"No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres"
Lc 5, 1-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“LO QUE AGRADA A DIOS EN MI PEQUEÑA ALMA ES LA CONFIANZA
CIEGA QUE TENGO EN SU MISERICORDIA” (Santa Teresita de
Lisieux).
Rema mar adentro y echad las redes para pescar. Jesús se fija en
nosotros/as, su palabra nos elige. Jesús nos invita a remar hacia lo más
íntimo del corazón. Sin interioridad y verdad no hay posibilidad de persona
nueva y de nueva creación. Quiere que crucemos el umbral que nos separa
de nosotros mismos. Orar es dejar entrar a Jesús en nuestra vida y que
actúe en ella. Entra en mi barca, Señor. Contigo, todo puede cambiar en
mi vida. Tú eres el camino y la verdad de mi vida.
Nos hemos pasado la noche bregando y no hemos pescado nada. Ir más
allá. Orar es ir más allá de nuestras experiencias limitadas de la realidad.
La nada no es el final, puede ser el comienzo de lo inesperado de Dios.
Gracias a Jesús, nuestro pecado puede convertirse en espacio de
intimidad, nuestras frustraciones y fracasos en plenitud alborozada,
nuestras manos desalentadas en manos capaces de sembrar semilla en el
campo. Pero “somos tan caros y tan tardíos de darnos del todo a Dios…
que no acabamos de disponernos” (Santa Teresa) para que Dios haga
maravillas. Más allá de mi debilidad está tu fuerza, Señor; más allá de mi
nada, tu amor.
Por tu palabra, echaré las redes. ¿Cómo ir más allá de los datos, tan
cargados de desconfianza, que la realidad nos aporta? ¿Cómo dejar fuera
el escepticismo? El mediodía no es tiempo de pesca y la noche ha sido
estéril, pero la palabra de Jesús rompe nuestras lógicas y abre a la
sorpresa; tiene poder de transformar, de dar un sentido nuevo a la vida.
Orar es confiar, es entrar sin miedo en un abandono confiado, es hacer un
silencio grande para oír la voz poderosa de Jesús, que llama a lo que no es
para que sea. Tu palabra le abre futuro a mi vida. Confío en ti.
Apártate de mí, Señor, que soy un pecador. No es fácil convivir con Jesús
cuando somos tan distintos, pero Él nos sorprende y, sobre nuestra
vulnerabilidad, construye el misterio de la Iglesia. Ocultando la verdad de
lo que somos, no crecemos por dentro y se acobarda el ánimo para todo lo
bueno. Someto mi vida a la luz de tu presencia, Señor. Te confieso mi
pecado y Tú me confiesas tu amor.
Y, dejándolo todo, lo siguieron. ¡Qué sorprendentes son los caminos de
Jesús! Él nos guía hasta poder decirle: “Aquí estoy, envíame”. ¡Qué locura
de amor la de Jesús! El seguimiento brota de la gratitud ante la
misericordia entra￱able de Jesús que nos ha querido a su lado. “Si no
conocemos que recibimos, no despertamos a amar” (Santa Teresa). Sí,
Jesús, voy a Ti. Envíame si Tú quieres. Sea lo que sea, te doy las gracias.
ORACION
Pidamos a la Santísima Virgen, que en su vida terrena transcurrió más
años con su Hijo que sin Él, que sepamos crecer en la familiaridad con
Cristo, en este cotidiano contacto con Él, por medio de una mirada atenta
a la realidad, por medio de la oración constante. Que sepamos fijarnos en
este “pero” que entr￳ en el mundo, para no dejarlo jamás. Y unidos a él,
unidos a Pedro, decimos también nosotros hoy y siempre: «Fiat mihi
secundum verbum tuum – Señor, que se haga en mí según tu palabra»,
«Señor, en tu nombre echaré las redes». Amén .