II Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Padre Dr. Juan Pablo Esquivel
+ Contemplamos la Transfiguración en medio de la Cuaresma para
recordar una vez más que lo definitivo para el cristiano no es el dolor, ni la
penitencia, ni el esfuerzo para convertirse, sino la Pascua, la Gloria eterna
de Dios en nosotros.
+ La Transfiguración es un gesto de amor de Jesús, para contrarrestar el
escándalo de la cruz en el alma de los discípulos... Ellos nunca más olvidaron esta
experiencia (como lo narra San Pedro en su segunda carta...)
+ Siempre hace así Jesús con los suyos. En medio de los mayores padecimientos,
da el consuelo para seguir adelante.
+ Pedro exclama: “¡Qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas...” Lo
importante es estar con Jesús... en la prosperidad, en la adversidad, en el gozo
o en el dolor...
+ Los tres apóstoles, junto a Cristo, pudieron gozar anticipadamente,
durante un tiempo muy corto, de la felicidad que en el Cielo será eterna, para
siempre... y así tener ánimo en las dificultades venideras... También nosotros
debemos pensar muchas veces con alegría en el Cielo, nuestra patria definitiva,
donde están nuestros nombres: el lugar donde todo es reposo, alegría, regocijo,
serenidad, calma, paz, resplandor y luz... donde no hay más oscuridad, ni dolor ni
tristeza alguna, sino gozo eterno con Cristo, sus ángeles y santos... y entre ellos,
nosotros, con los nuestros.
¿Cómo describir lo que es le Cielo?
“Ni el ojo vió, ni el oído oyó...”
¿Cómo explicar a un ciego lo que son los colores...?
¿O a un sordo lo que es la música...?
Supera totalmente la capacidad humana el poder imaginar aquella
hermosura infinita, aquel amor eterno saciando totalmente nuestros corazones...
Toda belleza, toda bondad, y la maravilla infinita de Dios llenando nuestras almas...
+ El pensamiento del Cielo, lejos de ser un escapismo, es un estímulo en
nuestra lucha diaria... “Tan grande es el bien que espero, que todo mal me es
pasajero ”, decía San Francisco.
 
+ “Se oyó la voz del Padre Eterno en la nube: Éste es mi Hijo, el
amado: escuchadlo...”
Pero al alzar nuevamente sus ojos no vieron a nadie sino sólo a Jesús... no
ya transfigurado de gloria, sino al Jesús de todos los días , que en ocasiones
pasa hambre , se esfuerza para ser comprendido , se cansa , tiene sed , e incluso
llora ... Lo normal de los apóstoles fue ver al Señor así, y lo excepcional fue
verlo transfigurado... También nosotros: debemos aprender a encontrar a Jesús
en la vida ordinaria, en medio del trabajo , en la calle , en quienes nos rodean , en
la oración , en el sacerdote que perdona nuestros pecados, y sobre todo en la
Sagrada Eucaristía , presencia privilegiada...
Normalmente el Señor se nos mostrará allí, y allí debemos encontrarlo, huyendo
de la tentación de desear siempre lo extraordinario.
+ Cuaresma: tiempo de preparación, conversión, para la vida eterna...
También a nosotros (como a los apóstoles) se nos ofrece, como en una
“chispa”, un anticipo (eso es la transfiguración) de la hoguera ardiente de la
felicidad que es el Cielo, no para evadirnos, sino para obedecer la voz del Padre
Celestial: “Este es mi Hijo: ¡Escuchadlo!”.
Actualicemos más frecuentemente la conciencia de la Presencia divina en
lo habitual de cada día, procurando vivir con los pies en la tierra, las manos en
nuestros trabajos, pero el corazón levantado hacia el cielo, nuestro hogar definitivo
para el cual nos preparamos...
+ María es invocada como “Puerta del Cielo...”
A ella nos confiamos...
Amén .
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