DOMINGO V DE CUARESMA (B)
XXV ANIVERSARIO DE PROFESIÓN MONÁSTICA DEL P. EMILI SOLANO
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
25 de marzo de 2012
Jn 12, 20-33
La petición de aquellos griegos que se dirigieron al apóstol Felipe atraviesa toda la
historia humana: quisiéramos ver a Jesús . Expresa, queridos hermanos y hermanas, el
deseo de todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que desde diversas
creencias y convicciones sintonizan con los valores del Evangelio. Tanto personas de
antes como de ahora. Quisiéramos ver a Jesús . Aquí ver no se limita a expresar el
deseo de tener la visión del rostro humano de Jesús con los ojos de la cara. Aquí ver
significa, como siempre que lo encontramos en el evangelio según san Juan,
contemplar con la mirada espiritual, es decir, penetrar con la inteligencia y con el
corazón la realidad profunda de Jesús. Para conocerlo, para comprenderlo, para entrar
en relación de amistad con él.
El evangelio dice que aquellos griegos adoraban al Dios de Israel, por lo que no eran
judíos, pero eran piadosos y practicantes del culto del templo de Jerusalén . Al saber el
deseo de verlo que tenían aquellos griegos , Jesús parece que responde con otra cosa.
Pero no es así. Jesús manifiesta solemnemente que la venida de aquellos griegos
interesándose por conocerlo demuestra que ya ha llegado la hora de reunir a todas las
naciones en torno a él, glorificado en la cruz. Que ya ha llegado la hora de llevar a
cumplimiento la misión para la que había venido al mundo: reunir a los hijos de Dios
dispersos (Jn 11, 52), atraer a todos hacia él.
El evangelista Juan hace hincapié en la libertad soberana que tiene Jesús frente a su
muerte. No es que no sienta el drama y no prevea el dolor. Ahora mi alma está
agitada , dice. Pero no se echa atrás porque sabe que ha venido al mundo para esta
hora, para dar la vida por el bien de la humanidad. Sabe que la cruz llevará
fecundidad, de una manera parecida a lo que ocurre con el grano de trigo , que cuando
cae en tierra y muere , se vuelve fecundo y da mucho fruto .
A aquellos que querrían ver a Jesús, el Señor les dice que no se encontrarán con un
personaje que hará alarde de su poder, sino con alguien que, como el grano de trigo,
da la vida para que los demás tengan vida. Y la da muriendo en la cruz porque ama
tanto la vida de los demás que les ofrece la suya. Para ver a Jesús, pues, no hay otro
camino que el del grano de trigo ; que el de darlo todo por servir a Jesucristo y a los
demás, sin amar la propia vida según los criterios de triunfo en el mundo. Para ser
discípulo de Jesús, hay que estar dispuesto a gastar la propia vida , dándola
abnegadamente a los demás, como lo hace él, teniendo como término la perspectiva
de la vida eterna , que es la perspectiva de la vida en plenitud. Aunque no se lo
parezca a quien no tiene fe, para quien se ha hecho discípulo de Jesús este es el
camino que lleva a la paz y a la alegría. Este es el camino que el Padre valora, hasta
el punto de que premiará a quien sirva a Jesús y a los hermanos.
El modelo es Jesús mismo. Cuando da vida en la cruz, hace realidad la alegoría del
grano de trigo y atrae a todos hacia él. Por este don que hace de sí mismo es
glorificado por el Padre y la cruz se convierte en el centro de la humanidad, el quicio
en torno al cual gira toda la historia humana, la colectiva y la de cada persona. Para
descubrirlo, sin embargo,- para verlo- es necesaria una mirada sencilla y humilde del
corazón y de la inteligencia.
Quisiéramos ver a Jesús . Es la petición que, formulada de una manera u otra, nos
hacen a nosotros, creyentes, nuestros contemporáneos. La pueden formular
preguntando por la felicidad, por la superación de las fragilidades y del dolor,
buscando un amor que satisfaga plenamente, manifestando el deseo de no diluirse en
las entrañas de la muerte,... Son muchas las maneras de preguntar que, en último
término, expresan el deseo de conocer y de comprender a Jesús; que expresan el
anhelo de encontrar en él una comprensión total, la paz, la salvación plena. Y
nosotros, que somos los apóstoles de hoy, debemos facilitar el encuentro con
Jesús. Tenemos la responsabilidad de hacérselo posible. No les podemos falsear la
imagen de Jesús, no podemos poner obstáculos que dificulten su conocimiento, no
podemos velar la persona del Señor. Tampoco podemos edulcorar su realidad de
grano de trigo que muere para dar mucho fruto . Nos libera, nos salva, nos acoge
desde su condición de crucificado, de haber sido elevado en el árbol de la cruz, que es
glorioso porque es el lugar donde él triunfa del Mal, nos libera, nos salva del pecado
y de la muerte. La cruz es el lugar donde nos muestra hasta qué punto nos
aprecia. Por ello, a quien quiere ver a Jesús le debemos mostrar su amor sin límites
manifestado en el don total en la cruz. Pero sólo lo podremos comunicar de una
manera creíble si antes lo hemos experimentado nosotros a través de la fe, la oración,
la acogida de la Palabra divina, la celebración del Misterio Pascual en los
sacramentos, a través de vivir el amor fraterno que gasta la vida al servicio de los
demás y vive la solidaridad. Sólo desde el sabernos amados íntimamente por
Jesucristo y de haber experimentado la fuerza que nos da, podremos testimoniarlo con
vigor.
Esta vocación de testigos de Jesucristo, la tenemos todos los cristianos. Cada uno
según el don que ha recibido en la Iglesia. También los monjes hemos venido al
monasterio porque queremos ver a Jesús, queremos conocerlo, comprenderlo, entrar
en relación de amistad con él. El ritmo y la vida del monasterio nos facilita esta
intimidad con el Señor y nos hace posible compartir el día a día con unos hermanos
que han recibido la misma llamada y que comparten un mismo ideal. Jesucristo nos
atrae y queremos amarlo por encima de todo. Como él quisiéramos reproducir la figura
del grano de trigo que, gastándose, da vida, hasta que llegue el día que nos sea
posible ver cara a cara el rostro tan deseado del Señor glorioso.
Este deseo de entrar en una relación de amistad con Jesucristo, llevó hace veinticinco
años el P. Emili Solano a profesar como monje. Lo hizo en el monasterio hermano de
Valvanera, el 25 de marzo, en la solemnidad de la Encarnación del Señor. Ahora, ante
la Santa Imagen de la Virgen de Montserrat y rodeado de sus hermanos de
comunidad, renovará el compromiso de vivir como monje. Todos lo llevamos en la
oración para que pueda continuar su búsqueda ansiosa del rostro de Jesucristo.