Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo Ordinario, Año Impar,
Semana No. 4, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre * El Señor es
mi luz y mi salvación. * Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
Textos para este día:
Hebreos 13,1-8:
Hermanos: Conservad el amor fraterno y no olvidéis la hospitalidad; por ella
algunos recibieron sin saberlo la visita de unos ángeles. Acordaos de los que están
presos, como si estuvierais presos con ellos; de los que son maltratados, como si
estuvierais en su carne. Que todos respeten el matrimonio, el lecho nupcial que
nadie lo mancille, porque a los libertinos y adúlteros Dios los juzgará. Vivid sin
ansia de dinero, contentándoos con lo que tengáis, pues él mismo dijo: "Nunca te
dejaré ni te abandonaré"; así tendremos valor para decir: "El Señor es mi auxilio:
nada temo; ¿qué podrá hacerme el hombre?" Acordaos de vuestros dirigentes, que
os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe.
Jesucristo es el mismo ayer y hoy y siempre .
Salmo 26:
El Señor es mi luz y mi salvación, / ¿a quién temeré? / El Señor es la defensa de mi
vida, / ¿quién me hará temblar? R.
Si un ejército acampa contra mí, / mi corazón no tiembla; / si me declaran la
guerra, / me siento tranquilo. R.
Él me protegerá en su tienda / el día del peligro; / me esconderá en lo escondido de
su morada, / me alzará sobre la roca. R.
Tu rostro buscaré, Señor, / no me escondas tu rostro. / No rechaces con ira a tu
siervo, / que tú eres mi auxilio; / no me deseches. R.
Marcos 6,14-29:
 
En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido, el rey Herodes oyó
hablar de él. Unos decían: "Juan Bautista ha resucitado, y por eso los poderes
actúan en él." Otros decían: "Es Elías." Otros: "Es un profeta como los antiguos."
Herodes, al oírlo, decía: "Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado." Es que
Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.
El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano
Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.
Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de
conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre
honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo
escuchaba con gusto. La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea. La hija
de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le
dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras, que te lo doy." Y le juró: "Te daré lo que
me pidas, aunque sea la mitad de mi reino." Ella salió a preguntarle a su madre:
"¿Qué le pido?" La madre le contestó: "La cabeza de Juan, el Bautista." Entró ella
en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: "Quiero que ahora mismo me
des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista." El rey se puso muy triste; pero,
por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un
verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza
en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre. Al
enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.
Homilía
Temas de las lecturas: Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre * El Señor es
mi luz y mi salvación. * Es Juan, a quien yo decapité, que ha resucitado
1. Recomendaciones para la buena salud de la Iglesia
1.1 Como todo organismo vivo, la Iglesia debe velar por su salud. Esto lo consigue
la Iglesia a través de los medios de defensa que Dios le ha dado, a saber, la
oración, y la predicación. Por eso hay que cuidar que la oración esté viva y la
palabra permanezca libre, luminosa y eficaz, como es la Palabra de Dios. Es lo que
ha hecho el autor de esta Carta cuando nos ha exhortado a que no abandonemos
nuestras asambleas (Heb 10,25).
1.2 Otro modo de ver esta misma realidad es pensar en lo que es un cuerpo vivo.
No se guarda la salud sin cuidar de las células. Eso es lo que indica aquella
amonestación que quiere salvaguardar a la familia, célula de todo el tejido social y
eclesial: "que todos tengan gran respeto al matrimonio...".
1.3 Otro modo de ver esto es: para cuidar un cuerpo hay que dar especial atención
a los tejidos más vulnerables y a las heridas o infecciones que apenas empiezan. Es
lo que hace el autor inspirado cuando nos previene de las infecciones que suelen
hacernos más daño: la codicia y la lujuria.
1.4 Y aun hay otro modo de ver la salud de este organismo que es la Iglesia: un
cuerpo necesita gozar de gran unidad y cohesión interior porque no es sólo el
cuidado de los miembros, aparatos y sistemas, sino la relación que haya entre ellos
lo que determina ese estado general que se llama "salud". Es lo que encontramos
en esa invitación a cuidar de los que se pueden sentir más aislados, como son los
encarcelados, y también la exhortación a recordar la labor de los pastores, que son
principio visible de unidad.
2. Jesucristo es el mismo
2.1 Este enunciado, resumen de todo lo que puede darnos fuerza como creyentes,
es una de las joyas de la Carta a los Hebreos.
2.2 Estamos en Misa. Jesús se hace presente en el altar. Él es el mismo: Aquel que
alimento con su fortaleza a los mártires antes de su espantosa muerte. Él es el
mismo: Aquel que inspiró con su luz la sabiduría de los doctores y maestros
grandes que la Iglesia ha tenido siempre en su historia. Él es el mismo: Aquel que
alentó con su gracia el vigor de los misioneros. Él es el mismo, y está ahí, frente a
mí, frente a ti. Es el mismo y puede hacer contigo y conmigo cosas grandes como
ya las ha hecho en tantos hombres y mujeres a lo largo de los siglos.
3. La muerte de un gran hombre
3.1 Hoy el evangelio nos presenta el martirio de Juan Bautista. Un hombre notable.
No lo digo yo, lo dice Jesucristo: " En verdad os digo que entre los nacidos de mujer
no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista" (Mt 11,11). Una vida grande
y memorable, tronchada en circunstancias estúpidas y rodeado de gente indigna y
cruel. Aprendamos de aquí que la muerte es grande por lo que en ella se entrega
no por lo que en su furor nos arrebata.
3.2 Como hay una memoria litúrgica de la muerte del Bautista meditemos en esta
ocasión sólo un punto: Herodes apreciaba a Juan, pero lo mandó decapitar, por
guardar un juramento inicuo y quedar bien frente a unos invitados innobles. Hasta
dónde puede llegar un hombre por tratar de complacer a otros y de cuidar su
imagen.
3.3 Toda espiritualidad cristiana necesita un punto de partida sólido, y ese punto
sólo lo encontramos en el querer de Dios. Las opiniones humanas son, como decía
Fray Luis de Granada, un monstruo de mil cabezas, y quien pretende orientarse por
ese monstruo pronto traicionará sus más íntimas convicciones y hará decapitar sus
mejores esperanzas.
Fr. Nelson Medina, O.P.