Hoy se ha cumplido ante ustedes está profecía”.
Lc 1,1-4; 4, 14-21
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“EL ESPÍRITU DEL SEÑOR ESTÁ SOBRE MÍ, PORQUE ME HA CONSAGRADO
POR LA UNCIÓN”
“El Espíritu del Se￱or está sobre mí, porque me ha consagrado por la unci￳n. Él me
envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y
la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia
del Se￱or”. Jesús cerr￳ el Libro, lo devolvi￳ al ayudante y se sent￳. Todos en la
sinagoga tenían los ojos fijos en El. Entonces comenz￳ a decirles: “Hoy se ha
cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”.
El Evangelio es la buena noticia de que el Padre nos ama intensamente. ¿Qué
hemos de hacer entonces? Dios no nos pide cosas grandes, pomposas, sino,
simplemente, cambiar de vida, volver a él. Convertirse no es sólo cesar de hacer el
mal -como pedía Jonás a los ninivitas-, sino reconocer en nuestras dificultades al
Dios cercano a nosotros, que nos ama aun cuando las cosas no vayan como
nosotros quisiéramos.
Así pues, para convertirse es preciso saber apreciar nuestro tiempo como el kairós,
es decir el momento justo que Dios nos da, como el tiempo oportuno que se ofrece
a nuestro presente. Todo es provisional, aunque no el sentido profundo de la
realidad que la fe nos presenta. Apropiarnos de la gran oportunidad de llegar a ser
hijos de Dios es saber hacerse con la ocasión propicia, es creer en el Evangelio del
Reino, evitando detenemos en cosas inútiles, transitorias, sin someternos a los
esquemas mundanos que nos aprisionan.
Jesús también viene hoy, misteriosamente, a buscarnos a nosotros, que nos
encontramos con un horizonte de vida comparable al que tenían delante los
primeros que fueron llamados, unos hombres encerrados en su trabajo de echar las
redes y arreglarlas después. Así pues, también nosotros, como los cuatro primeros
discípulos, debemos convertirnos a él, reconociendo su paso por nuestra vida y la
invitación incesante que nos hace para que le sigamos.
Convertirnos en discípulos suyos supone renovar cada día nuestra opción por él,
buscando dentro de nuestra historia esa voz suya que nos llama desde siempre.
Así, entramos en la historia de la exaltadora promesa del “los haré pescadores de
hombres”, que no se agota a buen seguro en la tarea del ministerio eclesial, sino
que coincide con la experiencia de todo cristiano auténtico. He aquí, por tanto, la
rebosante alegría de la pesca mesiánica, que supone arrancar a la humanidad de
las aguas venenosas del mal, para llevarla al refugio seguro en la vida del Reino.
Indudablemente, ninguno de nosotros puede salvar a otro hombre, pero todos
podemos colaborar con Jesús en el trabajo de echar las redes del Evangelio, a fin
de que las personas disponibles se agarren a ellas y renazcan a la vida nueva.
ORACION
Señor Jesús, tú me llamas a la conversión, a saber aprovechar el tiempo oportuno
que se me ha concedido. No me pides que huya de mis responsabilidades en el
presente, sino que dirija mis opciones a lo que es conveniente para mi vida
espiritual y me mantiene unido a ti, Señor, sin distracciones.
Con tu ayuda, deseo mantener mi corazón indiviso, consagrado a ti, en el estado de
vida en el que me has llamado. En efecto, quiero agradarte, porque comprendo que
esto es lo único de lo que verdaderamente vale la pena preocuparse, con la
determinación de tender con todas mis energías a ti, Dios mío, mi único fin. La
“alegre noticia” de tu venida a nuestra humanidad alegra profundamente mi
corazón y me hace vivir la conversión no como un esfuerzo frustrante, sino como la
aventura de la reconquista de la verdadera libertad a la que me has llamado.
Señor, deseo llegar a ser verdaderamente libre, para poder recibir tu llamada y
responder con prontitud y generosidad, como tus primeros discípulos. Es hermoso
poder escucharte, seguirte y servirte. Que tu gracia lleve a cumplimiento la obra
buena que has iniciado en mí.