EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Lucas 1,1-4.4,14-21.
Muchos han tratado de relatar ordenadamente los acontecimientos que se
cumplieron entre nosotros,
tal como nos fueron transmitidos por aquellos que han sido desde el comienzo
testigos oculares y servidores de la Palabra.
Por eso, después de informarme cuidadosamente de todo desde los orígenes, yo
también he decidido escribir para ti, excelentísimo Teófilo, un relato ordenado,
a fin de que conozcas bien la solidez de las enseñanzas que has recibido.
Jesús volvió a Galilea con del poder el Espíritu y su fama se extendió en toda la
región.
Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en
la sinagoga y se levantó para hacer la lectura.
Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde
estaba escrito:
El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. El me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos
y proclamar un año de gracia del Señor.
Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó. Todos en la sinagoga tenían
los ojos fijos en él.
Entonces comenzó a decirles: "Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que
acaban de oír".
Comentario del Evangelio por
San Ambrosio (c 340-397), obispo de Milán y maestro de San Agustín,
doctor de la Iglesia
Comentario al salmo 1, 33; CSEL 64, 28-30
“Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír”
Sacia tu sed en el Antiguo Testamento para, seguidamente, beber del Nuevo. Si
tú no bebes del primero, no podrás beber del segundo. Bebe del primero para
atenuar tu sed, del segundo para saciarla completamente... Bebe de la copa del
Antiguo Testamento y del Nuevo, porque en los dos es a Cristo a quien bebes. Bebe
a Cristo, porque es la vid (Jn 15,1), es la roca que hace brotar el agua (1Co, 10,3),
es la fuente de la vida (Sal 36,10). Bebe a Cristo porque él es “el correr de las
acequias que alegra la ciudad de Dios” (Sal 45,5), él es la paz (Ef 2,14) y “de su
seno nacen los ríos de agua viva” (Jn 7,38). Bebe a Cristo para beber de la sangre
de tu redención y del Verbo de Dios. El Antiguo Testamento es su palabra, el Nuevo
lo es también. Se bebe la Santa Escritura y se la come; entonces, en las venas del
espíritu y en la vida del alma desciende el Verbo eterno. “No sólo de pan vive el
hombre, sino de toda palabra de Dios” (Dt 8,3; Mt 4,4). Bebe, pues de este Verbo,
pero en el orden conveniente. Bebe primero del Antiguo Testamento, y después, sin
tardar, del Nuevo.
Dice él mismo, como si tuviera prisa: “Pueblo que camina en las tinieblas, mira
esta gran luz; tú, que habitas en un país de muerte, sobre ti se levanta una luz” (Is
9,1 LXX). Bebe, pues, y no esperes más y una gran luz te iluminará; no la luz
normal de cada día, del sol o de la luna, sino esta luz que rechaza la sombra de la
muerte.
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”