extremadamente soberbios, y exterminemos las formas de
discriminación existentes.
"Todo barranco será rellenado, todo monte y colina será rebajado, lo tortuoso se
hará recto y las asperezas serán caminos llanos" (LC. 3, 5).
-Jesús nos pide que no nos dejemos esclavizar por la codicia ni por la excesiva
preocupación por los bienes materiales, para que podamos hacer de Dios nuestra
única riqueza.
-Bueno es para quienes quieran alcanzar la perfección divina no pensar que en el
mundo hay quienes son inferiores a ellos.
-Si no aprendemos a ser humildes, no nos sentiremos necesitados de Dios,
porque desconoceremos lo pobres que somos, si comparamos sus riquezas
espirituales, con la pobreza de nuestra sencillez.
3-5. Todos verán la salvación de Dios.
"Y todos verán la salvación de Dios" (LC. 3, 6).
Los judíos consideraban que eran la propiedad personal de Yahveh, el dios que
sentía el mismo desprecio hacia los gentiles, que los caracterizaba a ellos. A pesar
de este hecho, en la biblia se nos enseña que la salvación es universal. Si cuando
Jesús concluya la instauración de su Reino entre nosotros hay quienes no forman
parte del mismo, ello no se deberá a que Dios los margina, sino a que se obstinan
en rechazar a Nuestro Santo Padre, quien no los obligará a vivir en su presencia,
haciéndoles actuar contra su voluntad.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 3, 1-6 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Por qué era importante para San Lucas dar a conocer el tiempo exacto en que
empezaron a suceder los hechos relacionados con la vida de Jesús y el surgimiento
y expansión de la Iglesia?
¿Qué lección podemos extraer del deseo de San Lucas de situar sus relatos en un
determinado tiempo histórico?
¿Qué significado tiene para nosotros el hecho de que San Juan el Bautista
desafiara a las autoridades de Palestina, reprochándoles el hecho de que no
cumplían la Ley de Dios?
¿Somos conscientes los cristianos del significado que tiene nuestra misión de
profetas que debemos denunciar constantemente las injusticias que se cometen en
el mundo?
¿Somos injustos en vez de profetas encargados de enseñar el modo en que Dios
desea que la humanidad cumpla su voluntad?
¿Qué diferencia existe entre la grandeza que ama el mundo y la grandeza
característica de los cristianos veraces?
¿A qué llamamos los cristianos católicos desierto?
¿Por qué hacemos los católicos experiencias de desierto precisamente antes de
conmemorar el Misterio pascual?
¿Qué tenemos que hacer para percatarnos de que el poder de Dios se manifiesta
en nuestra vida?
3-2.
¿Cuáles son para los cristianos las dos características del arrepentimiento para
que el mismo forme parte de nuestro proceso de conversión a Dios?
¿Cuáles son las tres cosas que debemos hacer para acercarnos a Dios y cumplir
su voluntad?
¿Por qué no nos es suficiente a los cristianos observar una buena conducta moral
para alcanzar la salvación que anhelamos?
¿Qué diferencia hay entre el bautismo de San Juan el Bautista y el Bautismo de
Jesús?
3-3.
¿Cómo debemos prepararnos a recibir al Mesías, tanto en la próxima Navidad,
como cuando acontezca su Parusía?
¿Debemos cumplir la voluntad de Dios cuando no comprendamos sus designios
sobre nosotros? ¿Por qué?
3-4.
¿Son compatibles el amor a Dios, la codicia, y la excesiva preocupación por los
bienes materiales? ¿Por qué?
¿Somos superiores o inferiores a quienes viven situaciones drásticas por las que
son marginados? ¿Por qué?
¿Por qué es importante la humildad para los cristianos?
3-5.
¿Podrán salvarse quienes no sean cristianos?
¿En qué sentido es necesario el Bautismo para que podamos ser salvos los
cristianos, y serán salvos muchos desconocedores de Dios que, si hubieran tenido
la oportunidad de conocerlo, hubieran creído en El?
5. Lectura relacionada.
Lee Is. 25, 6-9.
6. Contemplación.
Contemplemos a Dios, que espera pacientemente el tiempo en que ha de actuar
en nuestra vida, con tal de que creamos en El, lo aceptemos y lo amemos.
Contemplemos a Jesús, sirviendo a los más desfavorecidos, y muriendo y
resucitando para redimirnos, para demostrarnos que no debemos desanimarnos
cuando suframos, porque somos el objeto del amor de Nuestro Santo Padre.
Contemplémonos en este Adviento tal cual somos, débiles, pobres, enfermos, y
carentes de la fe que necesitamos, para prepararnos a recibir a Jesús, en la
próxima Navidad, y cuando el Señor concluya la plena instauración, de su Reino,
entre nosotros.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 3, 1-6.
Comprometámonos a demostrarles nuestro amor a aquellos de nuestros
familiares y amigos a quienes no se lo hemos demostrado desde hace mucho
tiempo.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal.
Padre bueno: Aumenta mi deseo de conocerte, para que me prepare a recibir a
Jesús, adquiriendo el conocimiento de tu Palabra, que está escrita en la Biblia, y es
interpretada por los documentos de la Iglesia.
Ayúdame a ser solidario con las necesidades de los pobres, enfermos y solitarios,
para que aprenda a dejar de quejarme, por causa de mis dificultades.
Ayúdame a creer más en ti, para que pueda sentir tu presencia, en mis ratos de
oración.
Concédeme lo que te pido en el nombre de Jesucristo, tu Hijo, y mi Hermano y
Señor. Amén.
9. Oración final.
Lee el Salmo 16.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com