DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO (B)
Homilía del P. Josep-Enric Parellada, monje de Montserrat
5 de agosto de 2012
Jn 6, 24-35
Queridos hermanos y hermanas,
El pasado domingo leímos el evangelio de la multiplicación de los panes y los peces
que acababa diciendo que Jesús se fue al monte cuando se dio cuenta que querían
hacerlo rey. Aún así, el gentío que había sido alimentado, al ver que se había
marchado continuaron buscándolo. Cuando lo encuentran de nuevo, no saben dar
razón de cómo ha llegado hasta Cafarnaún. La presencia de Jesús tiene siempre algo
de imprevisto, de gratuito y hay que estar siempre abiertos a la sorpresa de una
presencia que no deja nunca de ser un regalo inmerecido.
Como es habitual en el evangelio según san Juan, a las preguntas más o menos
"normales" entre la multitud y Jesús, éste siempre responde cambiando de registro, es
decir, su respuesta es una invitación a ir más allá, a ir al fondo de la cuestión
planteada.
En el caso de hoy, Jesús lo hace poniendo de manifiesto las verdaderas motivaciones
de la gente, no debemos olvidar que lo buscaban para hacerlo rey, es decir, lo
buscaban por el pan que había saciado su hambre corporal y no por el carácter "de
signo" que había tenido aquella comida improvisada. Aunque por otra parte, era bien
comprensible, pues seguro que muchos de los que habían comido eran personas para
las que no les era fácil tener al alcance una alimentación regular o bien les costaba
mucho poder asegurarse las comidas.
Por eso Jesús no rechaza esta motivación, sino que le sirve para invitarlos a ir más
allá: "Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura, dando
vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre". Jesús no podía descalificar el deseo de
pan para saciar el hambre, ya que él mismo se había preocupado de alimentarlos.
Ahora les invita a que le pidan otro pan, el pan que él mismo les quiere dar, el pan que
sacia todas las demás hambrunas más radicales y profundas.
Jesús como buen pastor se hace cargo de las necesidades reales de sus seguidores.
Como maestro les ayuda a purificar las motivaciones que les mueven a buscarlo, más
allá de la necesidad del pan material. La gente necesita a Jesús y lo busca. ¿Hay algo
en él que los atrae, pero todavía no saben exactamente por qué lo buscan ni para qué
lo buscan. Sólo intuyen que Jesús les está abriendo unos horizontes nuevos pero no
saben qué hacer ni por dónde empezar. Por eso el evangelista resume sus
interrogantes con las palabras que hemos escuchado: " ¿Cómo podremos ocuparnos
en los trabajos que Dios quiere?".
La respuesta de Jesús a la pregunta que le hacen, cambia de nuevo de registro. No
les indica qué obras o prácticas deben tener en cuenta, en todo caso serán la
consecuencia, sino que su respuesta toca el corazón de la fe cristiana: "Éste es el
trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado". Dios sólo quiere que
crean en Jesús, que es el gran regalo que Él ha enviado al mundo. Él es el verdadero
pan bajado del cielo. Creer en el que Dios ha enviado es la nueva exigencia en la que
hay que trabajar, el resto es absolutamente secundario.
La identidad de los cristianos es ir aprendiendo a vivir con un estilo de vida que nace
de la relación viva y confiada con Jesús. Nuestra vida cristiana crece en la medida que
aprendemos a pensar, sentir, amar, trabajar, sufrir y vivir como lo hace Jesús.
 
Como en todos los tiempos, pero quizás en estos tiempos de crisis, en que tantos
hombres y mujeres carecen de todo tipo de alimento material para llevar una vida
digna tal como Dios la quiere para todos sus hijos, sin excepción, ser cristiano significa
estar atentos a los que viven en la precariedad y la necesidad para ofrecerles junto
con el pan que alimenta el cuerpo, el pan que devuelve la confianza.
Por último, queridos hermanos y hermanas podríamos preguntarnos: ¿Tenemos
hambre de Dios? Y nosotros, ¿por qué buscamos a Jesús? Al participar de la
Eucaristía pedimos que no nos falte el pan de la vida, para ser portadores como Jesús
de la vida de Dios en el mundo.