EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Fiesta de la Conversión de San Pablo, Apóstol
Libro de los Hechos de los Apóstoles 22,3-16.
"Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero me he criado en esta ciudad y he sido
iniciado a los pies de Gamaliel en la estricta observancia de la Ley de nuestros
padres. Estaba lleno de celo por Dios, como ustedes lo están ahora.
Perseguí a muerte a los que seguían este Camino, llevando encadenados a la
prisión a hombres y mujeres;
el Sumo Sacerdote y el Consejo de los ancianos son testigos de esto. Ellos mismos
me dieron cartas para los hermanos de Damasco, y yo me dirigí allá con el
propósito de traer encadenados a Jerusalén a los que encontrara en esa ciudad,
para que fueran castigados.
En el camino y al acercarme a Damasco, hacia el mediodía, una intensa luz que
venía del cielo brilló de pronto a mi alrededor.
Caí en tierra y oí una voz que me decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?'.
Le respondí: '¿Quién eres, Señor?', y la voz me dijo: 'Yo soy Jesús de Nazaret, a
quien tú persigues'.
Los que me acompañaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba.
Yo le pregunté: '¿Qué debo hacer, Señor?'. El Señor me dijo: 'Levántate y ve a
Damasco donde se te dirá lo que debes hacer'.
Pero como yo no podía ver, a causa del resplandor de esa luz, los que me
acompañaban me llevaron de la mano hasta Damasco.
Un hombre llamado Ananías, fiel cumplidor de la Ley, que gozaba de gran prestigio
entre los judíos del lugar,
vino a verme y, acercándose a mí, me dijo: 'Hermano Saulo, recobra la vista'. Y en
ese mismo instante, pude verlo.
El siguió diciendo: 'El Dios de nuestros padres te ha destinado para conocer su
voluntad, para ver al Justo y escuchar su Palabra,
porque tú darás testimonio ante todos los hombres de lo que has visto y oído.
Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y purifícate de tus pecados,
invocando su Nombre'.
Salmo 117(116),1.2.
¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!
Evangelio según San Marcos 16,15-18.
Señor, ¿qué quieres que haga?
Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la
creación.
El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi
Nombre y hablarán nuevas lenguas;
podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les
hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán".
Comentario del Evangelio por
San Bernardo (1091-1153), monje cisterciense y doctor de la Iglesia
1er Sermón para la fiesta de la conversión de san Pablo, 1, 6; PL 183, 359
Señor, ¿qué quieres que haga?
Con razón, hermanos queridos, la conversión del "maestro de las naciones" (1Tm
2,7) es una fiesta que todos los pueblos celebran hoy con alegría. En efecto son
numerosos los retoños que surgieron de esta raíz; una vez convertido, Pablo se
hizo instrumento de la conversión para el mundo entero. En otro tiempo, cuando
todavía vivía en la carne pero no según la carne (cf Rm 8,5s), convirtió a muchos
por su predicación; todavía hoy, mientras vive en Dios una vida más feliz, no deja
de trabajar en la conversión de los hombres por su ejemplo, su oración y su
doctrina...
Esta fiesta es una gran fuente de bienes para los que la celebran... ¿Cómo
desesperar, cualquiera que tenga muchas faltas, cuando oye que "Pablo, respirando
todavía amenazas de muerte contra los discípulos del Señor " se convirtió
repentinamente en"un instrumento de elección "? (Hch. 9,1.15) ¿Qué podría decir,
bajo el peso de su pecado: "no puedo levantarme para llevar una vida mejor",
mientras que, sobre el mismo camino donde le conducía su corazón sediento de
odio, el perseguidor encarnizado se convirtió súbitamente en un predicador fiel?.
Esta sola conversión nos muestra en un día la grandeza de la misericordia de Dios y
el poder de su gracia...
He aquí, hermanos, un modelo perfecto de conversión: "mi corazón está listo,
Señor, mi corazón está listo... ¿Qué quieres que haga?" (Sal. 56,8; Hch. 9,6)
Palabra breve, pero plena, viva, eficaz y digna de ser escuchada. Se encuentra poca
gente en esta disposición de obediencia perfecta, que haya renunciado a su
voluntad hasta tal punto que su mismo corazón no les pertenezca más. Se
encuentra poca gente que a cada instante busque lo que Dios quiere y no lo que
ellos quieren y que le dicen sin cesar: " ¿Señor, qué quieres que haga?
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”