V Semana del Tiempo Ordinario (Año Impar)
Viernes
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Gn. 3,1-8: Seréis como Dios en el conocimiento del bien del mal.
b.- Mc. 7, 31-37: Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
Este portento tiene la particularidad de ser, en cierto modo, complemento del
milagro anterior de la siro-fenicia, tenía en Jesús (Mc.7, 29), del tartamudo sordo
se dirá que hablaba correctamente (v.35), después de la intervención divina. Este
enfermo, representa todo el proceso de conversión que hace el pagano hasta la
confesión de fe comprometida. El evangelista quiere resaltar la misericordia de
Jesús para con los paganos, en territorio netamente gentil. Le presentan este
enfermo para que le imponga las manos sobre él. Separado de los suyos, para
evitar la curiosidad, y de la multitud, que no tiene fe en ÉL, excepto los que lo
presentan poseen una fe inicial y confianza grande, en que puede hacer algo por él.
Le introduce los dedos en los oídos y toca su lengua con su propia saliva, y luego de
gemir dice: “Effetá, que quiere decir: ábrete” (v. 34). Ese gemido de dolor que sale
del alma de Jesús, quiere significar, la molestia que siente porque los hombres
sufran eses tipo de males o enfermedades. (cfr. Mc.1, 41). La saliva representaba
en esa cultura la concentración del aliento, es decir, la vida de la persona. Llega al
enfermo lo más íntimo de Jesús, de su sacratísima humanidad Jesús comparte su
vida con el necesitado. El gesto de levantar los ojos al cielo y gemir, significa unión
con la divinidad, comunión con su Padre Dios. Pero también, significa, el dolor por
la situación del hombre caído, enfermo. Manifiesta el Padre, en las obras de
Jesucristo, su ternura de Abbá con el sufrimiento humano. Amor que redime,
purifica y une con Dios definitivamente. El “Effetá” pronunciado por Cristo Jesús,
encierra la fuerza sanadora de Dios; el Reino está actuando en la vida de los que
creen (cfr. Mc. 4,10). Abiertos los oídos y soltada la lengua de sus ataduras, el
enfermo hablaba correctamente. Jesús, impone el secreto mesiánico; porque más
allá de su resultado material, lo que interesa a Jesús es destacar, la apertura de los
gentiles a la fe en Dios: oír la palabra y pronunciarla. Es de tal magnitud el prodigio
que Jesús realiza, que es imposible no pregonarlo, su fama crecía a su pesar,
porque sabía que lo consideran un taumaturgo, pero no como ÉL hubiera querido:
enviado del Padre, inaugurador del Reino de Dios, pregonero del evangelio de la
gracia. El pueblo exclama: “Todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordo y hablar a
los mudos” (v. 37). Palabras que evocan las grandes haza￱as de Yahvé, ahora
revividas su Hijo muy amado, son los tiempos mesiánicos y del cumplimiento de las
antiguas profecías (cfr. Gn. 1,31; Is. 35, 5-6). El evangelio ha llegado a los
gentiles, acción creadora de Dios y su bondad, las que salvan en las palabras y
obras de Jesús. Digámosle al Señor de la vida, que repita en nosotros su effetá
para que abiertos nuestros oídos y lengua, podamos escuchar y proclamar sus
maravillas hechas en nosotros día a día.
Santa Teresa enseña que la voz del Maestro, el alma el orante, la escucha desde los
primeros grados de oración; luminosa palabra para el camino hasta llegar a la
fuente de la contemplaci￳n. “Deshaciéndome estoy, hermanas, por daros a
entender esta operación de amor y no sé cómo porque parece cosa contraria dar a
entender el Amado claramente que está con el alma y parecer que la llama con una
señal tan cierta que no se puede dudar y un silbo tan penetrativo para entenderle el
alma que no le puede dejar de oír; porque no parece sino que, en hablando el
Esposo, que está en la séptima morada, por esta manera que no es habla formada,
toda la gente que está en las otras no se osan bullir: ni sentidos, ni imaginación, ni
potencias. ¡Oh mi poderoso Dios, qué grandes son vuestros secretos, y qué
diferentes las cosas del espíritu a cuanto por acá se puede ver ni entender, pues
con ninguna cosa se puede declarar ésta, tan pequeña para las muy grandes que
obráis con las almas!” (6M 2,3).