III Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Introducción a la semana
Esta semana la carta a los Hebreos insiste en la novedad del sacerdocio de
Cristo, que lleva a plenitud los sacrificios de la alianza antigua, sellando una
nueva y definitiva alianza con Dios. Ésta implica una íntima unión con Él, gracias
a la ofrenda personal de Cristo (no hay alianza sin ofrenda), que, al identificarse
con nosotros, nos asoció a su propia ofrenda para que fuéramos así gratos a
Dios como él y capaces de interceder también nosotros por los demás,
participando de su propio sacerdocio. Ahora bien, para que esa ofrenda suya dé
fruto en la vida de cada uno, la carta exhorta a los destinatarios a reavivar una
conducta que se ha ido debilitando entre ellos: la adhesión personal a Cristo por
la fe, que ya en otro tiempo les ayudó a soportar numerosos padecimientos. No
deben descuidar nunca esa actitud, que es la que conduce a la salvación
definitiva.
El evangelio de Marcos va mostrándonos la actividad de Jesús a través de
parábolas y signos que revelan su personalidad de enviado de Dios. Esta
realidad invita a aceptar su palabra y tratar de vivir un nuevo tipo de relaciones
con los demás, inaugurando ya el reino que él predica y que está llamado a
crecer como una simiente vigorosa y fecunda.
Testigo de ese reino presente ya en nuestra historia es el teólogo dominico santo
Tomás de Aquino, ejemplo admirable de creyente que busca entender y dar a
conocer su fe, y guía excepcional que enseña a iluminar desde esa misma fe los
problemas de la vida humana, como ha reconocido la autoridad de la Iglesia en
numerosas ocasiones.
San Juan Bosco nos ofrece esta semana un ejemplo de amor y entrega sin
reservas a los jóvenes, que transmitió a la Congregación Salesiana fundada por
él. La memoria de santa Águeda es una nueva ocasión de admirar a otra de las
grandes mártires de la Iglesia antigua incluidas en la Plegaria eucarística de la
misa; reconocemos en ellas, una vez más, la importancia de las mujeres en la
comunidad cristiana, no sólo al dar ese testimonio supremo de fe, sino también
cuando ejercen otras diversas funciones en el seno de la familia y de la
sociedad.
Y la fiesta de la Presentación del Señor nos recuerda la ofrenda que María y José
hicieron a Dios de su Hijo recién nacido; con este motivo se celebra el Día de la
Vida consagrada, dando gracias por este don de Dios a su Iglesia, promoviendo
en el pueblo cristiano el conocimiento y la estima por esta forma de vida
evangélica e inculcando en las mismas personas consagradas el deseo de
profundizar en su vocación específica al servicio del reino de Dios en la tierra.
Fray Emilio García Álvarez
Convento de Santo Domingo. Caleruega
(Burgos)
Con permiso de dominicos.org