II Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
El Señor no nos abandona, nos invita a las cosas divinas, y en Caná de
Galilea comenzó sus signos.
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de
Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a
la boda.
Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: "No les queda vino."
Jesús le contestó: "Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi
hora."
Su madre dijo a los sirvientes: "Haced lo que él diga."
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las
purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo: "Llenad las tinajas de agua."
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó: "Sacad ahora y llevádselo al
mayordomo."
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de
dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el
agua), y entonces llamó al novio y le dijo: "Todo el mundo pone
primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en
cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora."
Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó
su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él” ( Juan 2, 1-11).
1. Este domingo es un eco de la Navidad, pues Epifanía significa,
además de manifestación de Jesús a todas las personas sin exclusión de
ningún tipo, otras dos cosas: el Bautismo del Señor es la apertura de
nuestra filiación divina por el bautismo; y el segundo domingo del tiempo
ordinario se recuerda la celebración de las bodas de Caná, donde el agua se
transforma en vino, y es una cosa misteriosa que lo humano, desde que
Jesús ha venido a la tierra, puede convertirse en divino.
Es habitual contemplar la vida ordinaria, la que se presenta en la
sencillez y normalidad de "cada jornada", como el lugar y el tiempo de lo
rutinario y sin valor, de lo que carece de significado trascendente. Con
frecuencia, la religión se ve hoy como hacer cosas "extra-ordinarias",
alejadas de la existencia concreta. Dios queda fuera de la vida corriente y
quizá en parte por la visión de la historia recibida, en parte por el
secularismo, se entiende como un obstáculo a la libertad y a la realización
personal. El Rey Midas, según la mitología griega, era hijo de la diosa Ida y
de un sátiro. Unos adivinos interpretaron un augurio de las riquezas que
éste poseería. Siendo Midas Rey de Frigia, dio asilo y alimento en su palacio
al sátiro Sileno, a quien había encontrado borracho y enfermo entre los
jardines del reino. El Dios Dionisio, que había estado muy preocupado por la
suerte de Sileno, al enterarse, mandó a preguntar a Midas cómo deseaba
ser recompensado, a lo que Midas respondió sin vacilar: -Te ruego me
otorgues el don de convertir en oro todo lo que toque-. Y así ocurrió, fruto
de su pasión por las riquezas.
Lo que tocaba se convertía en oro; pero pronto tuvo el primer
estremecimiento: era un don irónico, pues tomó una piedra del camino y
con gozo vio que se transformaba en oro. Extendió las manos a las hojas de
un árbol que se volvían de oro en sus manos; pero a la hora del almuerzo
cuando iba a tomar pan vio con pena que el pan como las viandas, como el
vino, o el agua, todas esas cosas se volvían de oro macizo al simple
contacto de sus dedos y, por lo tanto, incomibles. Así que tuvo que suplicar
a Dioniso que lo librara de aquel regalo divino que amenazaba con matarlo
de hambre y de sed. Se compadeció el dios del vino y le dijo que se lavara
en las aguas del río Pactolo. Al hacerlo, perdió ese don y desde entonces
ese río comienza a arrastrar arenas auríferas.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo: -“No les queda vino”.
Jesús, que quizá no sabía que tenía que comenzar con los milagros, le
contestó: -“Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora”. O quizá
era una manera de decir, para ver si ella insistía… Su madre, que sí que lo
sabía, o que insistió en su petición, dijo a los sirvientes: -“Haced lo que él
diga”.
Imagino que Jesús al obedecer a su madre dentro de su misterioso
“Yo” divino, dentro de sí, sinti￳ que el Padre le hacía ver que había llegado
el momento de manifestarse, y dijo: -“Llenad las tinajas de agua” . Y los
criados las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: -“Sacad ahora, y
llevádselo al mayordomo”. Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el
agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo
sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: -
“Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están
bebidos, el peor; tú en cambió has guardado el vino bueno hasta
ahora” . Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos,
manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en Él .
En la Misa también llevamos a Jesús el agua, unas gotas, y se
transforman con el vino en la sangre de Cristo. Nuestro trabajo y nuestras
preocupaciones, todo lo que ofrecemos, se convierten en esas gotitas que
nos llevan a la Misa. Ahí se da el matrimonio, y también la Alianza de Jesús
con su esposa la Iglesia, que se consuma con su entrega en la Cruz. Ese
haced lo que él os diga ” nos lleva a la obediencia de Jesús al Padre, y
María representa la mujer madre de la Iglesia que nace… y se produce esa
“mutaci￳n”, mucho más que en oro, en gloria, las cosas humanas se
transforman en divinas: “He hablado tantas veces del mito del rey Midas,
que convertia en oro cuanto tocaba! En oro de meritos sobrenaturales
podemos convertir todo lo que tocamos, a pesar de nuestros personales
errores” (J. Escrivá).
Transcribo un trozo de un romance de la gotita de agua, escrito
por una carmelita descalza : “Pues, he aquí que una vez, / una gotita de
agua / en lo profundo del mar / vivía con sus hermanas. // Era feliz la
gotita… / libre y rápida bogaba / por los espacios inmensos / del mar de
tranquilas aguas… // ¡Qué contenta se sentía, / pobre gotita de agua, / de
ser humilde y pequeña, / de vivir allí olvidada / sin que nadie lo supiera, /
sin que nadie lo notara! // Era feliz la gotita… / ni envidiosa ni envidiada, /
s￳lo un deseo tenía, / s￳lo un anhelo expresaba… // En la calma de la noche
/ y al despertar la alborada / con su voz hecha murmullo / el Buen Dios así
rezaba: / “Se￱or, que se cumpla en mí / siempre tu voluntad santa; / yo
quiero lo que Tú quieras, / haz de mi cuanto te plazca”… / y escuchando
esta oraci￳n, / Dios sonreía… y callaba.
[Luego viene subir a las nubes…] Se reía la gotita / al ver cuan alto
volaba, / y, dichosa, repetía / su oración acostumbrada…
[Luego cae como nieve y como agua de arroyo]: Era feliz la gotita… /
¡cuánto reía y gozaba / cruzando prados y bosques / en su acelerada
marcha!...
Pero un día la gotita / contempló, aterrorizada, / la oscura boca de un
túnel / que engullirla amenazaba, / trató de huir, mas en vano, / allí quedó
encarcelada / en tenebrosa mazmorra / musitando en su desgracia /
aquella misma oración / que antes, dichosa, rezaba: / “Se￱or, que se
cumpla en mí / siempre tu voluntad santa… / en esta noche tan negra, / en
esta noche tan larga / en que me encuentro perdida / Tú sabes lo que me
aguarda, / yo quiero lo Tú quieras, / haz de mí cuanto te plazca”… /
mirándola complacido / Dios sonreía… y callaba…
Pasaron día y noches / y pasaron las semanas, / pasaron, lentos, los
meses / y la gota, aprisionada / en aquel túnel tan triste / iba avanzado en
su marcha / y… fue feliz la gotita, / porque cuando a Dios oraba, / sentía
una paz muy honda / y de sí misma olvidada, / vivía para cumplir / de Dios
la voluntad santa.
Mas, he aquí que, de pronto, / quedó como deslumbrada, / había
vuelto a la luz / y se encontró colocada / en una linda jarrita / que una
monjita descalza / depositó con amor / sobre el ara consagrada. // Presa
de dulce emoci￳n / la pobre gota temblaba / diciendo : “Yo no soy digna /
de vivir en esta casa, / que es la casa de mi Dios / y de sus esposas
castas”. / El Se￱or que la vio humilde / Sonreía… y se acercaba .
Empezó la Eucaristía, / la gotita que, admiraba, / los ritos iba
siguiendo, / sintió que la trasladaban / desde la bella jarrita / hasta la copa
dorada / del cáliz de salvación / y, con el vino mezclada, / en puro arrobo
de amor / repetía su plegaria: / “Se￱or que se cumpla en mí / siempre tu
voluntad santa”… / y sonreía el Se￱or, / sonreía… y se acercaba…
Llegado ya el gran momento, / resonaron las palabras / más sublimes
que en la tierra / pudieron ser pronunciadas, / y el altar se hizo Belén / en
el Vino y la Hostia santa. / Y…﾿qué fue de la gotita ?... / ᄀFeliz gotita de
agua!... / Sintió el abrazo divino / que hacia Sí la arrebataba / mientras, por
última vez / mansamente suspiraba: / “Se￱or, que se cumpla en mí /
siempre tu voluntad santa”… / y, al escucharla su Dios / sonreía…y la
besaba / con un beso tan ardiente / que el “Todo” absorbi￳ a la “nada” / y
en la sangre de Jesús / la dej￳ transubstanciada…
Esta es la pequeña historia / de una gotita de agua / que quiso
siempre cumplir / de Dios la voluntad santa ”.
María tuvo un papel clave en esta epifanía de su hijo que son las
bodas de Caná. San Juan introduce el texto diciendo " Al tercer-día ",
después del encuentro con Juan Bautista y la llamada a los apóstoles. Pone
en relación el primer milagro de Jesús con el Sinaí y con la resurrección. En
el Sinaí se le dio la ley a Moisés “al tercer día”. En el Sinaí Yavé reveló su
gloria dando su ley a Moisés, así en Caná Jesús revela su gloria dando el
vino mejor, símbolo de la nueva ley que es su evangelio.
Hace también referencia al tercer día del misterio pascual, entendido
como pasión-muerte-resurrección de Cristo: "Destruid este templo [=
muerte] y en tres días lo reedificaré [= resurrección]... Pero (Jesús)
hablaba del templo que es su cuerpo" (Jn 2,19-21). Es “ la hora de Jesús ”,
a la que se refiere Jesús cuando dice a su madre “ no ha llegado mi hora ”.
En los tres momentos se ve “Al tercer día”, como también hay otras
coincidencias: “Yavé reveló su gloria” (Sinaí) y “ Jesús reveló su gloria
(en los otros dos). Por último, se dice “y el pueblo creyó también en él”
(Sinaí) y “ y sus discípulos creyeron en él ” (en los otros dos, aquí y Jn
20-21).
También en el " haced lo que él os diga " María pronuncia algo en la
obediencia en la fe, que se relaciona de nuevo con las tradiciones del Sinaí,
cuando a los pies de la montaña sagrada, toda la asamblea de Israel
prorrumpe por tres veces en una respuesta coral y unánime: “ Haremos
todo lo que el Señor nos ha dicho " (Éx 19,8; 24,3.7). Se establece una
esponsal del pueblo escogido con a su esposo Yavé. Las bodas se convierte
en una imagen de una relación nupcial con Dios. Son éstas las últimas
palabras que los evangelios nos han transmitido de María. Un consejo. Una
orientación cristológica. Una invitación de nuestra madre. En este “tercer
día” que estamos viviendo también nosotros como criados y discípulos del
Señor en el banquete de las bodas mesiánicas, María sigue siendo
mediadora como en Caná (A. Serra).
2. Isaías dice: “ no callaré… no descansaré ”… quiere salvar a su
gente, que será como una esposa, la escogida por Dios: “ Ya no te
llamarán ᆱabandonadaᄏ…” la tierra bien regada con agua se vuelve
amorosa, llena de vida como la Navidad convierte las cosas humanas en
divinas si nos unimos a Jesús… “a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu
tierra «Desposada»; porque el Señor te prefiere a ti y tu tierra
tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa
el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su
esposa, la encontrará tu Dios contigo ”. A veces las personas se hacen
da￱o cuando uno le dice a otro: “ᄀno tienes quien te escuche!”, porque estar
solo es algo duro, no tener alguien a quien contar las cosas. Pero Dios, que
nos quiere con locura, está siempre a nuestro lado, nunca nos deja.
El Salmo nos anima, “ cantad al Señor un cántico nuevo… sus
maravillas a todas las naciones ”. Queremos cantar con los ángeles de
Navidad " Gloria a Dios, paz a los hombres ", " alegría en el cielo, fiesta
en la tierra "... me gustaría aprender a cantar a mi Rey, Jesús, que de
verdad sea el Rey de mi corazón, que agradezca los regalos que me ha
traído en Navidad, su luz que ha nacido en mi corazón, sentirme querido
por Dios, hijo de Dios, hermano de Él, de Cristo el Señor. Y si alguna vez se
apaga esta luz, o afloja, quiero cargar las pilas, enchufar la batería para que
se encienda otra vez, rezando, con el perdón (y haciendo las paces) y con el
esfuerzo por mejorar en aquello que me pide el Señor (como portarme
mejor en casa o estudiar un poco más o ser más esforzado en el trabajo…).
Así, vuelve la alegría y el “buen rollo” de navidad cada día, la luz se
enciende en mi corazón; con los "ángeles de Navidad" que "cantaron
aquella noche" diremos: "Gloria a Dios, paz a los hombres". " ¡El cielo se
alegra, la tierra exulta!" "¡Gloria a Dios!" "¡Adorad a Dios!"
3. San Pablo nos dice que hay “carismas”, dones. Así como uno juega
bien a fútbol, otro tiene el “ don de sabiduría y el don de hablar con
inteligencia (o el don de ciencia) ”. Pero lo importante no es tener
muchas cosas de estas, sino amar, pues si amamos tenemos todo lo de
todos. Había una chica a quien le habría gustado ser sacerdote, misionera…
todo. Y dice que un día: “Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo,
compuesto por diferentes miembros, el más necesario, el más noble de
todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia tenía un corazón, que este
corazón estaba ARDIENDO DE AMOR. Comprendí que el Amor solo hacía
obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegara a apagarse, los
Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártires rehusarían verter su
sangre... Comprendí que EL AMOR ENCERRABA TODAS LAS VOCACIONES.
QUE EL AMOR ERA TODO, QUE ABARCABA TODOS LOS TIEMPOS Y TODOS
LOS LUGARES... EN UNA PALABRA, QUE ES ᄀETERNO!” (Santa Teresa del
Niño Jesús). Y ya quiso tener esta misión: el amor, estar en el corazón de la
Iglesia.
Llucià Pou Sabaté