Miércoles de Ceniza.
Hagamos el bien por amor a dios y a sus hijos.
Ejercicio de lectio divina de MT. 6, 1-6. 16-18.
1. Oración inicial.
Hoy damos por concluida la primera parte del tiempo Ordinario del presente año,
y empezamos a vivir intensamente el tiempo de Cuaresma, el cual va a ser
aprovechado, para aumentar nuestra fe en Dios, para acercarnos más a Nuestro
Padre común y servirlo en sus hijos los hombres, para aumentar la calidad y la
calidez de nuestras relaciones, y para intentar superar algunas de nuestras
deficiencias.
Obviamente, en un espacio de tiempo de cuarenta días, no podemos hacer todo
aquello que nos proponen las lecturas bíblicas del presente periodo litúrgico, pero sí
podemos intentar mejorar lo que podamos, en conformidad con nuestras
posibilidades de seguir creciendo espiritualmente, pues eso es lo que nos
corresponde hacer a los cristianos.
Iniciemos nuestra oración, pidiéndole a Nuestro Padre común, que purifique
nuestras intenciones, pues debemos aprender a servir a nuestros prójimos los
hombres, no para presumir de nuestra supuesta bondad, sino por amor a Dios, y a
sus hijos adoptivos.
Oremos pensando que no debemos hacer el bien para ser recompensados por
quienes nos ven, sino por Nuestro Padre celestial. Si practicamos la caridad
buscando recompensas humanas, no actuaremos por amor, sino, por egoísmo.
Dirijámonos a Nuestro Santo Padre en oración desde nuestro interior, y no
oremos para que nadie alabe nuestra supuesta bondad.
No nos sometamos a ninguna privación para presumir de bondadosos. Si, -a
modo de ejemplo-, vamos a dar un donativo para que se haga una obra benéfica,
actuemos anónimamente, sin buscar el reconocimiento de los hombres.
Evitemos ayunar y someternos a mortificaciones por cuya vivencia salgamos a la
calle malhumorados, buscando ser compadecidos por la gente, o buscando a
posibles víctimas, sobre las que descargar nuestra ira.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que vinculas al Padre y al Hijo, y que santificas a quienes te
aceptan como Dios, para que sean dignos de vivir en tu presencia: Ayúdanos a
comprender que el mayor estado de felicidad a que podemos aspirar, consiste en
amar, y en ser amados.
Ayúdanos a comprender que nuestros ayunos no deben ser privaciones de
alimentos que nos mantengan malhumorados, sino privaciones materiales que
solventen las carencias de los necesitados de dones espirituales y materiales.
Hoy queremos aprender a vivir impulsados por tu amor, porque nos damos
cuenta de que nuestra necesidad de ser amados, es superior a la necesidad de los
bienes que, aunque son efímeros, los hemos convertido en elementos vitales, sin
los que nos cuesta vivir, y sentirnos realizados.
Hoy queremos orar en tu presencia, pero no queremos que nuestra oración sea
una práctica espiritual que nos haga olvidar nuestras preocupaciones, sino el inicio
de un camino de crecimiento espiritual, que nos conduzca al cielo.
Ayúdanos a tener el valor necesario para corregir los defectos que nos
caracterizan, y para solucionar los problemas que no queremos resolver, porque
nos sentimos débiles para ello y nos atemoriza el fracaso, ya que pensamos que
somos incapaces de hacer lo debido en tales casos.
Haznos fuertes para recorrer el camino de la purificación y de la santificación,
para que podamos ser felices, viviendo en tu presencia.
Danos vida en abundancia en el tiempo de Cuaresma que hoy empezamos a vivir,
para que nos sintamos fuertes para eliminar el veneno que llevamos en el corazón,
que nos hace valorar más los bienes materiales que a las personas, nos hace
sentirnos inferiores a las posesiones que tenemos, nos hace adeptos de los falsos
dioses bajo cuyo amparo nos sitúa nuestro instinto, nos hace ignorar las carencias
espirituales y materiales de nuestros prójimos los hombres, nos hace ególatras para
que obviemos al Dios verdadero, y por ello paradójicamente nos aísla en el mundo
de las comunicaciones, a la espera de que muramos, bajo el efecto de la depresión
y de los vicios, creyendo que, todo lo que no son placeres momentáneos, solo es
una falsa quimera.
2. Leemos atentamente MT. 6, 1-6, 16-18, intentando abarcar el mensaje
que San Mateo nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"Tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará
Lectura del santo evangelio según san Mateo 6, 1-6. 16-18
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos
por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por
tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por
los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace
tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te
lo pagará.
Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro
que ya han recibido su paga.
Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre,
que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.
Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara
para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu
ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que
ve en lo escondido, te recompensará"".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de MT. 6, 1-6. 16-18.
3-1. No siempre podremos ser recompensados por Dios y los hombres al mismo
tiempo.
"Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos
por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los
cielos" (MT. 6, 1).
Existen situaciones en que nuestras creencias de cristianos se diferencian de las
creencias de quienes carecen de la fe que profesamos. En tales casos, nos es
imposible ser recompensados por dios y los hombres al mismo tiempo. En tales
casos, tenemos que tomar una decisión para ser elogiados por una de las dos
partes en conflicto y rechazados por la otra, o vivir al margen de la toma de
decisiones para quedar bien con las dos partes, para ninguna de las cuales,
podremos ser plenamente confiables. Esta es la causa por la que Jesús nos
recuerda que no podemos ser elogiados por Dios y los hombres al mismo tiempo.
¿Por qué nos dice Jesús que evitemos hacer el bien buscando recompensas
humanas tales como la demostración de admiración? ¿Ignora Nuestro Salvador
que, cuando nos creó para que viviéramos en comunidad, El mismo nos imprimió el
deseo de ser amados y reconocidos constantemente? Permitidme que os cuente
una breve historia, con el fin de responder las dos preguntas que os he planteado.
Hace bastantes años conocí a un niño que tenía una grave deficiencia visual, pero,
a pesar de ello, durante las noches, su visión debilitada, le permitía pasearse en
una bicicleta, por las calles de la aldea en que vivía. Una noche en que el citado
niño estaba en su casa, aunque su madre ignoraba que había regresado, escuchó
que le decía a su abuela: "Yo tengo cuidado de que el niño no tropiece cuando está
con la bicicleta, porque, si le sucede algo, todo el mundo hablará mal de mí,
criticándome porque lo dejo solo." No sé si podréis imaginar lo que sufrió el pobre
niño, quien siempre creyó que la madre lo amaba por sí mismo, cuando pensó que
ello no era cierto, dado que era cuidado, para evitar habladurías, en el caso de que
tuviera un accidente.
A raíz de la historia que hemos recordado, ¿comprendemos por qué no debemos
hacer el bien buscando ser recompensados por los hombres?
3-2. No seamos imitadores de los hipócritas, sino seguidores de Jesús.
"Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como
hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por
los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga" (MT. 6, 2).
En el Nuevo Testamento, mientras que se nos dice pocas veces que seamos
imitadores de Cristo, se nos insiste mucho en que seamos seguidores de Cristo. Yo
tengo la costumbre de animar a mis lectores a imitar a Cristo, a pesar de que sé
que, lo que debería hacer, es animar a los tales, a ser seguidores de Cristo. Si les
pido a mis lectores que imiten a Cristo, ello sucede porque sé lo que cuesta seguir a
Jesús, en un mundo en que nuestra fe, en ciertas circunstancias, no es bien
reconocida. Esa es la causa por la que no quiero hacer que ninguno de mis lectores
se sienta sobrecargado, con tal de que no renuncie a creer en el Dios Uno y Trino.
El mejor consejo que puedo darles a quienes leen mis meditaciones semanales, no
es que sean imitadores de Cristo, pues la imitación lleva en sí algo de egoísmo, por
cuanto nos estimula a servir al Señor, pensando en nuestro perfeccionamiento, sino
que sean seguidores de Cristo, por cuanto, el seguimiento del Señor, nos supone
amoldarnos a la manera de pensar y actuar de Nuestro Salvador, es decir, nos
supone servir a Dios en sus hijos los hombres, con muchas frustraciones
garantizadas, y sin esperar recibir, beneficio alguno, por parte de los hombres,
quienes difícilmente nos alabarán, por causa de nuestro progreso espiritual, por
muy notable que sea el mismo.
Los griegos llamaban hipócritas a los actores que representaban obras de teatro,
porque los mismos fingían ser personajes que no estaban relacionados con su
manera de ser.
Nosotros también podemos ser hipócritas, si hacemos el bien aparentando ser
compasivos, cuando, en realidad, lo que deseamos conseguir, es aparentar una
bondad, que no nos caracteriza.
¿Qué pueden ameritar quienes llevan a cabo buenas acciones, si, los motivos que
los mueven a actuar, son malos?
¿Qué recompensas pueden obtener quienes hacen el bien intentando aparentar
una misericordia que no los caracteriza? Tal recompensa consiste en recoger el
fruto de obras vacías de amor, pues, es tanto el afán de guardar las apariencias de
los tales que, aunque se les agradezca el bien que hacen, no se sienten amados,
porque, en realidad, el amor, es lo que menos les interesa.
3-3. Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha.
"Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que
hace tu derecha" (MT. 6, 3).
¿Por qué tenemos la costumbre de dar?
¿Damos esperando conseguir bienes más valiosos que aquellos de los que nos
desprendemos?
¿Damos esperando recibir bienes que tengan el mismo valor que los que
repartimos?
¿Daríamos sin esperar recibir nada a cambio, o sabiendo que nadie reconocería el
valor de nuestras buenas acciones?
Jesús nos insta a los cristianos a dar pensando en disfrutar de la satisfacción que
conlleva hacer el bien. Si alguien premia nuestra buena acción para con él,
agradezcámosle el don que nos conceda, o las palabras con que nos elogie, porque
tan importante es dar como recibir, pero no demos por egoísmo, sino por amor, a
Dios, y a sus hijos.
3-4. Haz el bien buscando la manera de conseguir que Dios sea reconocido y
alabado por causa de la grandeza del amor que manifiestas.
"Así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará" (MT. 6, 4).
¿Cómo podemos conseguir estar seguros de que los motivos que nos mueven a
hacer el bien no son egoístas? Actuemos secretamente, sin esperar recompensas
por parte de los hombres, pues, los tales, jamás podrán imaginarse, que estamos
beneficiándolos.
No actuemos buscando la forma de que los hombres nos alaben, sino
esforzándonos para que los tales alaben la grandeza del amor de Dios, que, para
nuestra satisfacción, se les debe manifestar por nuestro medio. Recordemos que no
nos conviene sentirnos privilegiados al ser alabados por una bondad que no nos
caracteriza, sino por haber sido elegidos por dios, para representarlo ante sus hijos
los hombres, predicando el Evangelio, y haciendo el bien.
No olvidemos que Dios recompensa las obras que hacemos sin esperar ser
recompensados por los hombres, y que las recompensas divinas difícilmente serán
bienes materiales, a menos que los mismos contribuyan a nuestra purificación, y a
nuestra santificación. Recordemos que no debemos actuar buscando recompensas
divinas, porque Dios no recompensa a quienes sirven a sus hijos, no por amor, sino
esperando recibir dádivas celestiales.
3-5. Oremos por amor a Dios, y sin esperar que los hombres nos alaben por una
fe, que no tenemos.
"Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las
sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los
hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga" (MT. 6, 5).
Si a todos nos gusta ser amados por quienes somos para nuestros familiares y
amigos, ¿le gustará a dios que nos dirijamos a El para aparentar que somos buenos
cristianos?
Imaginemos los católicos que leeremos esta meditación -la cual llegará a
cristianos de diferentes denominaciones-, el siguiente caso: Supongamos que no
tenemos la costumbre de arrodillarnos durante la conversión del pan y el vino, en el
Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad, de Nuestro Salvador, pero nos sucede
que asistimos a una iglesia, en la que, en el citado momento, todos los asistentes a
la misma, se arrodillan. ¿Permaneceríamos en pie en tal situación? En el caso de
que nos arrodilláramos, ¿lo haríamos por amor a dios, o por no quedar mal? ¿Nos
percatamos de que puede ser más fácil orar para guardar la apariencia que para
demostrarle a Dios el amor que sentimos por El?
Hay quienes no oran si no siguen un orden litúrgico invariable. Hay quienes oran
recitando fórmulas cuyo significado es desconocido para los tales. A Dios no le
importa lo que le decimos cuando oramos, ni cómo se lo decimos, ni la postura que
adoptamos para decírselo, ni el lugar en que se lo decimos. Para los católicos y
evangélicos, los lugares más apropiados para orar, son las iglesias en que le
tributan culto a Dios. Para los testigos de Jehová, los mejores lugares para orar,
son los llamados salones del Reino, pero, a pesar de ello, todos los cristianos
podemos orar, en cualquier lugar en que nos encontremos, y sintamos el deseo o la
necesidad, de hablar, con Nuestro Padre celestial, a quien le importa, más que
cómo guardamos las apariencias cuando oramos, la intención con que nos dirigimos
a El.
A Dios, más que importarle el hecho de si nuestras oraciones son públicas o
privadas, le interesa sentirse amado por nosotros, cuando nos dirigimos a El.
"Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar
la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo
secreto, te recompensará" (MT. 6, 6).
3-6. ¿Con qué intención ayunamos?
"Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su
rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su
paga" (MT. 6, 16).
Dios no tiene necesidad de que ayunemos, pero, a pesar de ello, el ayuno tiene
ciertos beneficios para nosotros, pero no debemos abusar del mismo. Tengo
muchas lectoras que tienen la costumbre de no desayunar durante muchos días, lo
cual hace que las tales pongan en peligro su salud. De la misma manera que la falta
de instrucción espiritual dificulta el crecimiento de la fe que nos caracteriza, el
cuerpo debe ser debidamente alimentado, para que no contraiga enfermedades.
Quienes quieran ayunar para dedicarse a la oración, no hacen nada malo, pero
deben evitar ayunar prolongadamente, y abusar de esta práctica.
El ayuno nos sirve para crecer espiritualmente, pues nos conciencia de que, de la
misma forma que debemos alimentar nuestros cuerpos, no debemos descuidar el
aumento de nuestra fe.
El ayuno nos sirve para disciplinarnos. De la misma forma que debemos ser
alimentados, debemos estar dispuestos, a cumplir nuestras obligaciones diarias.
El ayuno nos ayuda a apreciar los dones espirituales y materiales que Dios nos
concede, y nos hace tener la conciencia de que, si nos sobran el dinero y los bienes
materiales, podemos reducir el gasto en placeres y bienes efímeros, para ayudar a
los pobres, a superar su difícil situación.
Hagamos sacrificios sin que nadie lo sepa para beneficiar a los desposeídos de
este mundo, y no actuemos buscando el reconocimiento de los hombres.
3-7. No pretendas que nadie te tenga lástima.
"Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto;
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará" (MT. 6, 17-18).
No convirtamos nuestros ayunos en espectáculos. En este mundo en que se
valoran el poder, la riqueza, el prestigio y la eficacia, nadie nos tendrá lástima si
salimos a la calle sin peinarnos, sin ducharnos y sin vestirnos adecuadamente. Si
ayunamos, realicemos nuestras actividades con normalidad, con tal de actuar en
secreto.
3-8. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-9. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto evangélico
y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el fin de
asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de dios expuesta en MT. 6, 1-6. 16-18 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Por qué no podemos ser recompensados siempre por dios y los hombres al
mismo tiempo?
¿Por qué en ciertos casos tenemos que optar entre estar de parte de Dios o
renunciar a seguir profesando nuestra fe?
¿Por qué nos dice Jesús que evitemos hacer el bien buscando recompensas
humanas tales como la demostración de admiración?
3-2.
Explica la diferencia existente entre la imitación y el seguimiento de Cristo.
¿Cómo podemos ser hipócritas aunque insistamos en que con nuestras obras y
actos de culto manifestamos la fe que nos caracteriza?
¿Qué pueden ameritar quienes llevan a cabo buenas acciones, si, los motivos que
los mueven a actuar, son malos?
¿Qué recompensa pueden obtener quienes hacen el bien intentando aparentar
una misericordia que no los caracteriza?
3-3.
¿Qué significa la frase de Jesús: “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu
derecha”?.
¿Por qué tenemos la costumbre de dar?
¿Damos esperando conseguir bienes más valiosos que aquellos de los que nos
desprendemos?
¿Damos esperando recibir bienes que tengan el mismo valor que los que
repartimos?
¿Daríamos sin esperar recibir nada a cambio, o sabiendo que nadie reconocería el
valor de nuestras buenas acciones?
¿Crees que es tan importante dar como recibir? ¿Por qué?
3-4.
¿Cómo podemos conseguir estar seguros de que los motivos que nos mueven a
hacer el bien no son egoístas?
¿Cómo puedes conseguir que algunos de tus prójimos vean que Dios se les
manifiesta por medio de tus obras caritativas y de las oraciones que le diriges a
Nuestro Padre celestial?
¿Cuál es el mayor privilegio al que debemos aspirar los cristianos en esta tierra?
¿Cómo podemos representar a Dios ante quienes tienen una fe débil o no creen
en El?
3-5.
Si a todos nos gusta ser amados por quienes somos para nuestros familiares y
amigos, ¿le gustará a dios que nos dirijamos a El para aparentar que somos buenos
cristianos?
¿Son útiles las oraciones que hacemos recitando fórmulas cuyo significado
desconocemos?
¿Cuál es la postura correcta para orar?
¿Debemos hablarle a dios con nuestras palabras, o solamente debemos hacerlo
utilizando fórmulas litúrgicas, dado que las mismas son oraciones más bien hechas
que las nuestras?
¿Qué es lo que Dios requiere de nosotros cuando oramos, para considerar que
nuestras oraciones son auténticas?
3-6.
Si Dios no necesita que ayunemos, ¿por qué se nos insta en la Biblia a recurrir a
esa práctica?
¿Por qué no es conveniente abusar de la práctica del ayuno?
¿Explica qué relación hay entre los beneficios del ayuno, el crecimiento espiritual,
y la alimentación de los cuerpos.
¿En qué sentido podemos disciplinarnos por medio de la práctica del ayuno?
¿Qué nos enseña el ayuno con respecto al uso y el abuso del dinero, y la vivencia
desordenada de los placeres mundanos?
3-7.
¿Por qué debemos realizar nuestras actividades ordinarias con plena normalidad
cuando ayunemos?
5. Lectura relacionada.
Lee IS. 1, 10-19. 58, 1-14.
6. Contemplación.
Imaginemos que Jesús ha concluido plenamente la instauración de su Reino de
amor y paz entre nosotros. Imaginemos que vivimos en un mundo en que nuestra
mayor prioridad consiste en amar y ser amados, por lo que no se hace nada con
doble intención.
Contemplemos el mundo sin sufrimientos que añoramos, cuyos habitantes nos
serviremos, por el gozo de amar, y de ser amados.
Mientras Jesús concluye la instauración de su Reino entre nosotros, oremos
sinceramente, para que dios haga aquello que nos es imposible, pero necesitamos
que sea hecho, para que, tanto nosotros como toda la humanidad, seamos
mejores.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en MT. 6, 1-6. 16-18.
Comprometámonos a hacer una obra de caridad durante esta semana, para que
la misma nos ayude a comprender el deseo que Dios tiene, de que toda la
humanidad, viva como una sola familia de fe.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Padre Santo: Que las prácticas de la oración, el ayuno y la limosna, me ayuden a
crecer espiritualmente, y me hagan comprender que debo esforzarme, para que
cada día sean más, los que te aceptan y te aman, como su Dios y Padre.
9. Oración final.
Lee el Salmo 51.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com