II Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C (Año Impar)
Miercoles
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Hb. 7, 1-3. 15-17: Tú eres sacerdote para siempre.
b.- Mc. 3, 1-6: ¿Está permitido salvarle la vida a un hombre o dejarlo
morir?
Tenemos otro encuentro de Jesús y los fariseos, con motivo de una curación en
sábado, en la sinagoga. La trasgresión de Jesús es haber trabajado, curando a un
enfermo de una mano paralizada. Su preocupación, es salvar a ese hombre de su
mal, mas sus enemigos tienen cerrado el corazón, y ciegos los ojos, por sus
interpretaciones humanas. Es una oposición irreconciliable, porque, mientras Jesús
está unido a la voluntad del Padre, sus enemigos en tanto, manifiestan su
endurecimiento a los designios divinos. Lo central de este evangelio, luego de la
curación, es la palabra de Jesús: “Dice al hombre que tenía la mano seca:
Levántate ahí en medio. Y les dice: ¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del
mal, salvar una vida en vez de destruirla? Pero ellos callaban.” (vv. 3-4). Jesús
pone el amor al prójimo, por sobre las prescripciones respecto al sábado. Los
fariseos prohibían en sábado, la ayuda a cualquier enfermo, excepto en peligro de
muerte; hacer el bien, para Jesús está por sobre la ley, y el no hacerlo, es ya obrar
mal. El mal del enfermo, no era de muerte, es verdad, pero, pide salud; la vida es
don de Dios, Jesús quiere traer la salvación a todos, por eso pregunta, y quiere una
respuesta de sus enemigos. Ellos callan (v. 4). El sentido más profundo, se
encuentra en comprender que la curación corporal, y la salvación del hombre van
muy unidas. La vida es don de Dios, el hombre es una unidad de cuerpo y alma, no
sanar al enfermo, hubiera significado excluirlo de la salvación que trae Jesús. La
curación de la mano seca, es sólo el signo externo de la salvación que Dios ofrece
en Cristo, al hombre necesitado (cfr. Jn. 5, 1-15). Sanar en sábado para Jesús,
equivale a salvación para todo hombre, y continuar por esa vía es cumplir la misión
que Dios le confió (cfr. Jn. 5, 17-19). La ira y la tristeza del corazón de Cristo, es
por la cerrazón de sus interlocutores, su palabra salvadora produce en ellos, que
se sumerjan en las tinieblas de sus siniestros pensamientos, que terminan matando
al enviado de Dios (v.6). Esa actitud del corazón de Cristo, revela su misión
salvadora y toda su persona. Su tarea es anunciar la vida, comunicarla a quien
cree, salvar de la muerte, al que acepta su mensaje. La Iglesia es hoy, la que
defiende la vida desde su concepción hasta su deceso natural, pues cree, que la
vida es don de Dios y propone el camino del Evangelio, como encuentro con la
salvación que Jesús nos trajo a todos los hombres.
Santa Teresa de Jesús, enseña que la oración es la mejor arma para abrir, con la
gracia del Espíritu Santo, el corazón endurecido por el pecado. Teresa lo vivió y lo
propone como camino de entrega a Dios. “Pues para lo que he tanto contado esto
es, como he ya dicho, para que se vea la misericordia de Dios y mi ingratitud; lo
otro, para que se entienda el gran bien que hace Dios a un alma que la dispone
para tener oración con voluntad, aunque no esté tan dispuesta como es menester,
y cómo si en ella persevera, por pecados y tentaciones y caídas de mil manera que
ponga el demonio, en fin tengo por cierto la saca el Señor a puerto de salvación,
como, a lo que ahora parece, me ha sacado a mí. Plega a Su Majestad no me torne
yo a perder.” (V 8,4).