V Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Lunes.
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn.1, 20-2,4: Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.
b.- Mc. 7, 1-13: Dejáis a un lado los mandamientos de Dios, por conservar
vuestras tradiciones.
Este evangelio, está centrado en el tema de las tradiciones judías, específicamente,
en el tema de lavarse las manos antes de comer. Jesús se encuentra en territorio
netamente judío de Galilea. Los fariseos y escribas venidos de Jerusalén, pretenden
enfrentar a Jesús y que responda por la ruptura con la tradición de los antepasados
que está generando con sus actitudes. Le plantean que haya cosas y personas que
imposibilitan el acceso a Dios, como comer panes sin lavarse las manos, o sea
impuras. Comer panes, equivale en Marcos, a recordar la multiplicación de los
panes, y esto a su vez, se relaciona con la pascua judía, el tema va tomando un
carácter de verdadero escándalo, ruptura con la tradición. Marcos sitúa este tema
entre las dos multiplicaciones de panes, la judía (cfr. Mc. 6, 30-44) y la de carácter
gentil (cfr. Mc. 8, 1-10). La referencia a las tradiciones judías habla a las claras que
sí practicaban los judíos estas costumbres añadidas a los mandamientos por los
maestros de la ley y los fariseos. Buscaban la pureza del corazón, pero sólo que la
miraban desde lo exterior del hombre, y no desde su voluntad y el corazón, lo que
convierte a la religión, en algo insignificante o al menos estas prácticas. Muchos
sospechaban que este tipo de prácticas no garantizaban la pureza interior y
trasparencia que buscaban ante Dios. La dificultad que presenta este evangelio es
creer que personas o cosas puedan provocar la impureza o los separan del ámbito
de lo sagrado, a lo que Jesús se opone cuestionando la aplicación de la ley mosaica.
Independiente de la actitud del corazón y de la recta intención, el hombre, según
esta interpretación efectivamente puede encontrarse al margen de Dios. Hoy
podríamos hablar de estas prácticas de pureza, como higiene básica, pero sin tener
un carácter religioso. La respuesta de Jesús, es un texto de Isaías que los retrata
de cuerpo entero, una verdadera denuncia: “Dice el Se￱or: Por cuanto ese pueblo
se me ha allegado con su boca, y me han honrado con sus labios, mientras que su
corazón está lejos de mí, y el temor que me tiene son preceptos enseñados por
hombres” (Is. 29,13). Dios habla por boca de su profeta, se queja de Israel, que le
da culto con los labios, pero el corazón y la interioridad no se comprometen con la
palabra que proclama, la gloria de Dios. La primera vez que el evangelista cita al
profeta es para señalar el programa de acción del Bautista, con este nuevo pasaje
se denuncia que no ha tenido eco entre los hombres ese anuncio. Los “preceptos
humanos” son un autoenga￱o, es realizar, usando el nombre de Dios, sus deseos
egoístas. Se purifican a partir de preceptos humanos, de todo lo mundano, para
mantenerse unidos a la divinidad, pero, lo mismo, hacían los paganos, a los que
consideran impuros. Anulan la Palabra de Dios, por preceptos humanos: cuando el
hijo declara ofrenda al templo, lo que podría ser ayuda para sus padres, olvidando
el mandamiento de honrar padre y madre (cfr. Ex. 20, 12; Dt. 5,16), por el voto del
korbán.
Con lo cual todos los bienes, pasaban al templo y quedaba liberado de toda
obligación con sus padres; lo curioso de esta práctica, que el profesaba este voto,
no tenía obligación luego de entregar sus bienes al templo, sino que podía
reservárselos para sí. La frase final de Jesús: “Y hacéis muchas cosas semejantes a
ésta” (v.13), es toda un advertencia. Lo que Jesús nos pide es que revisemos
nuestras prácticas de piedad para no caer en prácticas vacías, formalismos vacíos
de espíritu cristiano y de compromiso de fe, para verificar su validez y la
autenticidad de la pureza del corazón. La coherencia interior comienza aceptando a
Jesús como enviado del Padre, Mesías, Hijo de Dios.
Teresa de Jesús nos enseña que teniendo a Jesús en nuestro corazón, habiendo
desterrado todo lo que lo ofende, podemos afirmar: “Si queréis ser buen deudo,
ésta es la verdadera amistad; si buena amiga, entended que no lo podéis ser sino
por este camino. Ande la verdad en vuestros corazones como ha de andar por la
meditaci￳n, y veréis claro el amor que somos obligadas a tener a los pr￳jimos.” (V
20,4).