II Semana del Tiempo Ordinario, Ciclo C (Año Impar)
Viernes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Hb. 8, 6-13: Es mediador de una alianza mejor.
b.- Mc. 3, 13-19: Llamó a los que quiso y los hizo sus compañeros.
Luego de estar en medio de la muchedumbre, Jesús junto al lago de Genesaret
sube al monte, expresión con la que Marco, quiere significar la proximidad de Dios.
El monte es lugar privilegiado de oración, al que se asciende desde lo humano para
estar cerca de Dios (cfr. Mc. 6,46; 9,2; Lc. 6,12). En ese clima orante, Jesús llama
a los Doce para que estuvieran con ÉL, y luego enviarlos a evangelizar. Los hace
subir a la comunión con Dios en el monte, más tarde a tres de ellos los hará subir
más alto, donde se Transfigura delante de ellos, y escuchan la voz del Padre (cfr.
Mc. 9, 2-7). Los Doce representan, en el querer de Jesús, a las doce tribus de
Israel, que en su tiempo estaba reducida a sólo dos, y al que quiere llevar su
mensaje de salvación (cfr. Mt. 10, 6; 15, 24; 19, 28). Es una acción simbólica que
busca reunir y completar al verdadero pueblo de Israel, mas para los lectores
cristianos, es el nuevo pueblo, la Iglesia, sobre los cuales se edifica este edificio
santo. Cuando Marco menciona a los Doce, los contempla frente a las multitudes
como dirigentes, que forman una comunidad entorno a Jesús a la que instruye
continuamente (cfr. Mc. 9, 33-50). El motivo del llamado, es la comunión con ÉL, y
participar de su misión. Lo central será la unión con Jesús, comunidad de vida,
vocación y destino, entrar con Jesús en la comunión e intimidad con Dios. De esto
se desprende que comunión, vocación y misión, son un don de Dios al discípulo, por
eso llamados por su enviado. Desde la libertad y del conocimiento que Jesús tiene
de la voluntad de Dios, llama a estos hombres, porque se les ha confiado el
misterio del Reino de Dios (cfr. Mc. 4, 11), por una llamada gratuitamente hecha
por el mismo Dios. Esta comunidad apostólica, es fundada desde la gracia y
libertad; su centro es la comunión con Jesucristo de cada uno de sus miembros y
de todos con Dios Padre. La ley básica que les da es el amor, convertido en servicio
al prójimo (cfr. Mc. 9, 33-35; 10, 35-45). Pero Jesús, también los llamó, para
enviarlos y hacerlos partícipe de su misión: predicar y expulsar demonios. El
evangelista, destaca la figura de Pedro, no sólo poniéndolo al inicio de la lista sino
que lo asocia a los hijos de Zebedeo: Santiago y Juan. Estos son los íntimos de
Jesús, y testigos de signos importantes (cfr. Mc. 5, 37; 9, 2; 14, 33), los llamados
“boanerges”, hijos del trueno; de carácter impetuoso y dispuestos a morir por
Cristo (cfr. Lc. 9, 54; Mc. 10, 38-40). Todo este proceso vocacional, es modelo de
toda vocación cristiana; necesitamos profundizar en las motivaciones de nuestro
seguimiento de Cristo para crecer en el conocimiento de su persona, palabra, obra
y misión. La vocación cristiana consiste en escuchar al Mesías, el enviado por el
Padre, al mensajero del reino de Dios, al Crucificado del Calvario, al Señor
Resucitado al tercer día y al dador de su Espíritu a su Iglesia.
Teresa de Jesús, nos invita estar atento a las muchas veces que en la vida el Señor
nos llama, lo importante, es responderle en alguna de ellas, con un compromiso
radical de seguimiento, imitación y configuración. “Así éstos entienden los
llamamientos que les hace el Señor, porque, como van entrando más cerca de
donde está Su Majestad, es muy buen vecino y tanta su misericordia y bondad que,
aun estándonos en nuestros pasatiempos y contentos y baraterías del mundo y aun
cayendo y levantando en pecados porque estas bestias son tan ponzoñosas y
peligrosa su compañía y bulliciosas, que por maravilla dejarán de tropezar en ellas
para caer con todo esto, tiene en tanto este Señor nuestro que lo queramos y
procuremos su compañía, que una vez u otra no nos deja de llamar para que nos
acerquemos a él; y es esta voz tan dulce que se deshace la pobre alma en no hacer
luego lo que le manda; y así, como digo, es más trabajo que no lo oír.” (2M 1,2).