“Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas,
porque para eso he salido”
Mc 1, 29-39
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
JESÚS, QUE ESTÁ ENTRE NOSOTROS “COMO EL QUE SIRVE”
Con este fragmento concluye Marcos la primera jornada mesiánica de Jesús. Esta
representa un poco la actividad de la jornada típica seguida por sus discípulos y por
los que leen el evangelio con tal sorpresa y admiración que les hace preguntarse:
“¿Quién es éste?” (Mc 1,27). El primer milagro que el evangelio nos ofrece parece
de tan poca monta que corre el riesgo de pasar desapercibido: el milagro sigue
siendo un signo que remite a otra cosa; así, la simple curación de una fiebre, que
ciertamente no llama la atención, lleva en sí un significado fundamental.
La suegra de Pedro vuelve a estar en condiciones de “servir”. Este “servir”, con el
que se cierra este primer milagro, encierra el programa mesiánico de Jesús, que
está entre nosotros “como el que sirve” (Lc 22, 27). Ésa es la característica
fundamental dejada por Jesús en herencia a sus discípulos antes de morir; en este
sentido, la suegra de Pedro se convierte en el prototipo del creyente liberado que
puede ofrecer su servicio a los hermanos.
Igualmente significativa es la salida nocturna de Jesús a orar en un lugar desierto,
colocada al término de una dura jornada de evangelización. Podemos considerar
esta oración de Jesús como su éxodo de la fatiga cotidiana para encontrarse con el
Padre. Y gracias a esta oraci￳n podrá responder a Pedro: “Vamos a otra parte”,
superando la fácil tentaci￳n que supone un fácil mesianismo ligado al “todos te
buscan”. Toda la poblaci￳n está agolpada en la plaza, todos le buscan, pero Jesús
no vuelve atrás y se va a «otra parte», para que llegue allí también su salvación.
ORACION
¿Qué soy yo para ti, Señor? ¿Por qué deseas ser amado por mí hasta el punto de
que te inquietas si no lo hago? ¡Como si no fuera ya una gran desventura no
amarte...! Dime, te lo ruego, Señor, Dios misericordioso, ¿qué eres tú para mí?
Dilo, que yo lo oiga. Los oídos de mi corazón, Señor, están ante ti; ábrelos y dile a
mi alma: “Yo soy tu salvaci￳n”. Perseguiré esta voz y así te alcanzaré (Agustín de
Hipona).
CONTEMPLACION
Intentamos comprender la vocación con la que nacen los elegidos: no han sido
elegidos por haber creído, sino que han sido elegidos a fin de que crean. El mismo
Se￱or nos revela bastante bien el sentido cuando dice: “No me habéis elegido
vosotros a mí, sino que os elegí yo a vosotros”. En efecto, si hubieran sido elegidos
por haber creído, evidentemente habrían sido ellos los primeros en elegirlo al creer
en él, y por eso habrían merecido ser elegidos. Ahora bien, el que dice: “No me
habéis elegido vosotros a mí, sino que os elegí yo a vosotros”, excluye por
completo esta hipótesis. Sin embargo, está fuera de duda que también ellos le han
elegido cuando creyeron en él. Cuando dice: “No me habéis elegido vosotros a mí,
sino que os elegí yo a vosotros”, quiere dar a entender esto: no fueron ellos
quienes le eligieron para poder ser elegidos, sino que fue él quien les eligió a fin de
que lo eligieran (Agustín de Hipona, La predestinación de los santos 17,34).