Reivindicar la palabra
El lenguaje humano es múltiple, variado, simbólico. Un gesto, un guiño, una mirada
contienen mil palabras. Hablan las manos, hablan los ojos, el rostro es espejo de un mar
tormentoso de silencios o palabras contenidas. El grito es como volcán que estalla en
fuegos o cenizas según su fuerza, su ira o la denuncia que aturde o conmueve.
A Dios lo definimos como Palabra primera, Palabra creadora que al eco de su voz, se
fecunda la vida, se enciende la luz. Para el cristianismo, el Verbo se hace carne. Y se
constituye en Palabra que convoca, aglutina, sana, transforma, enamora. Esta Palabra se
multiplica en variedad de signos que es urgente interpretar: Intuición, convocación,
elección, seguimiento, comensalidad, cruz, resurrección.
En nuestros cansancios escuchamos de cuando en vez, ecos de voces que reaniman,
prenden chispas, abren ventanas. Pedro ha trabajado toda la noche en fracaso total.
Alguien, inexperto por cierto, le dice: “Rema mar adentro y echa las redes”. Palabra
inoportuna, pero con fuerza de autoridad: “Por tu Palabra, lo haré”…Es la Palabra la
que nos cambia el horizonte, fuerza la voluntad y siembra nuevos bríos.
Para Pablo, la Palabra es “Buena Noticia”, evangelio, comunicación de vida. Para
Isaías, es tizón ardiente que quema, purifica y envía. En ambos, es conversión,
discipulado, misión. La Palabra ha hecho el milagro. A Pedro y compañeros los
transforma en “pescadores de hombres”…y en nosotros/as sigue el eco palpitando como
gota que va labrando la piedra del corazón hasta la respuesta definitiva: “Envíame”.
Cochabamba 10.02.13
jesús e. osorno g. mxy
jesus.osornog@gmail.com