Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 3, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad * Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad. * El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi
hermano y mi hermana y mi madre
Textos para este día:
Hebreos 10,1-10:
Hermanos: La Ley, que presenta sólo una sombra de los bienes definitivos y no la
imagen auténtica de la realidad, siempre, con los mismos sacrificios, año tras ano,
no puede nunca hacer perfectos a los que se acercan a ofrecerlos. Si no fuera así,
habrían dejado de ofrecerse, porque los ministros del culto, purificados una vez, no
tendrían ya ningún pecado sobre su conciencia. Pero en estos mismos sacrificios se
recuerdan los pecados ano tras año. Porque es imposible que la sangre de los toros
y de los machos cabríos quite los pecados.
Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: "Tú no quieres sacrificios ni
ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas
expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: "Aquí estoy, oh Dios,
para hacer tu voluntad."" Primero dice: "No quieres ni aceptas sacrificios ni
ofrendas, holocaustos ni víctimas expiatorias", que se ofrecen según la ley.
Después añade: "Aquí estoy yo para hacer tu voluntad." Niega lo primero, para
afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la
oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.
Salmo 39 :
Yo esperaba con ansia al Señor; / él se inclinó y escuchó mi grito; / me puso en la
boca un cántico nuevo, / un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, / y, en cambio, me abriste el oído; / no pides
sacrificio expiatorio, / entonces yo digo: "Aquí estoy". R.
 
He proclamado tu salvación / ante la gran asamblea; / no he cerrado los labios: /
Señor, tú lo sabes. R.
No me he guardado en el pecho tu defensa, / he contado tu fidelidad y tu salvación,
/ no he negado tu misericordia y tu lealtad / ante la gran asamblea. R.
Marcos 3,31-35:
En aquel tiempo, llegaron la madre y los hermanos de Jesús y desde fuera lo
mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dijo: "Mira, tu madre y
tus hermanos están fuera y te buscan." Les contestó: "¿Quiénes son mi madre y
mis hermanos?" Y, paseando la mirada por el corro, dijo: "Éstos son mi madre y
mis hermanos. El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano y mi
hermana y mi madre."
Homilía
Temas de las lecturas: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad * Aquí estoy,
Señor, para hacer tu voluntad. * El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi
hermano y mi hermana y mi madre
1. La ofrenda de la voluntad
1.1 Si nos preguntaran qué ofreció Cristo en su sacrificio del calvario, lo más
probable es que digamos: su sangre o su vida, y esto desde luego es cierto; pero
puede hacernos olvidar la dimensión interior de su oblación. El sacrificio del Señor
es ante todo el sacrificio interior de su voluntad. Nosotros hemos sido salvados por
un acto colosal de obediencia amorosa o de amor obediente, como se quiera decir.
1.2 Cristo nos ha redimido con su obediencia y nos invita a transitar la vía de la
obediencia. Fue frecuente entre los Santos Padres la afirmación de que la
obediencia del Nuevo Adán nos ha rescatado de la desobediencia del primer Adán.
En realidad, la grandeza de la obediencia y del sacrificio de la voluntad era ya
conocida en el Antiguo Testamento: " ¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y
sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor
que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros" (1 Sam
15,22).
1.3 Uno de los frutos eficaces de la inmolación obediente de Cristo es que así ha
quedado superada la alianza que tenía como culto propio los sacrificios. Un sacrifico
más perfecto ha mostrado los límites de los antiguos sacrificios y los ha dejado sin
otro valor que el de ser figuras o anticipaciones de algo que, una vez llegado, los
deja necesariamente atrás. Este aspecto de superación del culto antiguo es
fundamental para la Carta a los Hebreos, porque muestra en dónde podemos
buscar una religión no según nuestras simples costumbres o tradiciones sino según
el agrado de Dios.
2. Los hermanos de Jesús
2.1 Para la mayor parte de los cristianos no católicos el pasaje del evangelio de hoy
es una demostración de que Jesús tuvo hermanos y hermanas, que ellos suponen
hijos de José y María. Ya uno no debería tener que aclarar esas cosas pero puede
ser saludable para muchos, así que comentemos un poco el tema.
2.2 Ante todo hemos de recordar que, aunque en griego existe la palabra para decir
"primo", ese término no existe en el arameo corriente, y lo más frecuente para la
lengua y la mentalidad en que vivió nuestro Señor era simplemente llamar
"hermanos" a los parientes, como vemos que por ejemplo Abraham llama
"hermano" a Lot (Gén 13,8), que en realidad era su sobrino (Gén 11,27).
2.3 Además, en la escena del evangelio de hoy aparece María con algunos de estos
"hermanos y hermanas". Mas en la crucifixión no hay nadie, y Jesús confía su
madre al cuidado de un discípulo, Juan (Jn 19,26-27). Esta escena sería superflua y
por completo ajena a la mentalidad hebrea si María hubiera tenido más hijos.
3. La familia de Cristo
3.1 Así que la familia de Cristo no viene de los nacidos de la carne y la sangre.
Viene de otra realidad, que enlaza bellamente el texto del evangelio con la primera
lectura, pues dice el Señor: "El que cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano,
mi hermana y mi madre" (Mc 3,35). Así como por la obediencia a la voluntad del
Padre Cristo es Cristo, por esa obediencia nosotros somos cristianos.
3.2 No dejemos de notar un hecho muy bello, que tantos otros predicadores nos
han enseñado: cuando Jesús dice que su "madre" será quien haga la voluntad de
Dios no estaba descartando ni dando la espalda a María, que precisamente definió
su vida con una consigna nunca quebrantada: "He aquí la sierva del Señor; hágase
conmigo conforme a tu palabra" (Lc 1,38). De modo que el evangelio de hoy, lejos
de disminuir la figura de la Madre del Señor, la presenta en su hermosa y
formidable proporción.
Fr. Nelson Medina, O.P.