II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Is. 62,1-5: El marido se alegrará con su esposa.
El profeta, en este nuevo poema sobre la gloria de Jerusalén (cfr. Is. 60), donde el
tema central o que más resalta son los desposorios: el triunfo de Jerusalén y de
Israel, consiste en convertirse en esposa de Yahvé. Lenguaje poético, pero por ello,
no menos fuerte y cierto, denuncia la falta de justicia de parte de los dirigentes
políticos de Israel. El fin de la prédica del profeta, es propiciar la manifestación de
la justicia y la salvación de Sión, para que las naciones contemplen la justicia
divina, y los reyes, contemplen la gloria de Jerusalén; justicia y gloria, son un don
de Yahvé a su pueblo. El Señor creó la comunidad, al derramar su espíritu sobre él,
sin pedir nada a cambio (cfr. Is. 43, 1-7) Es el don divino, que transforma el
desierto en una alameda, símbolo del pueblo pecador, junto a las corrientes de
agua (cfr. Is .44, 4). El pueblo idolatra, simbolizado por la ceguera, se convierte en
el pueblo creado por Dios, y que manifiesta su gloria divina (cfr. Is. 42, 18-25;
43,7). Esta obra divina comienza, cuando el pueblo acoge la Ley. La observancia de
la Ley, hace que la justicia brote en el pueblo; la desobediencia trae al pueblo la
desgracia (cfr. Is. 51,4; 42,21; 42, 24). Será el Siervo quien mantenga la alianza
entre Dios y su pueblo, además de ser el mediador de la alianza entre Yahvé y las
naciones (cfr. Is. 42, 1-9; 49,1-7; 50,4-11; 52,13-53,12). El nombre nuevo (v. 2),
que recibirá Jerusalén, se remite al futuro, porque su transformación, no lo
traducen labios humanos: será Yahvé en darle un nombre nuevo: mi
“Complacencia”, “Desposada”, nunca más será llamada, Abandonada o Desolada (v.
4). Estos nombres simbolizan las nuevas relaciones de Dios con su pueblo, con la
metáfora de la alianza matrimonial. El esposo de Jerusalén, es Yahvé, símbolo de la
alianza eterna que Dios establece con su pueblo. Como su constructor, edificador
Yahvé se goza de la alianza, como esposo de Jerusalén, se alejan de ella todas las
adversidades (v.5; cfr. Is. 62,19; 55,15).
b.- 1Cor. 12, 4-11: Diversidad y unidad de los carismas.
Pablo, descubre que en el nuevo pueblo de Dios, nacido del misterio pascual de
Cristo, alianza de Dios con cada hombre, hay un solo Señor Jesucristo a quien
servir en la Iglesia, pero es el Espíritu Santo, quien dota a cada uno con un carisma
particular, para provecho de toda la comunidad eclesial. El apóstol quiere formar en
la recta doctrina sobre los carismas del Espíritu Santo. No todo entusiasmo es
verdadero carisma o don del Espíritu, teniendo en cuenta que los corintios cuando
eran paganos experimentaban transportes espirituales respecto a sus ídolos. En la
Iglesia los carismas provienen sólo del Espíritu Santo, no puede ser causa de
divisiones entre los fieles. La diversidad de carismas, en la que insiste el apóstol,
viene decir, que el cristiano no recibe el Espíritu en abstracto, sino con una aptitud
concreta que pondrá al servicio de la Iglesia (cfr. 1Cor.12,2). Mencionar diversos
carismas, es hablar de la unidad en la diversidad, que con la imagen del cuerpo
humano, explicará enseguida, todos los miembros son importantes, se necesitan
mutuamente. En una segunda lectura les dice a los dirigentes de la comunidad que
deben buscar en los miembros de la comunidad, incluidos ellos, la plenitud del
propio ser. Condena el paternalismo y la tiranía. Pueblo y jerarquía, deben caminar
muy unidos en el revivir en la comunidad eclesial los carismas recibidos del Espíritu.
Se trata de hacerse ahora responsable de la alianza personal, en beneficio de la
Iglesia, contraída en el Bautismo, con lo cual, la idea de Cuerpo, hace que cada uno
se sienta bien incorporado, para que sea la fe, la que mantenga viva esta realidad
de pueblo de Dios en camino, hacia la Casa del Padre.
c.- Jn. 2, 1-12: En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos
Las bodas de Caná, es el inicio de los signos de Jesús, primera manifestación de su
gloria, en la que está presente María, su Madre, y los discípulos. La atención se
desplaza de los novios, hacia Jesús y María, los invitados. Convertir el agua en vino,
viene a significar, el anticipo de su glorificación definitiva, su Hora, por la
intervención de su Madre. Es anuncio del banquete del Reino de Dios, donde habrá
vinos exquisitos, imagen de la salvación que viene de lo alto. Tiene también su
sentido eucarístico, donde el vino se convierte en la Sangre de Cristo, Sangre de la
nueva y definitiva Alianza de Dios con la humanidad. Finalmente, es imagen del
amor esponsal de Dios con su pueblo, como enseñaba Isaías. La oración, petición
de María a su Hijo a favor de esos novios, adelanta la Hora de Jesús, la realización
del prodigio de convertir el agua en vino. El evangelista, nos presenta a la Madre de
Jesús, al comienzo y al final de su obra: en Caná y al pie de la Cruz. En ambas
ocasiones la Madre, es testigo, junto a los apóstoles, de la manifestación de la
gloria del Hijo. Este signo, manifiesta la solicitud amorosa de la Madre y la eficacia
de su intercesión ante su Hijo. El pueblo de la Alianza sellada con la Sangre
preciosa de Jesucristo en la Cruz, la vive la Iglesia como comunidad y confiando,
que siempre gozará del vino nuevo de la salvación y de la intercesión de la Madre
por sus hijos.
Santa Teresa de Jesús, huérfana en esta vida, la madre murió siendo adolescente,
la joven Teresa acude a la Madre del cielo, para que sea su Madre, al final de su
vida reconoce que esta suplica, le valió para toda la vida. “Acuérdome que cuando
murió mi madre quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a
entender lo que había perdido, afligida fui a una imagen de nuestra Señora y le
supliqué fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con
simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen
soberana en cuanto me he encomendado a ella; y, en fin, me ha tornado a sí.
Fatígame ahora ver y pensar en qué estuvo el no haber yo estado entera en los
buenos deseos que comencé.” (Vida 1,7).