Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 2, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: La esperanza que se nos ha ofrecido es para nosotros
como ancla segura y firme * El Señor recuerda siempre su alianza. * El sábado se
hizo para el hombre y no el hombre para el sábado
Textos para este día:
Hebreos 6,10-20:
Hermanos: Dios no es injusto para olvidarse de vuestro trabajo y del amor que le
habéis demostrado sirviendo a los santos ahora igual que antes. Deseamos que
cada uno de vosotros demuestre el mismo empeño hasta el final, para que se
cumpla vuestra esperanza, y no seáis indolentes, sino imitad a los que, con fe y
perseverancia, consiguen lo prometido.
Cuando Dios hizo la promesa a Abrahán, no teniendo a nadie mayor por quien
jurar, juró por sí mismo, diciendo: "Te llenaré de bendiciones y te multiplicaré
abundantemente." Abrahán, perseverando, alcanzó lo prometido. Los hombres
juran por alguien que sea mayor y, con la garantía del juramento, queda zanjada
toda discusión. De la misma manera, queriendo Dios demostrar a los beneficiarios
de la promesa la inmutabilidad de su designio, se comprometió con juramento, para
que por dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos
ánimos y fuerza los que buscamos refugio en él, asiéndonos a la esperanza que se
nos ha ofrecido. La cual es para nosotros como ancla del alma, segura y firme, que
penetra más allá de la cortina, donde entró por nosotros, como precursor, Jesús,
sumo sacerdote para siempre, según el rito de Melquisedec.
Salmo 110:
Doy gracias al Señor de todo corazón, / en compañía de los rectos, en la asamblea.
/ Grandes son las obras del Señor, / dignas de estudio para los que las aman. R.
Ha hecho maravillas memorables, / el Señor es piadoso y clemente. / Él da
alimento a sus fieles, / recordando siempre su alianza. R.
 
Envió la redención a su pueblo, / ratificó para siempre su alianza, / su nombre es
sagrado y temible. / La alabanza del Señor dura por siempre. R.
Marcos 2,23-28:
Un sábado, atravesaba el Señor un sembrado; mientras andaban, los discípulos
iban arrancando espigas. Los fariseos le dijeron: "Oye, ¿por qué hacen en sábado lo
que no está permitido?" Él les respondió: "¿No habéis leído nunca lo que hizo
David, cuando él y sus hombres se vieron faltos y con hambre? Entró en la casa de
Dios, en tiempo del sumo sacerdote Abiatar, comió de los panes presentados, que
sólo pueden comer los sacerdotes, y les dio también a sus compañeros." Y añadió:
"El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado; así que el Hijo
del hombre es señor también del sábado."
Homilía
Temas de las lecturas: La esperanza que se nos ha ofrecido es para nosotros
como ancla segura y firme * El Señor recuerda siempre su alianza. * El sábado se
hizo para el hombre y no el hombre para el sábado
1. Una invitación a la perseverancia
1.1 La Biblia nos invita a la esperanza pero no a la ilusión. Nadie dijo que iba a ser
fácil. Nadie dijo que ser cristiano era un camino libre del cansancio, el fastidio, el
temor o la desazón. Y uno de los principales objetivos de la Carta a los Hebreos,
que nos ha venido acompañando estos primeros días del tiempo ordinario, es dar
fuerza; sostener en la esperanza; animar a esa lucha que no termina porque
recomienza casi cada día: la lucha por la fidelidad, la generosidad, el testimonio.
1.2 Y es hermoso ver de cuántas razones se llena el autor de esta Carta para
animar a su gente. Sucesivamente les invita a mirar su propio pasado, la pasión de
Cristo y su entrada en la gloria, el triunfo que aguarda a quienes perseveran, la
desgracia que queda en herencia a los cobardes, los ejemplos que otros nos han
dado, el amor de Aquel que se ha puesto de nuestro lado, la hermosa armonía de la
fe que nos une, la grandeza del llamado que hemos recibido, la estabilidad
inconmovible de las promesas divinas, la gratitud que debemos a quienes nos han
evangelizado, lo breve de la lucha y lo largo de la recompensa, en fin, todo o casi
todo lo que es posible decir a los que tal vez se sienten molidos o abrumados,
temerosos o pusilánimes.
1.3 El texto de hoy destaca el juramento divino. Dios, no teniendo por quién jurar,
juró por sí mismo, en maravillosa proclamación de su fidelidad, que es eterna.
Nosotros estamos bajo el poder de esa palabra, que no puede ser deshecha; nos
ampara la declaración de Aquel que no sabe ni puede mentir; nos defiende el
mismo ante el cual habrá de comparecer toda carne.
2. Grandeza y miseria del sábado
2.1 El evangelio de hoy nos trae el tema del sábado. En otra ocasión hemos
hablado del sentido de liberación que tenía esta institución del sábado, por la cual
quería Dios que reconociéramos nuestra vocación más alta, no en transformar el
mundo, sino en ser la voz del mundo que alaba a su Creador.
2.2 Mas aún esta noble disposición podía degenerar, y degeneró. Más pendientes
de juzgar de los demás que de encontrar en sí mismos el sentido de este descanso,
los idólatras de la Ley llegaron a pervertir por completo lo que había sido para
liberación, porque ya no santificaban el tiempo contemplando las bondades de Dios
sino hurgando en las limitaciones y maldades humanas.
2.3 Hay en esto una enseñanza para nosotros. Las cosas buenas alcanzan su
bondad sólo con el buen uso. Fácil es usar mal lo bueno, y no es otra la naturaleza
del pecado. En el fondo, pecar es pervertir; pecar es torcer lo que en sí es bueno
para volverlo malo. Por eso decía Santa Catalina que lo que existe es bueno, y que
el pecado es la elección de la nada, es el sendero que elimina o pretende eliminar el
ser.
2.4 Jesús es el Señor del sábado. Si el sábado debía significar "liberación", Jesús es
el Señor de la liberación. Si el sábado debía significar "santificación", Jesús es el
Señor de la santidad y de la santificación. Una liberación sin Jesús será opresión
reeditada de otros modos; una santificación sin Jesús será egoísmo, orgullo o
vanidad, editados de otro modo; por contraste, con él y en él encontramos el
verdadero sentido de todo aquello que nuestra alma desea pero nuestro corazón no
sabe hallar.
Fr. Nelson Medina, O.P.