Encuentros con la Palabra
Primer Domingo de Cuaresma – Ciclo C (Lucas 4, 1-13)
(...) El Espíritu Santo lo llevó al desierto
Hermann Rodríguez Osorio, S.J.*
A nadie se le ocurre que una foto de una persona pueda equipararse a esa misma persona de carne y
hueso. La foto nos muestra un momento fijo, quito, inmóvil de esa persona. Incluso, si la foto queda
movida nos parece que quedó mala. Sabemos que la foto no es la persona, porque no está, como la
vida misma, en movimiento. Sin embargo, a través de ella podemos conocer algunos rasgos de esa
persona. Evidentemente, estos rasgos no son toda la persona, pero sí nos dan algunas pistas para
saber cómo es. Incluso, sirviéndonos de la foto, podríamos llegar a reconocerla.
El texto evangélico de las tentaciones que nos presenta hoy san Lucas, es como una foto; inmóvil,
quieta, fija, pero reveladora de un aspecto muy importante de la vida de Jesús. Nos muestra algunos
rasgos de su rostro humano y divino, aunque no logra comunicarnos el movimiento de la vida real de
Jesús de Nazaret, con respecto a las tentaciones. En general hay acuerdo entre los estudiosos de la
Biblia que los pasajes evangélicos que hablan de las tentaciones, no se refieren a un momento aislado
y separado de la existencia de Jesús. Se trata más bien de mostrar que Jesús sintió la experiencia de
la tentación, compartiendo con esto nuestra condición humana, desde que tuvo conciencia, hasta el
momento definitivo de su muerte en la cruz.
Niko Kazantzakis, novelista griego, escribió hace algunos años un libro que tituló La última tentación ,
novela que fue llevada a la pantalla en 1988 por el famoso director cinematográfico, Martín Scorsese,
con el título de La última tentación de Cristo . Tanto la novela, como la película, muy polémica, por
cierto, presentan a Jesús siendo tentado a lo largo de toda su vida, haciendo énfasis en la última
tentación, que propiamente no fue casarse con María Magdalena, como casi todo el mundo interpreta
de una manera superficial, sino negarse a morir en la cruz. En este sentido, podemos decir que la
oración en el huerto de Getsemaní, tal como nos la presentan los evangelistas, fue un momento
crucial de tentaci￳n, casi a las puertas de su pasi￳n: “Padre mío, para ti todo es posible: líbrame de
este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu” (Marcos 14, 36). Por
otra parte, no podemos negar que algunas de las Siete Palabras que Jesús pronunció desde la cruz y
que recordamos de manara particular en la Semana Santa, son reflejo de esta realidad que atravesó
toda su vida. Es lo que el mismo Lucas expresa al final de este pasaje con esta afirmaci￳n: “Cuando
ya el diablo no encontr￳ otra forma de poner a prueba a Jesús, se alej￳ de él por algún tiempo”.
Todo esto significa que Jesús fue tentado muchas veces y de muy diversas formas; san Lucas nos
presenta aquí los deseos de aprovechar sus capacidades para su propio beneficio: “Si de veras eres
Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan”; deseos de tener poder: “Yo te daré todo
este poder y la grandeza de estos países. Porque yo lo he recibido, y se lo daré al que quiera dárselo.
Si te arrodillas y me adoras, todo será tuyo”; y, por último, deseos de tener fama, haciendo cosas
espectaculares para llamar la atención: “Si de veras eres Hijo de Dios, tírate abajo desde aquí; porque
la Escritura dice: ‘Dios mandará que sus ángeles te cuiden y te protejan. Te levantarán con sus
manos, para que no tropiece con piedra alguna”.
Llama la atención el uso que hace Jesús de la Escritura para defenderse de la tentación; tanto es
así, que el tentador recurre a la autoridad del Salmo 91 (versículo 12) para presentar la última
tentación de esta serie. Pero Jesús vuelve a defenderse citando otro texto de la misma Escritura:
“No pongas a prueba al Se￱or tu Dios” (Deuteronomio 6, 16). Nuestra vida, como la de Jesús, no
es una fotografía. Las tentaciones del egoísmo, del poder y de la fama, están siempre presentes,
para no señalar sino las que aparecen aquí mencionadas. El Señor nos invita a recurrir a su
Palabra para contrarrestar la fuerza del mal en nuestro interior. Sabiendo, por lo demás, que se
trata de una realidad que no ocupa solo un momento de nuestra vida, sino que la atraviesa de
principio a fin.
* Sacerdote jesuita, Decano académico de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Javeriana – Bogotá
Si quieres recibir semanalmente estos “Encuentros con la Palabra ”,
puedes escribir a herosj@hotmail.com pidiendo que te incluyan en este grupo.