¿ESCLAVOS DEL PASADO?
Padre Javier Leoz
Cuando alguien nos resulta agradable o simpático, todo lo que haga o diga (aunque
resulte ser un disparate) nos puede parecer bueno y noble. Por el contrario, cuando
una persona se nos coloca “entre ceja y ceja” aunque diga una gran verdad o
realice grandes maravillas, nos resulta difícil encomiar o valorar su labor. Nada, de
lo que nos diga, logrará disipar ciertas dudas. Somos así. Las cosas, según quien
las hace o las mentiras las damos por buenas o malas, falsas o verdaderas. ¿Por
qué somos así?
1.- A Jesús, en el inicio de su misión, le ocurrió algo parecido. Enseguida le
recordaron que, aquel que había nacido entre pajas, bajo la mirada de los humildes
José y María, poco o nada podía aportar. Y, mucho menos, dar lecciones a nadie
cuando todos sabían que no precisamente había nacido en alta alcurnia. Jesús,
desde el principio, padeció en propia piel la dureza del corazón y la obstinación de
los suyos. Y es que, muchas veces, es más difícil llevar un mensaje a los de la
propia casa que a aquellos que viven en la de enfrente.
2.- Jesús, se abrió paso entre aquella muchedumbre que, admirando o criticando, le
señalaban con el dedo. La Iglesia, en muchas situaciones (en relevos episcopales,
sacerdotales, exposición de su Magisterio, ministerios realizados generosamente
por muchos laicos) también padece este tipo de escenarios. ¿Pero este obispo no es
así o de aquella manera? ¿Qué nos va a decir este sacerdote cuando todos sabemos
que…? ¿Cómo puede repartir la comunión aquel seglar o leer la lectura aquel otro
laico? ¿Y este obispo por qué tiene que hablar de este tema cuando, a nivel social,
es algo tomado por bueno?
Tenemos un gran defecto: nos gusta, de entrada, recordar las pequeñas miserias
de algunas personas (que tal vez ante los ojos de Dios no son dificultades para
entrar en el Reino de Dios) y somos capaces de obviar otro tipo de actitudes que, a
la luz del Evangelio, son mucho más esenciales y reprochables. Por ello mismo, el
Señor, nos invita a ser más receptivos a la Gracia. No podemos escudarnos ni
excusarnos en nuestros juicios para quedarnos donde estamos. Para no progresar
en nuestro conocimiento de Dios o en la fidelidad a Jesucristo.
3.- Hoy, al escuchar el Evangelio de este domingo, también nos debe hacer
reflexionar sobre otro punto. ¿Por qué a la Iglesia se le niega hasta el pan y el agua
en muchos lugares de Occidente y, a otras religiones o sensibilidades espirituales,
se les abre de par en par todas las puertas? Los estereotipos que, en diversas
ocasiones, funcionan por internet, la prensa oral, visual o escrita, nos insisten
siempre en la misma dirección: “¿No es esta la Iglesia poderosa, incomprensiva,
intolerante, autoritaria, insolidaria…? En el fondo, y es verdad, subyace un
problema de fondo: la Iglesia, aún con sus defectos y carencias, necesidad de
perfección y de purificación, sigue levantándose en medio de la gran sinagoga del
mundo para recordarnos que, tal como camina nuestra sociedad, vamos a tierra de
nadie. ¿No será que, por eso mismo, tratan de denigrarla aquellos que desean un
mundo a su antojo, sin profetas ni contrarios a un sistema que nos inyecta el
veneno letal del vivir sin Dios, sin religión, sin moral o principios cristianos?
Qué importante es que, la Iglesia, en medio de incomprensiones y empujones
(como el mismo Cristo lo vivió en propias carnes) sepa abrirse paso en medio del
griterío y del poder mediático para seguir cumpliendo su misión. Y, esa Iglesia,
somos nosotros. No lo olvidemos.
4.- ABRETE PASO, SEÑOR
Aunque, en el mundo no se comprenda
ni, a veces, sea escuchado el clamor de tu voz.
En situaciones en las que, tu cruz redentora,
es apartada frente a otros símbolos e ídolos
que sólo hablan de ideologías o de vacío
En una sociedad en la que prima
el tener, frente al ser
la mentira, en contienda encarnizada con la verdad
la apariencia, eclipsando a la autenticidad
la moda, disfrazando al hombre
frente a lo eterno o definitivo
HAZTE PASO, SEÑOR
Ante aquellos que quieren silenciarte
porque ansían que sólo se escuchen sus gritos
Ante los que, sabiendo que tú eres Señor,
desean reinar con el cetro de la imposición,
del poder, del relativismo o del “todo vale”
HAZTE PASO, SEÑOR
Y, en tu camino, déjanos pistas para seguirte
Amor para entregar
Pasión para desvivirnos por los demás
Fuerza para ser testimonio de tu presencia
Verdad para dinamitar la falsedad
Alegría para irradiar optimismo
Palabra, para iluminar las sombras
Humildad, para hacer frente a la contrariedad
¡HAZTE PASO, SEÑOR!