DOMINGO II DE PASCUA (B)
El P. Abad administra la confirmación a cinco antiguos escolanes
Homilía del P. Abad Josep M. Soler
15 de abril de 2012
Jn 20, 19-31
Queridos Albert, Jofre, Genís, Joan y Marc:
Del evangelio que acabamos de escuchar, quisiera fijarme en dos frases. Una de la
primera parte, situada al anochecer del domingo de Pascua y, la otra, de la segunda
parte, situada ocho días después, tal día como hoy, pues.
Al anochecer de Pascua, Jesús resucitado, después de desear la paz a los discípulos
y de enviarlos a ser testigos suyos por todo el mundo, les dice: Recibid el Espíritu
Santo . Como fruto de su muerte y resurrección, les hace don del Espíritu que él ha
recibido del Padre. Y dando el Espíritu a los discípulos, lo da a la Iglesia. Y hoy la
Iglesia os lo da a vosotros, por medio del sacramento de la confirmación.
Esta unción que recibiréis en la frente hecha con un aceite llamado "crisma", que fue
consagrado por el obispo, establecerá una relación más estrecha entre Jesús y
vosotros, os configurará con él, os hará más parecidos a él. Mirad: por el bautismo,
recibisteis el perdón de los pecados, fuisteis incorporados a Jesucristo y así pasasteis
a pertenecerle espiritualmente, recibisteis la adopción de hijos de Dios y comenzasteis
a ser miembros de la Iglesia, el Pueblo de Dios que Jesús ama como un Esposo
enamorado ama a su esposa. Ahora, por la confirmación recibiréis el Espíritu del que
estaba lleno Jesús, y habitará en vuestro interior. Para explicar con palabras humanas
este don divino, podemos decir que será como una luz interior y como una fuerza
espiritual.
Una luz interior que os ayudará a conocer más a la persona de Jesús como Dios y
Señor nuestro, tal como lo ha reconocido el apóstol Tomás en el evangelio de hoy; os
ayudará a entender mejor la Palabra de Dios, a descubrir la presencia de Jesús el
Cristo en el sacramentos y en la vida de la Iglesia a pesar de las limitaciones y los
fallos de los que formamos parte de ella; el Espíritu será una luz interior que os
ayudará, también, a distinguir el bien del mal, lo que es según Jesús y lo que no lo
es. El don del Espíritu será, de forma parecida, como una luz interior que os ayudará a
ver vuestra persona y vuestra vida, a ver a vuestros familiares y amigos, a ver el
trabajo y el ocio, a ver la historia de cada día, con una mirada parecida a la de Dios
Padre, que es una mirada de amor.
El don del Espíritu que recibiréis será, también, como una fuerza que os ayudará a
vivir vuestra fe y vuestra identidad de cristianos para manteneros fieles a Jesucristo;
una fuerza que, además, dará vigor a vuestra oración porque el Espíritu rezará en
vosotros y ayudará vuestra debilidad. El Espíritu os será compañero, defensor y
consolador.
El Espíritu, sin embargo, no forzará vuestra libertad. De la misma manera que habéis
sido vosotros que libremente habéis querido continuar la formación cristiana como
continuación de vuestro paso por la Escolanía, y habéis pedido recibir la confirmación,
libremente también tendréis que ir cultivando vuestra fe por medio de la oración, de la
reflexión, del alimento de la Palabra de Dios, de compartir vuestra pertenencia
cristiana con otros que viven la misma fe. Siempre que vuestra libertad le abra paso, el
Espíritu podrá actuar y fortalecer vuestra vida. No dejéis que la fe se os quede como
un vestido viejo y pequeño a medida que vayáis aumentando vuestros conocimientos
en otros campos.
He dicho que me quería referir a una segunda frase de Jesús. Es la bienaventuranza:
Dichosos los que crean sin haber visto . Jesús, una vez resucitado, se dejó ver varias
veces por los discípulos y los envió -lo hemos oído en el evangelio- a ser testigos
suyos y de su mensaje gozoso por todos los caminos del mundo. Además, sabía que
habría millones de hombres y de mujeres que creyeran en él sin haberle visto y que en
algún momento podrían dudar, como el apóstol santo Tomás. Piensa en todos ellos,
en todos nosotros y nos dice que somos felices por el hecho de creer. Felices , ¿por
qué? Porque la fe nos hace descubrir que Jesús está siempre presente en nuestras
vidas, que el Espíritu Santo es siempre luz y fuerza en todas las circunstancias. Que
Dios Padre nos ama entrañablemente. Felices porque en los momentos de
dificultades, ante los contratiempos, ante el sufrimiento, ante la muerte, sabemos que
hay una salida. Con la fe podemos encontrar sentido a todos los momentos de la vida,
sabemos que Jesús y el Espíritu están con nosotros ayudándonos a afrontar todas las
circunstancias.
Queridos Albert, Jofre, Genís, Joan y Marc: hace unos años recibisteis el bautismo,
después habéis ido creciendo en el conocimiento de la fe cristiana y ahora con la
unción y con el signo de la cruz de Jesús hecho al frente, recibiréis la fuerza del
Espíritu que llenaba a Jesús. Tratad de compartir con los demás este don que
recibiréis para que descubran lo que da sentido a vuestra vida. Procurad ser ante
vuestros familiares y amigos, ante todo el mundo, testigos de Jesucristo, que no vino a
ser servido sino a servir a los demás, y por eso dio la vida en la cruz a favor de la
humanidad; testigos de la resurrección que renueva la existencia y lleva esperanza a
todos. Vuestra vida y vuestro trato deberá esparcir el buen olor de Cristo, la alegría de
creer en él y su estilo de vida a favor de los demás. Lo tendréis que vivir en la unidad
de la fe que nos hermana pero en la diversidad de vocaciones que hay en la Iglesia al
servicio de la humanidad. Sabéis que vivir como Jesús y dar testimonio no es fácil,
pero el Espíritu os dará la fuerza; contad, también, con nuestra solidaridad fraterna y
con nuestra oración, la de los monjes y los escolanes, la de esta asamblea litúrgica, la
de toda la Iglesia, que cada día ruega por sus miembros.
El Señor resucitado, como nos enseña el evangelio de hoy, está presente cuando se
reúne la asamblea cristiana. Ahora él os dará su Espíritu. Lo hará por la imposición de
manos y por la unción con el santo crisma, a través de mi ministerio, que desempeño
por delegación del Sr. Obispo de nuestra diócesis de Sant Feliu de Llobregat. Esta
presencia del Espíritu confirmará vuestro bautismo y os hará miembros adultos del
Pueblo de la nueva alianza que es la Iglesia. Conviene, pues, que antes de recibir el
don que Dios os hace, delante de mí y del pueblo de Dios aquí reunido, renovéis
vuestra profesión de fe y la decisión de renunciar a todo aquello que aleja del Reino de
Dios y de seguir a Jesucristo con plena fidelidad.