IV Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Juan Bautista fue fiel hasta el martirio, y a nosotros se nos pide lo mismo
“El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había
extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha
resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos: Otros
afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".
Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien
yo mandé decapitar y que ha resucitado". Herodes, en efecto, había
hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de
su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a
Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano". Herodías
odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo
respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía.
Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto. Un
día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su
cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus
oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a
bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo
a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo
juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la
mitad de mi reino". Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo
pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió esta. La joven
volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido:
"Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza
de Juan el Bautista". El rey se entristeció mucho, pero a causa de su
juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida
mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan. El guardia fue a
la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la
entregó a la joven y esta se la dio a su madre. Cuando los discípulos
de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron”
(Marcos 6,14-29).
1. La figura de Juan el Bautista es admirable por su ejemplo de
entereza en la defensa de la verdad y su valentía en la denuncia del mal. De
la muerte del Bautista habla también Flavio Josefo («Antigüedades
judaicas» 18), que la atribuye al miedo que Herodes tenía de que pudiera
haber una revuelta política incontrolable en torno a Juan. Marcos nos
presenta un motivo más concreto: el Bautista fue ejecutado como venganza
de una mujer despechada, porque el profeta había denunciado
públicamente su unión con Herodes: « Juan le decía que no le era lícito
tener la mujer de su hermano ».
Herodes apreciaba a Juan, a pesar de esa denuncia, y le « respetaba,
sabiendo que era un hombre honrado y santo ». Pero la debilidad de
este rey voluble y las intrigas de la mujer y de su hija acabaron con la vida
del último profeta del Antiguo Testamento, el precursor del Mesías, la
persona que Jesús dijo que era el mayor de los nacidos de mujer. Como
Elías había sido perseguido por Ajab, rey débil, instigado por su mujer
Jezabel, así ahora Herodes, débil, se convierte en instrumento de la
venganza de una mujer, Herodías.
Herodes había accedido a la petición que le había hecho la hija de
Herodías, instigada por su madre, cuando, en un banquete —después de la
danza que había complacido al rey— ante los invitados juró a la bailarina
darle aquello que le pidiera. «¿ Qué voy a pedir ?», pregunta a la madre,
que le responde: « La cabeza de Juan el Bautista ». Y el reyezuelo hace
ejecutar al Bautista. Era un juramento que de ninguna manera le obligaba,
ya que era cosa mala, contra la justicia y contra la conciencia. Una vez más,
la experiencia enseña que una virtud ha de ir unida a todas las otras, y
todas han de crecer orgánicamente, como los dedos de una mano. Y
también que cuando se incurre en un vicio, viene después la procesión de
los otros (Ferran Blasi Birbe).
De Juan aprendemos sobre todo su reciedumbre de carácter y la
coherencia de su vida con lo que predicaba. El Bautista había ido siempre
con la verdad por delante, en su predicación al pueblo, a los fariseos, a los
publicanos, a los soldados. Ahora está en la cárcel por lo mismo.
Preparó los caminos del Mesías, Jesús. Predicó incansablemente, y
con brío, la conversión. Mostró claramente al Mesías cuando apareció. No
quiso usurpar ningún papel que no le correspondiera: « él tiene que crecer
y yo menguar », « no soy digno ni de desatarle las sandalias ».
Vivir en la verdad, ser profeta, denunciar el mal, puede llevar consigo
la persecución y la muerte: así también el Bautista, y Jesús mismo, los
apóstoles después de la Pascua, y los profetas de todos los tiempos. Tal vez
nosotros no llegaremos a estar amenazados de muerte. Pero sí somos
invitados a seguir dando un testimonio coherente y profético, a anunciar la
Buena Noticia de la salvación con nuestras palabras y con nuestra vida.
Habrá ocasiones en que también tendremos que denunciar el mal allí donde
existe. Lo haremos con palabras valientes, pero sobre todo con una vida
coherente que, ella misma, sea como un signo profético en medio de un
mundo que persigue valores que no lo son, o que levanta altares a dioses
falsos (J. Aldazábal).
Juan Bautista, muere por Cristo. Juan no vivió para él mismo ni
murió para él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá
llevado a la conversión con su vida dura y austera! ¡Cuántos se habrán visto
confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a
nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios
sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por
Cristo?...
Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrena por
amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a
desobedecer las de Dios. Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha
de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no
sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera... Por tanto,
con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras
preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos
que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo” ( Lansperge).
Humanamente, aparentemente, es un fracaso; la misión siempre
lleva consigo: " Como trataron al maestro, así también seréis
tratados ." Ha enviado Jesús a los discípulos, por distintos sitios de
Palestina, donde predican el Reino… y en ese momento se nos cuenta que
el rey Herodes oyó hablar de Jesús, pues su nombre iba
adquiriendo celebridad ”.
-“ Y Herodes decía: "Es Juan Bautista que ha resucitado..."
otros decían: "Es Elías".' Y otros: "Es un profeta como uno de
tantos..." ” Los adversarios dirán que está loco o poseso, y el pueblo lo
tiene por alguien grande, es "un profeta". Y yo, ¿qué es lo que digo de
Jesús? Para mí, ¿quién eres Tú, Señor? ¡La pregunta sobre Cristo sigue
siendo actual hoy también! Después de “ Jesucrist superstar ” vemos a
muchos que admiran su figura, pero no abarcan su misterio como Dios.
Señor, danos la Fe. Señor, aun en medio de nuestras dudas; conserva
nuestras mentes disponibles y abiertas a nuevos y más profundos
descubrimientos. ¡Revélate! Arrástranos en tu seguimiento hasta tu abismo,
hasta la región inaccesib1e a nuestras exploraciones humanas, hasta el
misterio de tu ser. Pero para ello se precisa una lenta, frecuente y
perseverante relación. Una enamorada no descubre en un solo día todas las
cualidades de la persona amada. ¿Cuánto tiempo paso cada día con Cristo?
¿Por qué me extraña pues que te conozca tan poco?
-“ Herodes pues habiendo oído hablar de Jesús, decía: "Juan,
aquel a quien hice decapitar, ha resucitado..."” A menudo es a través
de la voz de la conciencia que Dios se insinúa a los hombres. Herodes no
está orgulloso de su conducta: ¡ha matado injustamente! Esto le inquieta.
Jesús despierta su conciencia adormecida: ¿la escuchará? ¿Escucho yo mi
conciencia? (Noel Quesson). Jesús, creo que tú eres el Hijo de Dios hecho
Hombre, Perfecto Dios y perfecto Hombre, presente entre nosotros, que nos
comprendes como hombre y, como Dios, nos puedes conceder todo lo que
necesitamos.
Hoy te pedimos, Señor, la fortaleza, virtud se manifiesta en dos tipos
de actos: acometer el bien sin detenerse ante las dificultades y peligros que
pueda comportar, y resistir los males y dificultades de modo que no nos
lleven a la tristeza. Necesitamos la virtud de la fortaleza para emprender el
camino de la santidad y para reemprenderlo a diario sin amilanarnos a
pesar de todos los obstáculos. La necesitamos para ser fieles en lo pequeño
de cada día, que es, en definitiva, lo que nos acerca o nos separa del Señor.
La necesitamos para no permitir que el corazón se apegue a las baratijas de
la tierra, y para no olvidar nunca que Cristo es verdaderamente el tesoro
escondido, la perla preciosa (Mateo 13,44-46), por cuya posesión vale la
pena no llenar el corazón de bienes pequeños y relativos. Además esta
virtud nos lleva a ser pacientes ante los acontecimientos, noticias
desagradables y obstáculos que se nos presentan, con nosotros mismos, y
con los demás.
Hoy vemos que se quiere poner la religión entre paréntesis en la vida
pública y quede arrinconado en el fondo de las conciencias. No podemos
permanecer callados, a ejemplo del martirio (testimonio) de los primeros
cristianos (Francisco Fernández Carvajal).
2. Al final de la carta a los Hebreos, hoy se nos dan unas
exhortaciones, la primera de las cuales es la fraternidad. La hospitalidad
lleva a la protección del indefenso, del perseguido, del buscado por su fe y a
quien había que proteger recibiéndolo y ocultándolo en casa, aun con todo
el riesgo que ello podía suponer. Nos recuerda aquello de Jesús: " venid,
benditos de mi Padre porque tuve hambre y me disteis de comer -
era forastero y me acogisteis ..." (Mt 25, 35).
La atención a aquellos que están en prisión también nos recuerda lo
del evangelio: " haced con los otros lo que quisierais que hiciesen con
vosotros ".
Sobre la familia se nos dice: " que todos respeten el matrimonio,
el lecho nupcial que nadie lo mancille, porque a los impuros y
adúlteros Dios los juzgará ". El lecho nupcial es comparado a un
verdadero templo, pues la expresión "no manchado" era utilizada
corrientemente por los judíos para designar la pureza del Templo. El
matrimonio es, por tanto, para el cristiano un auténtico lugar de culto, y la
castidad exigida para este testado es sustituida en las antiguas leyes por la
pureza legal.
En cuanto al dinero, se nos habla del abandono en la providencia
divina: " Vivid sin ansia de dinero, contentaos con lo que tengáis,
pues él mismo dijo: "Nunca te dejaré ni te abandonaré" . Por último,
les dice que se acuerden de sus pastores, de las ovejas de Jesús, que “ Ayer
como hoy, Jesucristo es el mismo y lo será siempre”.
3. Jesús es el Salvador: “El Señor es mi luz y mi salvación, / ¿a
quién temeré? / El Señor es la defensa de mi vida, / ¿quién me hará
temblar? / Si un ejército acampa contra mí, / mi corazón no
tiembla; / si me declaran la guerra, / me siento tranquilo”. Es el
abandono en su providencia: “Él me protegerá en su tienda / el día del
peligro; / me esconderá en lo escondido de su morada, / me alzará
sobre la roca”. La vida es un camino, donde está el Señor a nuestro lado,
pero a veces nos cuesta verle: “Tu rostro buscaré, Señor, / no me
escondas tu rostro. / No rechaces con ira a tu siervo, / que tú eres
mi auxilio; / no me deseches”.
Llucià Pou Sabaté