CARTA PASTORAL DE CUARESMA
MONS. JUAN RUBÉN MARTÍNEZ
LAS OBRAS
“MUÉSTRAME SI PUEDES, TU FE SIN LAS OBRAS.
YO EN CAMBIO, POR MEDIO DE LAS OBRAS,
TE DEMOSTRARÉ MI FE”. (SAN. 2.18B)
LA FE Y
 
1. INTRODUCCIÓN
2
Al iniciar el tiempo cuaresmal en preparación para la celebra-
ción de la pascua, encontramos una nueva oportunidad para
convertirnos al amor de Dios. En efecto, este tiempo litúrgico
de la cuaresma nos permite como el hijo pródigo revisar nues-
tro compromiso y seguimiento de Cristo, el Señor, en quien
creemos, y volver a Dios, regresar a la casa del Padre, para
estar con Él y recibir su abrazo paterno y misericordioso.
Este año por iniciativa de nuestro Papa Benedicto XVI esta-
mos viviendo “el año de la Fe”, y creo oportuno en esta carta
pastoral que juntos podamos revisar este “don” de la gracia,
así como nuestro compromiso y tarea, en orden a redescubrir
el camino de la fe para iluminar de manera cada vez más
clara la alegría y el entusiasmo renovado del encuentro con
Cristo.
De hecho el santo Padre en la carta Apostólica titulada “Porta
Fidei” del 17 de octubre de 2012 señala una profunda preocu-
pación respecto al tema de la fe: «La Iglesia en su conjunto,
y en ella sus pastores, como Cristo han de ponerse en cami-
no para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al
lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia
Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud».1 Sucede hoy
con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las
consecuencias sociales, culturales y políticas de su compro-
miso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como
un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este pre-
supuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con
frecuencia es negado.2 Mientras que en el pasado era posible
reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en
su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados
por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de
la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a
muchas personas.”(Nº2)
Este año de la fe comenzó el 11 de octubre de 2012 y cul-
minará en la solemnidad de Cristo Rey del Universo, el 24
de noviembre de 2013. Al cumplirse los 50 años del concilio
Vaticano II el Papa Señala en Porta Fidei: “Yo también deseo
reairmar con fuerza lo que dije a propósito del Concilio pocos
meses después de mi elección como Sucesor de Pedro: «Si lo
leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta,
puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la
renovación siempre necesaria de la Iglesia». (Nº10)
También en este año de la fe celebramos los 20 años del ca-
tecismo de la Iglesia Católica. Todos sabemos la importancia
que tiene dicho catecismo como un apoyo a la vida de fe y
 
en la vida pastoral de nuestras diócesis como un instrumento
al servicio de la catequesis y de la evangelización en general.
En esta perspectiva, el año de la fe es una invitación a una
auténtica y renovada conversión al Señor, único Salvador del
mundo. La cuaresma es un tiempo de gracia en donde po-
demos “volver a Dios” revisando como vivimos nuestra fe en
Cristo, el Señor, como “Don y camino”.
2. LA FE COMO DON Y CAMINO
Considero importante subrayar que la fe es un don de Dios. Es
“Dios” quién gratuitamente obra su gracia para que nuestra
fe no sea en algo, sino en Alguien, en la persona de Jesucris-
to. En “Porta Fidei”, el Papa señala al respecto: “La Puerta de
la Fe (Hech. 14,27), que introduce en la vida de comunión con
Dios, y permite la entrada en su Iglesia, esta siempre abier-
ta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de
Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que
transforma. Atravesar esa puerta supone emprender un cami-
no que dura toda la vida. Éste empieza con el bautismo (cf.
Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de
Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna,
fruto de la resurrección del Señor Jesús que, con el don del
Espíritu Santo, ha querido unir en su misma gloria a cuantos
creen en él (cf. Jn 17, 22). Profesar la fe en la Trinidad –Padre,
Hijo y Espíritu Santo –equivale a creer en un solo Dios que es
Amor (cf. 1 Jn 4, 8): el Padre, que en la plenitud de los tiem-
pos envió a su Hijo para nuestra salvación; Jesucristo, que en
el misterio de su muerte y resurrección redimió al mundo; el
Espíritu Santo, que guía a la Iglesia a través de los siglos en
la espera del retorno glorioso del Señor. (Nº1)”
En el inicio del año de la fe en el contexto de nuestra peregri-
nación anual a Loreto, el domingo 18 de Noviembre hemos
realizado una proclama solemne del “Credo”. También en to-
das las parroquias y comunidades se han propuesto resaltar
en la liturgia y catequesis el “Credo”, en orden a que los cre-
yentes confesemos nuestra fe con plenitud y renovada con-
vicción, con conianza y esperanza.
Es signiicativo recordar las palabras de San Agustín cuando
en un sermón sobre la redditito symboli, la entrega del cre-
do, dice: «El símbolo del sacrosanto misterio que recibieron
todos a la vez y que hoy han recitado uno a uno, no es otra
cosa que las palabras en las que se apoya sólidamente la fe
de la Iglesia, nuestra madre, sobre la base inconmovible que
es Cristo el Señor. […]Recibieron y recitaron algo que deben
retener siempre en su mente y corazón y repetir en su lecho;
algo sobre lo que tienen que pensar cuando están en la calle y
que no deben olvidar ni cuando comen, de forma que, inclus o
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cuando duermen corporalmente, vigilan con el corazón».
En medio de tantas formulaciones confusas de nuestros am-
bientes, donde el ser “abiertos” o “ecuménicos” son palabras
mal usadas, dando pie muchas veces a un profundo relativis-
mo y generando una religiosidad del consumo, sin compro-
miso e individualista; la formulación convencida del “Credo”
puede ser un fruto importante en la celebración de este año
de la Fe.
Todos sabemos que si bien la Fe es un Don de Dios, también
implica el camino discipular y comprometido del cristiano. Nos
alegra señalar que de diversas maneras se han multiplicado
centros de formación cristiana, como el instituto de Teología y
Pastoral, las escuelas Básicas y de Ministerios, y sobre todo
desde la catequesis de niños y de adultos como medios que
ayudan a asumir este camino de fe y su maduración.
Debemos señalar que en este discipulado en la maduración
de la fe también hay un camino antropológico a recorrer. En
principio, la fe puede tener momentos de gozo, en donde sobre
todo experimentamos lo sensible del “encuentro”, sin embargo
en todos los casos necesitamos de un camino discipular en
ese proceso de maduración de la fe que nos lleve a implicar
nuestra voluntad e inteligencia, y a la misma persona, para
que la fe no esté atada solo a los vaivenes de los afectos, sino
que implique un compromiso “permanente” sobre todo en los
momentos de aridez, sufrimientos y cruces. El camino de la
Fe debe llevarnos a experimentar el morir y vivir en “Él”, para
tener una fe Pascual, plena y gozosa, que nos permita ser
testigos de lo que creemos.
Ese don de la fe que es personal, es al mismo tiempo, co-
munitario y eclesial. En efecto, el primer sujeto de la fe es la
Iglesia. En la fe de la comunidad Cristiana, cada uno recibe
el bautismo, signo eicaz de la entrada en el pueblo de los
creyentes para alcanzar la salvación.
En esta cuaresma del año de la Fe encontramos una nueva
oportunidad de la gracia para revisar como vivimos nuestro
discipulado de la fe, si el camino que transitamos nos lleva
a asumir el Don de la Fe como un compromiso personal y
eclesial.
3. DESAFIOS PASTORALES
a- Catolicismo popular y secularismo. En esta relexión
cuaresmal sobre la “Fe”, solo señalaremos algunos desafíos
que considero que deberemos tener en cuenta en el contexto
de nuestra realidad social y cultural.
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En los documentos del Episcopado Argentino de los años 90
“Líneas Pastorales” , se señalaba el problema del secularismo
como un desafío en la tarea evangelizadora, y en este inicio
de siglo, en “Navega Mar Adentro” se señaló el desafío de
evangelizar la búsqueda de Dios que tiene la gente.
Es cierto que en nuestra realidad encontramos la conviven-
cia de estos dos aspectos. En toda América Latina es fuerte
la búsqueda de Dios en nuestra gente y esto se expresa en
las grandes manifestaciones de religiosidad popular. Nosotros
somos testigos en la Diócesis, así como en nuestra patria de
importantes manifestaciones de fe, que constituye en nuestra
cultura un fuerte componente de un “catolicismo popular” que
perdura desde hace siglos en nuestra historia.
Aún cuando la religiosidad popular es parte de nuestra cultu-
ra, también asistimos a un importante avance del secularismo
que plantea una sociedad que omite a Dios, y presenta solo
un modelo consumista donde la persona sólo es un objeto. El
secularismo que se transforma en un ambiente, en parte cre-
ce por las estructuras mercantiles y consumistas que manejan
un poder económico, político y comunicacional, e inciden so-
bre todo en la cultura y educación. Basta hacer un rato “zap-
ping” en la televisión para ver que la mayoría de las propues-
tas en programas de diversión, novelas y películas hacen
propuestas que silencian a Dios y omiten valores esenciales
como la vida, familia, justicia y la solidaridad. Muchas veces
para defender sus propuestas materialistas y consumistas ri-
diculizan lo religioso, y a la misma Iglesia tratando de dañarla,
por ejemplo subrayando debilidades personales de algunos
de sus miembros, y silenciando a tantos que dan su vida en
obras de caridad y justicia, o bien, tergiversando algunas de
sus enseñanzas, desde prejuicios casi dogmáticos, y escon-
diendo las verdades de dichas enseñanzas.
b- Consolidar algunos ejes pastorales. En realidad de-
bemos señalar que cada tiempo tiene sus desafíos y el nues-
tro será “Consolidar” la evangelización profundizando nuestro
discipulado y misión.
En la última Asamblea Diocesana realizada en junio de 2012,
señalaba que ingresábamos en un tiempo en el que tenemos
que consolidar varias iniciativas que fueron claves para la
evangelización en estos años en nuestra Diócesis (relexio-
nes sobre el camino Evangelizador de la Diócesis: Asamblea
junio 2012). La palabra consolidar implica necesariamente to-
mar en serio y en profundidad el “Año de la Fe”, el asumir el
camino de discipulado y misión, consolidando y madurando la
fe como “Don y tarea”.
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c- La Fe y la Vida. Lamentablemente observamos que
muchos cristianos padecen una ruptura entre la fe y el estilo
de vida, criterios y opciones que realizan. Esto revela la ne-
cesidad de realizar un camino discipular y misional. Esta rea-
lidad que se da en todos los niveles culturales y sociales, se
hace más grave cuando se da en aquellos cristianos que tie-
nen responsabilidades sociales por el ejercicio de poder que
poseen, e ignoran el compromiso que la fe conlleva en todos
los ámbitos de la vida social, política y cultural. Algunos creen
erróneamente cumplir como cristianos participando de alguna
celebración ocasional, o bien, realizando algún gesto solidario
aislado. La vida de fe para un cristiano debe impregnar todos
sus actos, debe ser un estilo de vida, implicando también sus
criterios y opciones personales.
d- La Fe y la Pobreza. Hay muchos aspectos que quisie-
ra señalar sobre la ruptura frecuente entre fe y vida en esta
relexión cuaresmal, pero quiero referirme a un tema que con-
sidero clave a tener en cuenta en los exámenes de conciencia
que realizaremos durante la cuaresma y en la acción evange-
lizadora en estos años.
Considero que es contradictoria una cultura en donde muchos
nos manifestamos cristianos, y aceptamos como normal el
grado de pobreza y exclusión con el cual convivimos. Fun-
damentalmente una de las causas que nos llevan a que gran
parte de la población “sobreviva” con ayudas sociales dadas
por el Estado, o bien desde la solidaridad familiar es “la falta
de trabajo”.
En numerosas oportunidades he señalado la necesidad que
“el trabajo sea digno”; no es digno trabajar 10 horas por día, y
cobrar 70 o 100 pesos como es habitual en muchos sectores
de la sociedad. No es digno que se trabaje en negro con la
fragilidad de no saber si continuará trabajando en las próxi-
mas semanas. La verdadera equidad social se da con el
trabajo digno. Esto signiica poder trabajar y ganar con las
propias manos y esfuerzo el pan de cada día, y el poder pro-
yectar con esperanza el futuro personal y familiar, sobre todo
el de nuestros jóvenes que son especialmente víctimas de
esta precariedad laboral, exclusión, y consumismo. En esta
relexión de cuaresma pido que todos los cristianos hagamos
un examen de conciencia sobre este lagelo social, pero so-
bre todo pido este examen de conciencia a los cristianos que
son empresarios, comerciantes, políticos y sindicalistas que
revisen si la Fe que reciben como un Don de Dios los com-
promete con tantos hermanos que tienen diversas formas de
exclusión y precariedad.
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e- La Colecta curesmal del 1%. Quiero recordar en esta
carta cuaresmal, el gesto que anualmente realizamos en
nuestra Diócesis con la colecta llamada “del 1%”, que este
año se realizará el próximo 9 y 10 de marzo. Este gesto de
aportar el 1 % del total de nuestros ingresos como una cifra
orientadora, sólo tiene validez si es fruto de nuestra conver-
sión a Dios, y nuestro deseo de Amarlo a “Él” y a “nuestros
hermanos”, como a nosotros mismos. Esta ofrenda será un
aporte con el que podremos ayudar a hermanos necesitados
en el tema de viviendas, techos, ranchos y letrinas. Con esto
no solucionaremos seguramente el problema de la vivienda,
pero como Diócesis realizaremos un gesto concreto de cari-
dad y justicia. Quiero subrayar aquello que el Papa Benedic-
to relexiona para esta cuaresma sobre las obras de caridad:
“estas no son principalmente fruto del esfuerzo humano, del
cual gloriarse, sino que nacen de la fe y brotan de la gracia
que Dios concede abundantemente. Una fe sin obras es como
un árbol sin Frutos: estas dos virtudes (la fe y la caridad) se
necesitan recíprocamente”.
4. CONCLUSIÓN
En este año de la Fe buscamos caminos para suplicar a Dios
que nos siga regalando este “Don”, y que nos comprometa a
vivir la fe desde que nos levantamos hasta que nos dormimos,
en nuestras familias, en nuestros trabajos, con los amigos, en
los sufrimientos y en las alegrías.
El tiempo cuaresmal nos ayudará a revisarnos desde el amor
que Dios nos tiene, con la certeza que si volvemos a “Él”, nos
recibirá con un abrazo de Padre, como al hijo pródigo. Abra-
zados por su amor somos plenos, y podemos ser testigos de
la Pascua y la Esperanza.
Les envío un saludo cercano como Padre y Pastor
Miércoles de Ceniza, 13 de febrero de 2013
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DIÓCESIS DE POSADAS
MISIONES ARGENTINA
2013