EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Marcos 7,1-13.
Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se acercaron a Jesús,
y vieron que algunos de sus discípulos comían con las manos impuras, es decir, sin
lavar.
Los fariseos, en efecto, y los judíos en general, no comen sin lavarse antes
cuidadosamente las manos, siguiendo la tradición de sus antepasados;
y al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones. Además, hay
muchas otras prácticas, a las que están aferrados por tradición, como el lavado de
los vasos, de las jarras y de la vajilla de bronce.
Entonces los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: "¿Por qué tus discípulos
no proceden de acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen
con las manos impuras?".
El les respondió: "¡Hipócritas! Bien profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la
Escritura que dice: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos
de mí.
En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino preceptos humanos.
Ustedes dejan de lado el mandamiento de Dios, por seguir la tradición de los
hombres".
Y les decía: "Por mantenerse fieles a su tradición, ustedes descartan tranquilamente
el mandamiento de Dios.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su
padre y a su madre será condenado a muerte.
En cambio, ustedes afirman: 'Si alguien dice a su padre o a su madre: Declaro
corbán -es decir, ofrenda sagrada- todo aquello con lo que podría ayudarte...'
En ese caso, le permiten no hacer más nada por su padre o por su madre.
Así anulan la palabra de Dios por la tradición que ustedes mismos se han
transmitido. ¡Y como estas, hacen muchas otras cosas!".
comentario del Evangelio por:
Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
Libro II, cap. 5-6
“Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.”
A veces nos damos cuenta de nuestra gran ceguera. Obramos mal y
presentamos mil excusas. A menudo nos mueven las pasiones e intentamos hacer
pasar nuestro actuar por obra de buen celo. Corregimos las pequeñas faltas de los
demás y nos permitimos caer en faltas grandes. Estamos pronto para juzgar y
condenar los yerros de los otros pero no tenemos cuidado en no serles molestos. El
que se juzgara a si mismo con rectitud no tendría ya coraje para juzgar
severamente a los demás.
Un cristiano presta atención a su propia vida ante todo, y el que vigila sus
propias acciones se guarda bien de criticar la conducta de los demás. No serás
nunca hombre interior mientras no te esfuerces a guardar silencio acerca de los
asuntos de tu prójimo para ocuparte principalmente de ti mismo... Aquel que ama a
Dios no se fija en lo que está por debajo de Dios, porque sólo Dios, eterno,
inmenso, colma todo, es amparo del alma y alegría verdadera del corazón...
Descansarás plácidamente, si tu corazón no te reprende. No te alegres sino
cuando obrares bien. Los malos nunca tienen alegría verdadera ni sienten paz
interior; porque dice el Señor: No tienen paz los malos. (Is 57,21)... Fácilmente
estará contento y sosegado el que tiene la conciencia limpia. No eres más santo
porque te alaben, ni más vil porque te desprecien. Lo que eres, eso eres; y por más
que te estimen los hombres, no puedes ser, ante Dios, más grande de lo que eres.
Si miras lo que eres dentro de ti, no tendrás cuidado de lo que de ti hablen los
hombres. El hombre ve lo de fuera, mas Dios ve el corazón. (1Sam 16,7).
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”