Domingo II de Adviento, ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ Adviento: tiempo para esperar a Dios , que asume la historia de los
hombres, asume el tiempo de los hombres.
En la Encarnación, Dios se hace hombre. Por eso:
v todo hombre es sagrado
v todo el tiempo es transformado en historia de salvación.
Y por eso hoy el Ev. comienza solemnemente, dando las coordenadas
espacio-temporales del Precursor.
Así comprendemos que:
· El Evang. no es fábula, ni cuento (“había una vez”), ni mito…
· Ocurre en un lugar concreto , y toca a todo el Universo .
· Ocurre en un momento bien preciso de la historia, y transforma la
historia
universal .
+ De este modo, en la plenitud de los tiempos, Dios prepara la
manifestación de su Hijo en Juan el Bautista, que predica en el desierto :
· lugar de peregrinación hacia la tierra prometida.
· lugar de la tentación de los ídolos, de la desconfianza en el poder y
la misericordia del Señor, agobiados por el hambre y la sed.
· pero también lugar donde Israel tuvo una particular experiencia del
amor esponsal de Dios , y de la reconciliación con Él (cfr. Éxodo; profetas; Jesús).
ð Juan predica un bautismo de conversión: volver a Dios…
ð También para nosotros el Adviento es el tiempo del desierto, del silencio,
del amor reconstituido . Tiempo de restablecer los lazos de la Alianza entre Dios y el
hombre. En este desierto del Adviento preparamos la entrada al Redentor. Tiempo
para re-orientarnos (= volver a mirar hacia Oriente, de donde viene el Sol de
justicia…
+ Se destaca la universalidad de esta invitación : todos, judíos y
paganos: el perdón de los pecados es para todos.
Pero esta Salvación, exige de nuestra parte una preparación (semejante a
la nivelación del terreno para construir una carretera…)
El Adviento es esencialmente preparación para la Navidad .
El desafío es entonces vencer algunas tentaciones:
ð La “melancolía por las fiestas” , y el deseo de que pasen pronto… sin
pena ni gloria.
ð La “Navidad pagana” (de “mucho ruido y pocas nueces”; aunque para
nosotros sería “demasiadas nueces en los turrones, y poca preparación en los
corazones”…)
 
ð La “rutina de las fiestas” (“¡una Navidad más, o una menos… qué más
da!”).
ð La tentación, tan sutil y actual, de hacer de la Navidad una fiesta
simplemente familiar , en la que no falta nadie… excepto Cristo, claro,
cómodamente reemplazado por el insulso gordinflón papá noel, típico exponente de
cómo se puede hacer una fiesta “religiosa” sin Dios.
Finalmente, una palabra sobre la figura gigante y humilde del primer y de
todos los advientos: Juan el Bautista:
· Para nuestros tiempos de libertad enloquecida : toda su existencia estuvo
determinada por la misión que tenía que cumplir, desde el seno materno hasta su
muerte. Obra no por gustos o modas, sino porque el Señor se lo pide (¿cuales son
nuestros “móviles”?…)
· Para nuestros tiempos de protagonismos enfermizos (“figuración o
muerte”): Juan se cuidó muy bien de colocarse como el centro; se define como el
más inútil de los esclavos (el que desataba las sandalias); su actitud es una
enérgica denuncia contra el excesivo amor propio y el egoísmo, que nos empuja a
ponernos siempre en primer plano, olvidando que el excesivo afán de singularidad
no deja sitio a Jesús.
+ También en esta Navidad el Señor nos llama a abajar las montañas de
nuestro orgullo, nuestra ambición desmedida, nuestra presunción, y nuestra
autosuficiencia. Desde el pesebre de Belén Dios nos interpela con
Misericordia… Y desde el final de la historia nos reclama con su justicia…
¡Que sepamos preparar esta Navidad con el mismo amor que María preparó
aquella primera Navidad de la historia!