FIESTA DE LOS SANTOS APÓSTOLES SIMÓN Y JUDAS
Homilía del P. Abad Presidente Bruno Marin
28 de octubre de 2011
Ef 2, 19-22; Lc 6, 12-19
Querido P. Abad, querido P. Prior de Lazkao, queridos monjes de esta comunidad de
Montserrat, queridos hermanos y hermanas en el Señor.
La Palabra de Dios que acabamos de proclamar nos ha sido dada para que
acogiéndola en la fe podamos celebrar la Eucaristía en la verdad, en esta fiesta de los
santos apóstoles Simón y Judas.
1. La Palabra que hoy nos es dada, nos revela el misterio de la Iglesia y el ministerio
de los apóstoles.
- En la Iglesia, a los discípulos de Jesús, les es dado como don la ciudadanía de los
santos y de los familiares de Dios. Estos forman un "edificio" de piedras vivas
fundamentado sobre los Apóstoles y los Profetas, y la piedra angular de este edificio
es Jesús mismo.
Y este edificio de piedras vivas crece de forma ordenada, bien estructurado,
fundamentado sobre una relación verdadera, donde cada uno puede ser
verdaderamente él mismo.
El edificio de piedras vivas se convierte en el Santuario del Señor: el lugar donde Él
habita, se manifiesta y donde se encuentra.
También nosotros, pues, reunidos aquí por el Espíritu Santo para celebrar esta
Eucaristía, somos, ahora, edificados como piedras vivas de este edificio santo para
convertirse en casa de Dios, donde nadie es extranjero, ni forastero, sino que todos
somos conciudadanos junto con los santos y familiares de Dios.
- Es destacable la relación vital entre Jesús y los Apóstoles, entre su ministerio
mesiánico y el ministerio apostólico.
a) Los apóstoles y los profetas tienen como piedra angular, única y esencial: Jesús.
b) Y según el relato evangélico que acabamos de proclamar, los apóstoles son
"engendrados" en la noche fecunda de la oración de Jesús, en la montaña, en su
relación filial e íntima con el Padre, y al despuntar el día, Jesús revela el ministerio
apostólico a través de la llamada y la elección de los doce, que son llamados cada uno
por su nombre.
Después de la montaña, de la oración y de la revelación Jesús baja con los Apóstoles
para acoger la inmensa multitud de discípulos y toda la gente, simbólicamente toda la
humanidad, que habían venido para escucharlo, para ser curados y liberados del
espíritu del mal. Es bellísima la expresión que nos reporta san Lucas cuando afirma
que "la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos",
ofreciéndoles la salud y la salvación.
2. Hoy, en una única fiesta, hacemos memoria de los dos apóstoles: Simón, apodado
el Celotes y Judas.
Una única fiesta por los dos apóstoles de quienes puede provenir su apostolado
común en Mesopotamia y Persia, donde habían sido enviados para anunciar el
Evangelio.
El hecho de que sea una única fiesta para los dos apóstoles es significativo, ya que
sugiere que el número "dos" no expresa únicamente cantidad, sino que revela una
"cualidad", es un "símbolo".
El evangelista san Marcos escribe: "Jesús llamó a los "Doce" y los fue enviando de
dos en dos ..." (6, 7). Y el evangelista san Mateo (10, 2), nos da la lista de los Doce
Apóstoles nombrándolos de dos en dos.
La vida cristiana es "misión", es ir hacia el otro, implica la apertura al otro, acogido
como un hermano, significa ser hermano, hacerse cargo del peso del otro, en definitiva
ser signo creíble de Jesucristo.
Esta Palabra se verifica ahora en la celebración de la Eucaristía, donde la Palabra se
hace carne en nosotros, alimentándonos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo,
haciendo de su vida nuestra vida, capaces pues como él de no cerrarnos en nosotros
mismos, para vivir abiertos al otro, a cada uno, sin fronteras, haciéndonos hermanos,
acogiendo y dándonos a nosotros mismos.
Amén.