II Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C (Año Impar)
Jueves
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Hb. 7, 25-8, 6: Se ofreció a sí mismo.
b.- Mc. 3,7-12: Tú eres el Hijo de Dios.
Este texto es una síntesis de toda la actividad de Jesús en Galilea, ahora junto al
lago de Genesaret, donde el evangelista quiere destacar la inmensa atracción que
ejercía el Maestro sobre las personas que lo seguían de todas partes, para
escucharlo, sanarse de sus males, tocarlo y hasta los demonios lo reconocían: “Tú
eres el Hijo de Dios” (v. 11). Su palabra y la energía que nace de ÉL, centran su
poder de atracción. La mención de Galilea y Jerusalén, además de otras ciudades,
más bien paganas, no quiere el evangelista resaltar el afán de milagros de las
gentes, sino poner en el centro a Jesús y su actitud, su atracción y energía
sanadora, motivo por el que lo buscan (cfr. Mc. 5, 27-31). Los poseídos, lo
reconocen como el Hijo de Dios, los demonios salen de sus víctimas, pero Jesús les
manda callar, no quiere darse a conocer por ellos (v.5). Jesús sana con el poder
divino que posee su palabra, su filiación divina, no puede ser confirmada por los
demonios, sino desde la luz de la fe pascual. Jesús atrae a los hombres, no por los
prodigios que realiza, sino por la salvación, y redención que ofrece en esos
prodigios, por la comunión con Dios que germina en sus vidas. Marcos, nos
presenta a Jesús como fuente oculta de salvación, el divino Medico de la salud
eterna, en una sociedad enferma y necesidad de redención. Si el Cristo terreno
atraía de esa forma, mucho más desde su Cruz y Resurrección, porque quiere
llevar a los hombres a la vida e intimidad divina que posee con el Padre. Esta
síntesis que hace el evangelista, quiere ser una imagen de la humanidad reunida
junto al Resucitado. La Iglesia, reúne en torno al altar de la Palabra y la Eucaristía
al pueblo de Dios, y desde ahí comunica la fuerza redentora y sanadora de
Jesucristo, como enviado del Padre.
Teresa de Jesús, recibió muchas veces la visita del Resucitado con un propósito:
mostrarle el camino de su sacratísima Humanidad para una oración más cristológica
y eclesial. “Hase de notar también que en cada merced que el Señor me hacía de
visión o revelación quedaba mi alma con alguna gran ganancia, y con algunas
visiones quedaba con muy mucha. De ver a Cristo me quedó impresa su grandísima
hermosura, y la tengo hoy día; porque para esto bastaba sola una vez ¡cuánto más
tantas como el Señor me hace esta merced!” (V 37,4).