V Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo C
El fascinante Evangelio del Señor Resucitado
El principal texto paulino sobre el Resucitado (1 Cor 15,1-5) presenta el contenido
originario del evangelio cristiano, que anuncia a Cristo muerto y resucitado en una
de las confesiones de fe más antiguas de la Iglesia, y que en los años cincuenta de
la era cristiana ya estaba acuñada y forjada como una pieza tradicional de la fe.
Según dicha fórmula, a modo de credo primitivísimo, el evangelio recoge el misterio
de la pascua cristiana, que proclama a Cristo muerto y sepultado, resucitado y
manifestado a los apóstoles, como fundamento de la gran esperanza cristiana. En
medio de toda noche oscura, en medio de las tribulaciones del mundo presente,
como aquella mañana de Pascua y como toda mañana de sufrimiento, el Resucitado
sale al encuentro de todo ser humano, para tocar a cada persona y trastocar el
rumbo de la vida haciendo nuevas propuestas de testimonio en el mundo.
La denominación de “Evangelio” a este anuncio de salvación y de vida es un
elemento específico de la tradición cristiana primitiva. Si bien el término griego para
“Evangelio” puede ser traducido como “Buena Noticia”, no siempre es conveniente
hacer la traducción del mismo, pues la singularidad de la mera transcripción de la
palabra griega a nuestra lengua puede contribuir a resaltar la excelencia
incomparable del Evangelio cristiano con cualquier otra buena noticia de la vida
humana. De hecho las consideradas como buenas noticias en el Antiguo
Testamento no se tradujeron con la forma neutra (to euaggelion) sino con la
femenina (he euaggelia) de modo que el Nuevo Testamento ha aplicado
exclusivamente la palabra neutra (to euaggelion) al Evangelio de Jesucristo y la ha
dedicado sobre todo al anuncio de su muerte y resurrección en la literatura paulina,
como podemos comprobar en el texto de hoy (1 Cor 15,1-5). Es evidente que se
trata por tanto de la Buena Noticia de Jesucristo, pero en tono superlativo, y habría
que interpretarla entonces anteponiéndole un calificativo que subrayase lo
incomparable y fascinante de la misma. Por eso yo prefiero mantener la excelencia
del término con el uso cualitativo del término “Evangelio”.
Por otra parte en las obras denominadas como evangelios llama mucho la atención
que entre las primeras acciones de Jesús al comenzar su actividad pública figure
siempre la llamada al seguimiento realizada a los discípulos. Pero el que mejor se
recrea en la narración de la vocación de Simón Pedro es Lucas, que cuenta la
llamada de Jesús al primero de entre los apóstoles en el marco del famoso relato de
la pesca milagrosa (Lc 5,1-11). Es un relato que pone de manifiesto la potencia
divina de la palabra del Señor y la fuerza liberadora y transformadora de su gracia,
a través del milagro de la gran redada de peces, después de una mala noche de
pesca. En el encuentro con Jesús, el pescador Simón, ya agotado, pone toda su
confianza en la palabra del Señor, y acontece una gran sorpresa. Si maravillosa
resulta la sobreabundancia inesperada de peces como resultado de la acción
realizada por Pedro por mandato de su maestro, más asombroso aún es el cambio
radical de vida que este encuentro con Jesús supuso en el pescador de Galilea,
ahora pescado ya para la misma misión profética de Jesús, que consiste en liberar y
sacar a los seres humanos de todo tipo de mal, incluida la muerte.
El evangelista Lucas funde dos tradiciones en este relato; una, de la tradición
sinóptica, sobre la llamada de Pedro y Andrés, su hermano, los primeros discípulos
(Mc 1,16-18; Mt 4,18-20) y otra, la de la pesca milagrosa, narrada también como
una aparición del resucitado a siete discípulos junto al mar de Tiberíades en Jn
21,1-14. El carácter pospascual de esta última y la ausencia del milagro en los dos
primeros evangelios permiten destacar en este relato de Lucas sobre el Jesús
histórico elementos propios de la fe en el Resucitado, que el evangelista retrotrae a
la escena de la llamada de Simón Pedro. De este modo, la preeminencia del apóstol
queda de relieve en las diversas tradiciones del Nuevo Testamento. Pedro es
también el primero al que se aparece el resucitado, según la tradición paulina (1Cor
15,1-5).
En el encuentro fascinante de Pedro con Jesús en el relato lucano de la pesca
milagrosa resultan llamativas las palabras del apóstol. En ellas se revive el carácter
profético de la vocación de Simón, que, al igual que la de Isaías (Is 6,1-8), revela la
fuerza del misterio tremendo que supone el encuentro con Dios. Tocados y
cautivados por la fuerza de la palabra divina, tanto Isaías como Pedro, desde su
fragilidad humana se convierten en testigos de la acción liberadora de Dios. El
apóstol muestra su esfuerzo inútil durante toda la noche, su trabajo ineficaz, su
cansancio y, tal vez, su desaliento vital, su noche oscura del alma. Sin embargo,
confiando sólo en la palabra de Jesús, experimenta la transformación radical de su
existencia. En el encuentro personal con Jesús, a partir del reconocimiento de su
propio pecado y en medio de su estupor por la pesca sorprendente, recibe, como en
oráculo de salvación, el encargo misionero de ser pescador de hombres. Nos
encontramos ante una escena de gran fuerza simbólica pues representa la tarea
misionera de Pedro y de los discípulos, la cual consiste en pescar, mediante la
predicación del Evangelio, la multitud de peces que simbolizan a los seres humanos
que viven en medio del mar, sometidos a todo tipo de mal, desde el pecado hasta
la muerte.
En España además se celebra hoy el día de Manos Unidas contra el Hambre en el
Mundo, lo cual nos recuerda en estos días de campaña el drama principal de la
humanidad, persistente más allá de todas las crisis, y ante el cual es conveniente
que nos sintamos interpelados por la palabra del Señor Resucitado que nos dice que
en los mil millones de personas que sufren una pobreza de muerte está presente él
mismo. Pues ese mismo Señor es el que nos interpela con su palabra fascinante
para llenarnos de esperanza y reconocer que en su entrega de la vida y de
compartir el pan, muerte y pecado han sido vencidos y la humanidad encuentra el
rumbo de la vida hasta la vida eterna.
En línea de la presentación profética de Jesús (Lc 4,16-30) y de su misión
liberadora de los pobres y de los oprimidos, la pesca misionera por parte de los
discípulos y discípulas consistirá en liberar a los hombres de todo tipo de mal, de
opresión, de esclavitud, de injusticia y de violencia, con el mensaje y el significado
del Evangelio. Esta es la gran vocación de todos los discípulos, y de modo singular
la de los llamados al seguimiento radical, que, como Pedro, el pescador pescado,
dejándolo todo, lo siguieron. En el fragor de la tarea misionera de la Iglesia hoy
resuena un Evangelio que aviva la esperanza: con Jesús, el Señor, y en virtud de su
palabra, la pesca será abundante.
José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura