EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Martes de la segunda semana del tiempo ordinario
Carta a los Hebreos 6,10-20.
Porque Dios no es injusto para olvidarse de lo que ustedes han hecho y del amor
que tienen por su Nombre, ese amor demostrado en el servicio que han prestado y
siguen prestando a los santos.
Solamente deseamos que cada uno muestre siempre el mismo celo para asegurar
el cumplimento de su esperanza.
Así, en lugar de dejarse estar perezosamente, imitarán el ejemplo de aquellos que
por la fe y la paciencia heredan las promesas.
Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, como no podía jurar por alguien
mayor que él, juró por sí mismo,
diciendo: Sí, yo te colmaré de bendiciones y te daré una descendencia numerosa.
Y por su paciencia, Abraham vio la realización de esta promesa.
Los hombres acostumbran a jurar por algo más grande que ellos, y lo que se
confirma con un juramento queda fuera de toda discusión.
Por eso Dios, queriendo dar a los herederos de la promesa una prueba más clara de
que su decisión era irrevocable, la garantizó con un juramento.
De esa manera, hay dos realidades irrevocables -la promesa y el juramento- en las
que Dios no puede engañarnos. Y gracias a ellas, nosotros, los que acudimos a él,
nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos
ofrece.
Esta esperanza que nosotros tenemos, es como un ancla del alma, sólida y firme,
que penetra más allá del velo,
allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor, convertido en Sumo
Sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
Salmo 111(110),1-2.4-5.9.10c.
¡Aleluya!
Doy gracias al Señor de todo corazón,
en la reunión y en la asamblea de los justos.
Grandes son las obras del Señor:
los que las aman desean comprenderlas.
El hizo portentos memorables,
el Señor es bondadoso y compasivo.
Proveyó de alimento a sus fieles
y se acuerda eternamente de su alianza.
El envió la redención a su pueblo,
promulgó su alianza para siempre:
su Nombre es santo y temible.
El temor del Señor es el comienzo de la sabiduría:
son prudentes los que lo practican.
¡El Señor es digno de alabanza eternamente!
Evangelio según San Marcos 2,23-28.
Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos comenzaron a
arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: "¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado lo que no está
permitido?".
El les respondió: "¿Ustedes no han leído nunca lo que hizo David, cuando él y sus
compañeros se vieron obligados por el hambre,
cómo entró en la Casa de Dios, en el tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y
dio a sus compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los
sacerdotes?".
Y agregó: "El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado.
De manera que el Hijo del hombre es dueño también del sábado".
Comentario del Evangelio por:
Papa Benedicto XVI
Exhortación apostólica “Sacramentum caritatis” §72 (trad. © copyright
Libreria Editrice Vaticana rev.)
"El dueño del sábado": la liberación aportada por Cristo
Esta novedad radical que la Eucaristía introduce en la vida del hombre ha estado
presente en la conciencia cristiana desde el principio. Los fieles percibieron en
seguida el influjo profundo que la celebración eucarística ejercía sobre su estilo de
vida. San Ignacio de Antioquía (?-v. 110) expresaba esta verdad definiendo a los
cristianos como “los que han llegado a la nueva esperanza”, y los presentaba como
los que viven “según el domingo”. Esta fórmula del gran mártir antioqueno pone
claramente de relieve la relación entre la realidad eucarística y la vida cristiana en
su cotidianidad. La costumbre característica de los cristianos de reunirse el primer
día después del sábado para celebrar la resurrección de Cristo —según el relato de
san Justino mártir (v. 100-160) — es el hecho que define también la forma de la
existencia renovada por el encuentro con Cristo.
La fórmula de san Ignacio —“vivir según el domingo”— subraya también el valor
paradigmático que este día santo posee con respecto a cualquier otro día de la
semana. En efecto, su diferencia no está simplemente en dejar las actividades
habituales, como una especie de paréntesis dentro del ritmo normal de los días. Los
cristianos siempre han vivido este día como el primero de la semana, porque en él
se hace memoria de la radical novedad traída por Cristo. Así pues, el domingo es el
día en que el cristiano encuentra aquella forma eucarística de su existencia que
está llamado a vivir constantemente. “Vivir según el domingo” quiere decir vivir
conscientes de la liberación traída por Cristo y desarrollar la propia vida como
ofrenda de sí mismos a Dios, para que su victoria se manifieste plenamente a todos
los hombres a través de una conducta renovada íntimamente.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”