¿QUÉ Y QUIÉN SOY YO, SEÑOR?
Padre Javier Leoz
A esa conclusión llegó Pedro después de contemplar la asombrosa pesca milagrosa.
Donde no había nada, por indicación de Jesús, las redes se despliegan de nuevo y
de repente, se rompían. Hasta las barcas se hundían incapaces de contener el peso
de la pesca.
1.- Pedro, además de darse cuenta de lo que era (hombre) se sentía, por otra
parte, pecador. ¿No se preguntaría Pedro; cómo puede el Señor andar conmigo?
¿Quién soy yo para navegar en su misma barca? ¿Cómo, éste que convierte la nada
en abundancia, se rebaja a estar, trabajar y perder su tiempo conmigo?
Espontáneamente, aquel pescador primario y con carácter recio, deja que salga
desde lo más hondo de su persona una oración y un reconocimiento de profunda
humildad: “apártate de mí, Se￱or, que soy un pecador”.
Ante el esplendor divino de Jesús, la humanidad de Pedro, quedaba al descubierto.
Examinaba la noche, agotadora y sin fruto, y ahora con la presencia de Jesús,
contempla atónito que todo es un gran prodigio sobre unas barcas incapaces de
contenerlo. ¿Qué había ocurrido? Pedro se quedó deslumbrado por la santidad de
Jesús. Aquello era inexplicable a todas luces: sus cuerpos cansados, las redes
vacías y la vergüenza en sus rostros…le recordaban a Pedro que, Jesús, cumple lo
que promete.
2.- Un rey quiso visitar a una pobre mujer que vivía en una miserable vivienda. La
se￱ora, al enterarse de tal intenci￳n real, envi￳ un mensaje al castillo: “Mi se￱or;
mi rey. No venga. El lugar donde vivo yo no tiene una sala digna para Vd.”. El rey
le contest￳: “¿Qué no? He encontrado la casa más valiosa: un lugar donde existe
una persona con un coraz￳n humilde y transparente”.
Así debió sentirse Pedro. Jesús, en aquella hora: todo le resultaba demasiado
grande, impresionante, puro, divino. ¡No era posible que, el Hijo de Dios, se rozase
con aquel que, durante toda la noche, había sido incapaz de dar con un sólo pez!
¡No era posible que, aquel que les decía mar adentro y acertaba de lleno, se fiase
de aquellos que cansados y agotados, volvían con las manos vacías!
4.- El Señor, con su Palabra, en este Año de la Fe, nos anima a seguir mar adentro.
No tenemos derecho al desaliento ni al pesimismo. ¿Qué nuestros afanes
apostólicos no son todo lo fructíferos que quisiéramos? ¿Que muchos de nuestros
seminarios no están tan florecientes como en antaño? ¿Que nunca como hoy la
Iglesia ha tenido tantos medios a su disposición (económicos, materiales,
técnicos…) y que, nunca como hoy encontramos muchas dificultades para sembrar
o pescar? El Señor, aun así, se fía. Descansa en nuestra humanidad y nos sigue
diciendo: ¡Mar adentro! ¡Yo estoy con vosotros!
5.- Teniéndole a Él en guardia y retaguardia, podremos dudar de nuestras
habilidades y capacidades pero nunca de lo que el Se￱or nos promete: “yo estaré
con vosotros todos los días hasta el final del mundo”. Esto, entre otras cosas, es
una razón poderosa para seguir en la brecha. Para seguir remando en esta inmensa
barca que es la Iglesia. Con nuestras virtudes y pecados, orgullo y humildad,
fortaleza y debilidad, éxitos y fracasos, ratos buenos y noches amargas.
El Se￱or nos quiere así: de carne y hueso…pero dispuestos a dar nuestra vida, o
parte de ella, en pro de su Reino. ¿Lo intentamos? ¡Mar adentro! ¡Merece la pena!
Aunque a veces, como Pedro, seamos demasiado humanos, pecadores….y hasta
indignos del amor que Dios nos tiene. A￱o de la Fe…para seguir navegando mar
adentro.
6.- ¡APARTATE, SEÑOR!
Porque, siendo como eres Dios,
no mereces una compañía como la mía.
Porque, siendo como eres Eterno,
mi vida se conforma, demasiadas veces,
con lo efímero, vacío o caduco.
¡APARTATE, SEÑOR!
Porque tu beldad
pone al descubierto la mentira de mi existencia
Porque, siendo como Tú eres,
insistes, una y otra vez,
en aquellas puertas en las que hace tiempo
los nudillos de mi mano dejaron de golpear.
¡APARTATE, SEÑOR!
Tú me invitas a intentarlo de nuevo,
y yo doy marcha atrás allá donde no veo éxito
Tú me animas a mirar hacia el horizonte
y sigo empeñado en instalarme en el pasado
Tú te fías, de mis pobres fuerzas,
cuando yo, frecuentemente,
dudo de que Tú me apoyes en mis luchas.
¡APARTATE, SEÑOR!
Temo tirar la toalla, si el sol no brilla
Si la suerte no sale a mi encuentro
Si, las dificultades, son más grandes
que mi capacidad para hacerles frente
¡APARTATE, SEÑOR!
Que, mis pecados, me abruman
Que, mis pecados, me paralizan
Que, mis pecados, hacen que me sienta
como alguien que traiciona
a Aquel que es Dios bajado del cielo
Que, mis pecados y mi vida vacía,
me impiden amarte como mereces
me condicionan seguirte como Tú exiges
me imposibilitan servirte como, Tú Señor, requieres
Amén.