Domingo I de Cuaresma del ciclo C.
Vivamos como deben hacerlo los hijos de Dios.
Ejercicio de lectio divina de LC. 4, 1-13.
1. Oración inicial.
Todos los años, el Domingo I de Cuaresma, recordamos cómo fue tentado
Nuestro Señor, en el desierto. Jesús no estaba solo en el desierto, así pues, Nuestro
Salvador, se dejaba conducir, por el Espíritu Santo.
Pidámosle al Espíritu Santo que se nos manifieste, y esforcémonos para dejarnos
conducir por El siempre, especialmente, en aquellas ocasiones, en que nuestra
voluntad y nuestra razón, se revelan contra el amor y el conocimiento divinos.
Las tentaciones de Jesús en el desierto, se prolongaron durante cuarenta días.
Oremos pidiéndole a Dios la paciencia necesaria, para no sucumbir bajo la
desesperación, cuando nuestras dificultades se prolongan durante mucho tiempo,
porque no podemos resolverlas, por nuestros propios medios. En tales casos,
confiémonos a la Providencia, de Nuestro Padre y Dios.
Jesús fue tentado por el diablo. Descubramos todo lo que nos tienta a
considerarnos superiores a Dios, y a pensar solo en satisfacer el deseo de bienes y
placeres, aun en perjuicio de las relaciones que mantenemos con nuestros
prójimos, y del servicio a Dios en sus hijos.
Oremos pensando que, para ser plenamente felices, no nos bastan el dinero ni los
bienes materiales, porque Dios nos ha creado para amar, y para ser amados.
¿Qué somos capaces de hacer para sentirnos poderosos? ¿Actuaríamos en
perjuicio de quienes son más débiles que nosotros para tener una mejor posición
social? Oremos para que los falsos dioses de este mundo no nos hagan perder la fe
en el Dios verdadero, y para que el deseo de dinero, de bienes materiales y de
disfrutar de los placeres, no nos impida servir a Dios en sus hijos.
Cuando el demonio vio que le era imposible seducir a Jesús, se marchó,
esperando seguir acosándolo en otra ocasión, en que lo encontrara más vulnerable
a sus proposiciones. Oremos pensando que no debemos dejar de estudiar la
Palabra de Dios, ni de aplicar lo que aprendemos por medio de la misma, ni de
orar, con tal de que nuestra fe no se debilite, y acabe extinguiéndose de nuestros
corazones.
Oremos:
Espíritu Santo, amor que vinculas al Padre y al Hijo, y junto a ellos a todos los
que os aceptan como un solo Dios verdadero; ayúdanos a vencer la tentación de
ser poderosos, y a cambiar la misma, por el deseo de servirte, en los pobres,
enfermos y desamparados, a quienes deseas santificar.
Ayúdanos a vencer la tentación del prestigio, cambiándola por el deseo de hacer
que la humanidad te acepte, te comprenda y te ame, al ver las obras que
realizamos.
Ayúdanos a superar la tentación de la riqueza material, cambiándola por el deseo
de amar y ser amados, pues esa es la verdadera riqueza, a la que debemos aspirar,
los seguidores de Jesús.
Ayúdanos a no ambicionar los bienes que no son imprescindibles para el
crecimiento de nuestra fe, a fin de que podamos eliminar algunos de los obstáculos,
que nos impiden crecer espiritualmente.
Enséñanos a ayunar de sentimientos de rechazo a nuestros prójimos los
hombres, para que aprendamos a aceptarlos con sus virtudes y defectos, y a
amarlos, pues nosotros no somos plenamente perfectos, como para actuar como si
fuéramos jueces de los demás.
Ayúdanos a comprender todo lo que nos quieres revelar mediante la Biblia y los
predicadores inspirados, para que cada día deseemos más vivir en tu Reino de paz
y amor.
2. Leemos atentamente LC. 4, 1-13, intentando abarcar el mensaje que San
Lucas nos transmite en el citado pasaje de su Evangelio.
"El Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado
Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 1-13
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y, durante
cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el
diablo.
Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre.
Entonces el diablo le dijo:
—«Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le
contestó:
—«Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre".»
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del
mundo y le dijo:
—«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo
doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.»
Jesús le contestó:
—«Está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto".» Entonces lo
llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: —«Si eres Hijo de Dios,
tírate de aquí abajo, porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de
ti", y también: "Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las
piedras".»
Jesús le contestó:
—«Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión".
2-1. Permanecemos en silencio unos minutos, para comprobar si hemos
asimilado el pasaje bíblico que estamos considerando.
2-2. Repetimos la lectura del texto dos o tres veces, hasta que podamos
asimilarlo, en conformidad con nuestras posibilidades de retener, si no todo el
texto, las frases más relevantes del mismo.
3. Meditación de LC. 4, 1-13.
3-1. Jesús tiene el corazón lleno del poder y del amor del Espíritu Santo.
"Jesús, lleno de Espíritu Santo, se volvió del Jordán y era conducido por el
Espíritu en el desierto" (LC. 4, 1).
Jesús tiene el corazón lleno del poder y del amor del Espíritu Santo. Este hecho
significa que Jesús no caminó por el mundo sin rumbo. Nuestro Señor siempre supo
lo que tenía que hacer, y jamás actuó, ni de espaldas a Dios, ni en contra de los
hombres. El Espíritu Santo lo ungió cuando fue bautizado como Rey, Profeta y
Sacerdote, y cumplió perfectamente su misión, porque es perfecto Dios, y perfecto
Hombre.
¿Sentimos que el Espíritu Santo está presente en nuestra vida?
¿Actuamos bajo los impulsos del Espíritu Santo?
3-2. El Espíritu Santo condujo a Jesús a través del desierto.
San Lucas nos dice que, después de que aconteció su bautismo, Jesús no anduvo
conducido por el Espíritu Santo recorriendo un camino de rosas, sino a través del
desierto. Recordemos que, en la Biblia, la Palabra desierto, describe las pruebas
que debemos superar, con tal de que se nos fortalezca la fe. Jesús, no usó su poder
divino en su beneficio, pues solo lo utilizó, para solventar las carencias de los
hombres. Dado que Nuestro Señor se hizo Hombre, y no se sirvió de su poder
divino para evitarse el sufrimiento, tuvo que sobrevivir al mismo, y fue afectado
más que nosotros, pues, al ser plenamente perfecto, sintió el peso de la
imperfección, más de lo que lo padecemos nosotros.
Dado que vivimos en un mundo en que anhelamos el poder, la riqueza y el
prestigio, podemos ser propensos a pensar que, si el Espíritu Santo se manifiesta
en nuestra vida, no debe hacerlo de cualquier manera, sino, haciéndonos
plenamente felices, al cumplir todos nuestros deseos, y al evitarnos el sufrimiento.
A pesar de esta creencia errónea, el Espíritu Santo nos conduce a través del
desierto, de la misma manera que condujo a Jesús, a través de la vivencia del
sufrimiento. Tengamos presente que Dios no nos hará felices a nuestro modo, sino
a su manera, y que, Nuestro Santo Padre, tiene una manera diferente de actuar, a
la nuestra.
Obviamente, el Espíritu puede manifestarse en nuestra vida, cuando nos
sentimos felices, dado que, la consecución de la felicidad en presencia de dios, fue
la razón, por la que, Nuestro Santo Padre, nos llamó a la existencia. Si Dios se vale
del sufrimiento que nos producimos -o nos provocan otras personas- para
purificarnos y santificarnos, ello acontece porque, Nuestro Padre celestial, sabe de
antemano, que, a través de la vivencia del dolor, nuestro corazón se abrirá a El, y
le dejaremos sanar nuestras imperfecciones. Os confieso que yo creí hace años que
Dios nos castiga, pero, con el paso del tiempo, conforme he estudiado la Biblia, he
comprendido que, tal creencia, es incierta.
3-3. Examinemos las tentaciones que debemos superar.
Recordemos que las tentaciones por sí mismas no son pecados. Nuestra mente
concibe pensamientos que debemos analizar antes de convertirlos en obras. Por
otra parte, también debemos analizar lo que nos ofrece el mundo, antes de
aceptarlo o rechazarlo. Actuar en conformidad con lo que se nos ofrece por medio
de las tentaciones, es contrario, al cumplimiento de la voluntad de dios.
Asegurémonos de evitar las tentaciones que nos induzcan a pecar, y aquellas
otras que sean producidas por la insensatez.
Examinemos las tentaciones que tenemos, con tal de descubrir si no las
superamos, porque las mismas conllevan pecados que no hemos confesado, ora
porque los hemos olvidado, ora porque nos avergonzamos, de comunicárselos, a
Nuestro Padre celestial.
Si somos víctimas de algunas tentaciones muy frecuentemente, ello puede
deberse a que no hemos tomado las medidas adecuadas para vencer una
inclinación tendente al pecado, y, por tanto, ello puede inducirnos a alejarnos de
Dios, y de sus hijos, los hombres.
Tengamos cuidado a la hora de luchar contra las tentaciones. Si olvidamos que
valemos el precio de la Sangre de Nuestro Salvador, y nos empeñamos en creer
que no merecemos ser perdonados porque somos pecadores, corremos el riesgo de
enfermarnos mentalmente. Si la lucha contra las tentaciones nos debilita en lugar
de enriquecernos espiritualmente, podemos decir que carece de valor.
En la lucha contra las tentaciones, debemos pensar que no podemos ser
vencedores por nuestros propios medios. En este terreno, el fracaso significa que
no hemos peleado lo suficiente, y que tenemos poca fe, lo cual significa, que aún no
hemos aprendido a confiar en Dios. Si cuanto más fallamos, más tercos somos a la
hora de defender nuestra fe, cuando menos lo esperemos, Dios nos habrá ayudado
a vencer algunos de nuestros defectos, y ello nos servirá, no solo para tener más
fe, sino para vencer otras dificultades, aún mayores, que las que superamos
anteriormente.
Existen diferentes maneras de solucionar los problemas. Busquemos los medios
adecuados para vencer nuestras tentaciones. A modo de ejemplo, no podemos
recorrer un kilómetro en bicicleta, en el mismo tiempo que lo recorremos a pie. La
lucha contra las tentaciones, no solo prueba nuestra fe, sino todas las habilidades
mentales, que el Señor, Nuestro Dios, nos ha concedido, por medio del Espíritu
Santo.
Si `pensamos que la lucha contra el pecado solo nos aporta sufrimiento,
difícilmente podremos superarla sin sufrir más de lo necesario, pero, si la vemos
como un desafío, no dejará de aportarnos experiencias de crecimiento, y la
superaremos, más pronto de lo que pensamos, que podremos hacerlo.
Si somos afectados por situaciones dolorosas en las que no descubrimos que
tengamos que pedirle al Espíritu Santo que nos ayude a modificar nuestra conducta
para superarlas mejor y así ser más perfeccionados, pidámosle a dios que nos
ayude a superarlas, ya que ello no es posible para nosotros, valiéndonos de
nuestros medios humanos e imperfectos.
A la hora de superar las tentaciones, tengamos cuidado de caminar bajo los
impulsos del Espíritu Santo, pues podemos confundir la voz de dios con el deseo de
hacer las cosas a nuestra manera, lo cual puede hacernos fracasar
estrepitosamente, en nuestra lucha contra la imperfección, de que somos víctimas.
3-4. Las tentaciones pueden sobrevenirnos cuando menos las esperamos.
Gracias a Dios, no todos los años de nuestra vida, tienen que estar
caracterizados, por el sufrimiento. De la misma manera que, cuando Jesús venció
los tres ataques del demonio, Satanás se retiró de el, y quedó a la espera de verlo
debilitado, para intentar convertirlo en su víctima nuevamente, para asegurarse de
que no volvería a fracasar, las tentaciones pueden sobrevenirnos, cuando menos
las esperamos. Los cristianos, al vivir enfrentando el mal constantemente, no
podemos cometer el error de que las tentaciones nos sorprendan, estando
desprevenidos. en este terreno podemos ser como los alcohólicos y drogadictos
que, cuando están siendo tratados para superar sus adicciones, recaen en las
mismas con tal fuerza, que, en algunas de tales ocasiones, los familiares de algunos
de los tales, llegan a creer, que no las van a superar.
3-5. El mal nos envuelve cuando nos sentimos más frágiles para superarlo.
Jesús no fue tentado cuando tuvo la experiencia de su bautismo, ni viviendo
entre la alta esfera social de Palestina, ni teniendo una experiencia mística en el
Templo de Jerusalén. Jesús fue tentado en el desierto, donde el sol durante el día
abrasa, y, el fuerte frío nocturno, da la impresión de que paraliza los huesos.
Añadámosle a esa situación el hecho de que Jesús pasó los cuarenta días de su
experiencia sin comer, lo cual extremó su situación, pues estaba en un grave
estado de vulnerabilidad. Jesús estaba cansado por causa de la prolongación de su
estado, y se sentía humanamente desamparado. En tales circunstancias, el
demonio encuentra las oportunidades que siempre está aguardando, para lanzarnos
sus dardos envenenados.
Imaginémonos con Jesús en el desierto, sin tener acceso a nuestras comodidades
actuales, sin el apoyo de nuestros familiares y amigos, siendo víctimas del calor, el
frío y el hambre, y sin más compañía que la del Dios que no parece dar señales de
su existencia, porque tarda demasiado tiempo en resolver nuestros problemas o en
ayudarnos a soportarlos, según nuestro punto de vista, el cual no es el suyo, en
muchas ocasiones.
Si al demonio le gusta tentarnos cuando somos vulnerables, también puede
atacarnos cuando el orgullo nos hace dejar de estar atentos a la lucha en que
vivimos nuestro crecimiento espiritual, y nos hace tendentes a despreciar a dios, y
a considerarnos superiores a los hombres.
3-6. ¿Por qué fue necesario para nosotros que Jesús fuera tentado?
"Durante cuarenta días, tentado por el diablo. No comió nada en aquellos días y,
al cabo de ellos, sintió hambre" (LC. 4, 2).
Dado que somos imperfectos, la tentación caracteriza nuestra vida, porque
siempre estamos tomando decisiones, y debemos afrontar la posibilidad de actuar
acertadamente, y el riesgo de fallar estrepitosamente. Dado que Jesús se hizo igual
a nosotros, tuvo que enfrentar las tentaciones características de los hombres, con
el fin de conocer nuestros sentimientos, y los diversos estados que
experimentamos, a lo largo de los años que vivimos. En la Biblia se nos informa de
que Jesús fue igual a nosotros en todo, exceptuando el hecho de que jamás pecó,
para demostrarnos que, cuanto más grande sea nuestra fe, más fácil nos será
permanecerle fieles a Nuestro Santo Padre, independientemente de las dificultades,
que tengamos que solventar.
Jesús tuvo que corregir el mal que hicieron Adán y Eva, cuando desobedecieron a
Nuestro Santo Padre. Jesús no solo nos redimió por medio de su Pasión, muerte y
Resurrección, pues también nos abrió la puerta del cielo, corrigiendo el mal que
hemos hecho, para demostrarnos que nos es posible, serle fieles a Nuestro Santo
Padre, pues ello depende, de la grandeza de nuestra fe, pues, cuanto más creemos
en Dios, más nos ponemos a disposición del espíritu Santo, para que nos purifique,
y nos santifique.
3-7. Jesús sintió hambre en el desierto.
San Lucas nos dice que Jesús, a lo largo de los cuarenta días en que fue tentado,
sintió hambre. Para nosotros, la superación de las tentaciones, no siempre es fácil.
En la lucha de la superación personal, somos tendentes a cansarnos, y a sentir que
no podemos hacer lo que debemos, e incluso abandonamos la lucha, pensando que
no nos es necesario superar tantos problemas, ora porque dios nos olvida y no nos
ayuda, ora porque pensamos que somos inútiles, y que por ello, ninguno de los
esfuerzos que hagamos para vencer las tentaciones, puede ser útil, porque nunca
conseguimos lo que deseamos.
3-8. La tentación del poder.
"Entonces el diablo le dijo: "Si eres Hijo de dios, di a esta piedra que se convierta
en pan"" (LC. 4, 3).
3-8-1. Estemos atentos a las razones que nos mueven a realizar determinadas
obras.
Existen ocasiones en que las obras que queremos hacer no son malas, pero sí
pueden ser pecaminosas, las razones que nos impulsen a realizar las mismas. Si
Jesús hubiera convertido piedras en panes, hubiera podido acabar con el hambre
existente en el mundo. A pesar de ello, tal obra hubiera sido pecaminosa, porque
Jesús no la habría llevado a cabo para alabar a Nuestro Padre celestial, sino para
glorificarse a Sí mismo. Por otra parte, la citada obra no hubiera remediado
definitivamente el hambre de la humanidad, ni hubiera solventado los problemas
que nos aíslan de nuestros prójimos. Es verdad que la Iglesia no puede
considerarse cristiana si no les llena el estómago a quienes no pueden ganarse el
pan por sus propios medios, pero, si Jesús nos dice que hay que evangelizar a los
pobres antes de darles de comer, debe tener en mente más bienes para los tales, a
demás de los alimentos que se les debe ofrecer.
3-8-2. La tentación de obtener beneficios a corto plazo torciendo el significado de
la Palabra de Dios.
Mientras que Jesús quería redimir a la humanidad obrando a largo plazo en
conformidad con el tiempo que los hombres tardaran en dejarse purificar y
santificar, el demonio quería que se glorificara a Sí mismo, logrando la sumisión de
los hombres que quisieran servirse de El, a corto plazo. Jesús no quiere que lo
amemos en atención a los milagros que puede hacer, sino por lo que representa
para nosotros.
Recordemos que en la vida todo ha de ser hecho a su tiempo. No pretendamos
hacer el bien cuando la intención con que actuamos contradice la voluntad de Dios.
Pensemos en los jóvenes que tienen mucho dinero en sus manos, y, en vez de
aprovecharlo adecuadamente, lo malgastan en vicios, y se impiden progresar en
todos los terrenos, y, cuando se percatan de su situación, sienten que no la pueden
superar. El dinero por sí mismo no es malo, pero sí puede ser incorrecto, el uso que
hagamos de él.
Antes de hacer una buena obra, pensemos si la misma nos es inspirada por el
Espíritu Santo, o si el mal penetra nuestro corazón, con tal de impedirnos que
seamos plenamente felices, tanto al perjudicarnos, como al impedir la superación
que caracteriza, el crecimiento personal, de nuestros prójimos.
3-9. Evitemos actuar al margen de Dios.
"Jesús le respondió: "Está escrito: No sólo de pan vive el hombre"" (LC. 4, 4).
Jesús no solo fue tentado cuando se sentía debilitado, pues el demonio aprovechó
el hecho de que el Señor es el Dios todopoderoso, para hacerle utilizar todos sus
medios, para que se ensalzara a Sí mismo, y despreciara a Nuestro Santo Padre.
Satanás quiso que Jesús utilizara su poder para ganarse la adhesión de los
hombres, ignorando el cumplimiento de la misión que caracterizó su vida.
Nosotros también podemos ser tentados en el terreno en que podemos tener la
posibilidad de destacar, aunque para ello tengamos que aplastar literalmente, a
quienes son más débiles. Si queremos alcanzar la plenitud de la felicidad al margen
de Dios, además de fracasar, podemos terminar siendo soberbios y excesivamente
independientes. Tenemos medios para hallar algo de felicidad, pero no podemos
alcanzar la dicha plena sin contar con Dios. Creamos que todos los medios que
tenemos para superarnos a nosotros mismos nos han sido concedidos por Dios,
para no creer que no necesitamos a Nuestro Santo Padre. Quienes no necesitan a
Dios, no aspiran a la dicha que nos ayuda a superar situaciones adversas, que solo
pueden ser soportadas, teniendo una gran fe en Dios.
Jesús nos dice que no sólo de pan vive el hombre, y nosotros nos obstinamos
pensando que, para ser felices, solo necesitamos alimentarnos, tener mucho dinero,
conseguir relaciones que podamos manipular a placer, y muchos bienes materiales.
A veces hasta los mismos cristianos ignoramos el hecho de que, según nos dice San
Mateo en el relato paralelo del Evangelio que estamos meditando, "está escrito: No
sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de dios" (CF.
MT. 4, 4).
3-10. ¿Salvarán al mundo el poder, la riqueza y el prestigio, o la Pasión, la
muerte y la Resurrección de Jesús?
"Llevándole luego a una altura le mostró en un instante todos los reinos de la
tierra y le dijo el diablo: "Te daré todo el poder y la gloria de estos reinos, porque
me la han entregado a mí y yo se la doy a quien quiero. Si, pues, me adoras, toda
será tuya" (LC. 4, 5-7).
Dado que no existe en Israel ningún monte desde el que se vea todo el país, ni
mucho menos, un monte desde el que se pueda ver todo el planeta, debemos
comprender que, el pasaje de las tentaciones de Jesús, es simbólico, y de carácter
místico.
Nos llama la atención el hecho de que el demonio afirmara que le habían sido
dado todos los reinos de la tierra. ¿Quién podría haberle dado al demonio todos los
reinos de la tierra? Nuestro Santo Padre. ¿Le dio Dios la tierra a Satanás? Ello no
sucedió, pero el tentador era astuto, y, como sabía que Jesús se sentía bastante
vulnerable por el hambre, las condiciones climáticas, y el desamparo, intentó
convencerlo de que no le merecía la pena servir al Padre, porque El hizo dueño del
mundo a su mayor enemigo, ya que no le importaba la redención, ni la destrucción,
de la humanidad.
¿Hemos tenido alguna vez la tentación de que todo en la vida nos ha salido mal,
y de que somos unos fracasados irremediables?
Dado que Jesús venció la tentación del poder, el demonio lo tentó con la riqueza,
diciéndole: "Si no tienes riquezas, no eres nadie, pero, si tienes mucho dinero y
abundancia de bienes, podrás ser muy poderoso".
Si Jesús hubiera adorado al demonio, en vez de haber conseguido adueñarse del
mundo, para solventar las carencias de los hombres, hubiera traicionado a Nuestro
Santo Padre, al dejarse engañar por Satanás, el cual, al no ser dueño del mundo,
no habría podido darle nada.
Muchos son los que sucumben al efecto de los vicios, porque los tales, a corto
plazo, les impiden pensar en sus problemas, pero, cuando se percatan del efecto de
dichos vicios, se dan cuenta de que han destruido sus vidas, y se sienten sin
fuerzas para superarse a sí mismos.
Supongamos que Jesús hubiera adorado al diablo, y que por ello hubiera
conseguido solventar todas las carencias de la humanidad, temporalmente. En tal
caso, los hombres hubieran ingeniado nuevas formas de hacer el mal y de
despreciarse, porque la abundancia de bienes no puede concedernos la salvación,
ya que el amor salva, el odio destruye, y la finalidad de los bienes materiales, es
temporal, porque los mismos tienen su utilidad en este mundo.
3-11. No adoremos a los dioses falsos.
"Jesús le respondió: "Está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él darás
culto" (LC. 4, 8).
No podemos prescindir del dinero ni de algunos bienes materiales, porque los
mismos nos son necesarios, pero, tal necesidad, no significa, que debemos hacer
de los mismos, dioses a los que tengamos la tentación de adorar. Los cristianos
tenemos la responsabilidad de no adorar las riquezas ni los placeres, para que no
seamos separados de Dios, no por El, sino por nuestro deseo de dejar que la fe que
tenemos se extinga de nuestros corazones, por no querer cultivarla.
3-12. La tentación del prestigio.
"Le llevó después a Jerusalén, le puso sobre el alero del Templo y le dijo: "Si eres
Hijo de Dios, tírate de aquí abajo" (LC. 4, 9).
Ya que Jesús rechazó las tentaciones del poder y de la riqueza, el demonio le
ofreció la posibilidad de ser muy famoso, intentando hacerle creer que, si hacía
grandes milagros, la gente le seguiría. Jesús rechazó tal tentación, porque quería
ser seguido por amor al dios Uno y Trino, y no por el deseo de contemplar grandes
milagros. A pesar de ello, Jesús fue seguido por mucha gente durante los años que
se prolongó su Ministerio público, porque querían ver, los signos que realizaba.
3-13. No intentemos tentar a Dios.
"Porque está escrito: A sus ángeles te encomendará para que te guarden. Y: en
sus manos te llevarán para que no tropiece tu pie en piedra alguna" (LC. 4, 10-11).
Mientras que el texto del Salmo 91 que el demonio utilizó para que Jesús diera un
espectáculo tiene la pretensión de recordarnos que dios protege a los que le aman,
el demonio quería hacer que el Señor se valiera del citado pasaje de las Escrituras,
para realizar una inverosímil demostración sensacionalista. Este hecho nos recuerda
que debemos ser conocedores de la Palabra de Dios, con tal de aplicar la misma a
nuestra vida sabiamente. De nada nos sirve memorizar muchos versículos de la
Biblia, si no sabemos aplicar los mismos, a nuestras circunstancias vitales. Ello es
como leer un libro de Psicología en que se nos explica cómo debemos superar la
tristeza, y no encontrar el modo de aplicar el citado mensaje a nuestra vida.
¿Podremos tentar a Dios, teniendo en cuenta que su perfección nos supera?
"Jesús le respondió: "Está dicho: No tentarás al Señor tu dios" (LC. 4, 12).
3-14. Veamos un ejemplo de cómo actúa dios.
Quizás nos preguntamos por qué Dios no soluciona los grandes problemas del
mundo con una varita mágica, y, como no sabemos contestar esta pregunta,
llegamos a la conclusión, de que Nuestro Santo Padre, o nos ha desamparado, o no
existe. Antes de juzgar a Dios, deberíamos proponernos conocerlo.
Veamos un ejemplo de cómo actúa Dios. Los padres están muy atentos a sus
hijos pequeños, así pues, aunque les advierten de que se cuiden para no caerse con
tal de que no se hagan ni una herida insignificante, vigilan casi todos sus pasos,
para asegurarse de que no les va a suceder nada. Dios no actúa así con nosotros,
porque somos adultos, y nos ha dotado de la libertad que necesitamos, ora para
serle fieles, ora para despreciarlo, con todas las consecuencias que ello implica,
tanto para El, que puede ser víctima de nuestro abandono, como para nosotros,
que, si no lo aceptamos, nos privamos de alcanzar, la plenitud de la felicidad, así
pues, Dios puede decirme a través de su Palabra, -por ejemplo-, que no haga que
se tensen mis relaciones con alguien con quien no me llevo bien, dado que, ello,
además de ser pecaminoso, no es conveniente, pero está en mis manos la
posibilidad de obedecerlo, y la opción de ignorarlo.
3-15. El demonio nos acecha constantemente.
"Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta el tiempo propicio" (LC. 4,
13).
Existe la posibilidad de que el relato de las tentaciones no sea real, pues puede
tratarse de un resumen del Ministerio público de Jesús, quien siempre estuvo
rechazando la triple tentación del poder, la riqueza y el prestigio, las tres cosas
que, si hubieran estado a su alcance, le hubieran hecho conseguir muchos
seguidores, hubieran evitado su gran fracaso, y le hubieran impedido morir
crucificado. Recordemos que dios no actúa como lo hacemos nosotros, pues tiene
su propia manera de pensar y actuar, así pues, lo que para nosotros carece de toda
lógica, para El es indispensable, para que podamos crecer, espiritualmente.
Para comprender que el Ministerio de Jesús no fue un fracaso, y que a Nuestro
Redentor le mereció la pena vivir según el querer de Nuestro Santo Padre, tenemos
que examinar el Evangelio que estamos considerando, desde el punto de vista de
quienes, tras el Domingo de Pascua en que el Mesías venció a la muerte, creyeron
que Jesús resucitó de entre los muertos, pues, si el Mesías no está muerto,
indudablemente, podemos pensar que su aparente fracaso terminó en triunfo, y
que le mereció la pena adaptarse al cumplimiento de la voluntad de Nuestro Santo
Padre, quien lo premió, por causa de su fidelidad, la cual fue más fuerte que la
misma muerte.
3-16. Si hacemos este ejercicio de lectio divina en grupos, nos dividimos en
pequeños subgrupos para sacar conclusiones tanto del texto bíblico que hemos
meditado como de la reflexión que hemos hecho del mismo, y, finalmente, los
portavoces de los subgrupos, hacen una puesta en común, de las conclusiones a
que han llegado todos los grupos, tras la cual se hace silencio durante unos
minutos, para que los participantes mediten sobre lo leído y hablado en los grupos,
individualmente.
3-17. Si hacemos este ejercicio individualmente, consideramos el texto
evangélico y la meditación del mismo expuesta en este trabajo en silencio, con el
fin de asimilarlos.
4. Apliquemos la Palabra de Dios expuesta en LC. 4, 1-13 a nuestra vida.
Responde las siguientes preguntas, ayudándote del Evangelio que hemos
meditado, y de la meditación que aparece en el apartado 3 de este trabajo.
3-1.
¿Por qué no se sintió Jesús perdido durante los años que vivió en Israel?
¿Nos sentimos desamparados por dios?
¿Sentimos que el Espíritu Santo está presente en nuestra vida?
¿Actuamos bajo los impulsos del Espíritu Santo?
3-2.
¿Qué significa en la Biblia el desierto?
¿Recordamos alguna experiencia de desierto, tanto personal, como litúrgica?
¿Por qué no utilizó Jesús su poder divino en su beneficio?
¿Por qué le afectó el sufrimiento a Jesús más de lo que puede afectarnos a
nosotros?
¿Por qué podemos caer en el error de creer que si Dios está con nosotros debe
hacernos plenamente felices, y que, en el caso de que suframos, debemos sentirnos
abandonados por Nuestro Padre común?
¿Sentimos que el Espíritu Santo nos conduce a través del desierto, si tenemos
circunstancias difíciles de superar?
¿Por qué no actúa dios como lo hacemos nosotros?
¿Para qué nos creó dios?
¿Nos castiga Nuestro Padre celestial? ¿Por qué?
¿En qué sentido se vale Dios del sufrimiento para beneficiarnos?
3-3.
¿Debemos considerar que las tentaciones son pecados? ¿Por qué?
¿Por qué debemos analizar nuestros pensamientos y lo que nos ofrece el mundo
antes de actuar?
¿Por qué nos cuesta un gran esfuerzo superar algunas tentaciones, y no
superamos otras jamás?
¿Debemos creer que somos pecadores irremisibles, si tenemos las mismas
tentaciones frecuentemente? Razona tu respuesta a esta pregunta.
¿Qué diferencia hay entre actuar humildemente y mortificarnos hasta que la
creencia de que somos inútiles nos impida progresar espiritualmente?
¿Cuál es nuestro valor real a los ojos de dios?
¿Qué debemos pensar si la lucha contra las tentaciones nos debilita en vez de
superarnos?
¿Podemos superar las tentaciones por nuestros medios?
¿Qué significan nuestros fracasos al no superar las tentaciones que debemos
rechazar?
¿Por qué debemos ser tercos al intentar vencer nuestras tentaciones, aunque
sucumbamos a las mismas muchas veces?
¿Qué diferencia existe entre ver la lucha contra las tentaciones como una
pesadilla y pensar que la misma es un desafío cuya superación nos enriquece
espiritualmente y nos dispone a superar desafíos mayores?
3-4.
Explica por qué no podemos dejar de leer la Biblia, ni de practicar lo que
aprendemos en nuestras horas de estudio, ni de orar.
3-5.
¿Por qué somos susceptibles de ser tentados y de ceder a las tentaciones cuando
somos vulnerables y cuando nos sentimos superiores a Dios y a sus hijos los
hombres?
3-6.
¿Para qué se dejó someter Jesús a las tentaciones demoníacas?
¿Fue Jesús igual a nosotros, o se diferenció de los hombres en algún aspecto de
su humanidad?
3-7.
¿Cómo nos afectan la carencia de fe y la falta de ánimo en la lucha contra las
tentaciones?
3-8.
3-8-1.
¿Por qué no nos es lícito hacer obras buenas cuando las razones que nos mueven
a ello son malas?
Describe las ventajas e inconvenientes de que Jesús hubiera exterminado el
hambre del mundo convirtiendo piedras en panes.
3-8-2.
Explica la diferencia existente entre seguir a Jesús con la intención de
beneficiarnos de sus milagros, y hacerlo con la intención de amar a Dios y a sus
hijos los hombres.
¿Qué tenemos que meditar antes de hacer algo en lo que pensamos o que nos es
propuesto por alguien? ¿Por qué?
3-9.
¿Qué pretendió el diablo al tentar a Jesús?
¿Has sido tentado/a en el terreno en que mejor te desenvuelves por el
pensamiento de alcanzar una posición mejor a la que ostentas aprovechándote de
la debilidad de tus familiares, amigos o compañeros de trabajo?
Satanás quiso que Jesús utilizara su poder para ganarse la adhesión de los
hombres, ignorando el cumplimiento de la misión que caracterizó su vida. ¿Tienes
la tentación de vivir al margen de Dios?
¿Qué puede sucedernos al intentar vivir al margen de dios?
¿Por qué no podemos alcanzar la plenitud de la dicha por nuestros medios?
Jesús nos dice en MT. 4, 4, que no sólo de pan vive el hombre, sino de toda
palabra que sale de la boca de Dios. ¿Crees que ello es cierto?
¿Qué cosas pueden ser más importantes para nosotros que la aplicación de la
Palabra de Dios a nuestra vida? ¿Por qué?
3-10.
En el apartado 3-10 del presente trabajo, se nos recuerda cómo el deseo de
riquezas, no es más que un engaño, que nos conduce a buscar la felicidad, al
margen de Dios. Explica en qué sentido son necesarios el dinero y los bienes
materiales, y en qué sentido debemos evitar que los mismos se conviertan en el
centro de nuestra vida.
3-11.
¿Qué nos puede separar de Dios cuando tomamos la decisión de no seguir
cultivando la fe que nos caracteriza?
3-12.
¿Por qué siguió mucha gente a Jesús, y por qué lo seguimos nosotros?
¿Por qué en ciertas ocasiones nos es necesario optar entre seguir a dios, seguir a
los hombres, y seguir nuestras convicciones personales?
3-13.
¿Podemos tentar a dios intentando convencerlo para que haga demostraciones
sensacionalistas de su poder, aprovechándonos de la certeza de que nos ama?
¿Por qué necesitamos conocer la Palabra de dios escrita en la Biblia, y saber
aplicarla a nuestra vida?
3-14.
¿Por qué se limita Dios a advertirnos que no hagamos el mal, y no nos impide
que pequemos, cuando estamos resueltos a incumplir su voluntad?
3-15.
¿Qué le hubiera sucedido a Jesús, si en vez de ser humilde, se hubiera mostrado
como un Mesías poderoso, rico y prestigioso?
¿Por qué quiso Jesús ser humilde, sabiendo que ello tendría la consecuencia de
que sus enemigos lo asesinarían?
¿Por qué debemos examinar el Evangelio que estamos considerando desde la
perspectiva de los primeros cristianos?
5. Lectura recomendada.
Lee y examina los relatos paralelos del Evangelio de hoy, los cuales, son: MT. 4,
1-12, y MC. 1, 12-13.
6. Contemplación.
Contemplemos a Jesús siendo conducido por el Espíritu Santo a través del
desierto. el hecho de que Jesús era conducido por el Espíritu Santo, no significa que
Nuestro Salvador no conoció el sufrimiento, pues sufrió la ocupación de su tierra
por parte de los romanos, sufrió las consecuencias de ser rechazado por los judíos
de alta posición social por no ser rico, y padeció las consecuencias de su Ministerio,
las cuales son conocidas por nosotros.
Contemplemos a Jesús bajo el sol del desierto y soportando el frío nocturno,
pasando hambre, y sin más compañía que la del Dios a quien buscamos cuando
sufrimos, y a veces no lo encontramos, porque lo buscamos en cualquier sitio,
menos en nuestro interior. Tal como le sucedió a Jesús en el desierto, nosotros
también tenemos dificultades, pero, nos diferenciamos de Nuestro Salvador, en que
no evitamos el ruido del mundo, para desnudar nuestra alma ante el Dios que,
aunque nos conoce, quiere que seamos nosotros quienes le confesemos nuestros
pecados y nuestras debilidades, pues no quiere descubrírnoslos, para que no nos
sintamos presionados por El.
Contemplemos a Jesús rechazando la oportunidad de convertir piedras en panes,
para exterminar el hambre del mundo. Jesús nos creó sin contar con nosotros, pero
no quiere salvarnos, sin que aportemos a tal causa, nuestro granito de arena.
Contemplemos a Jesús rechazando la posibilidad de ejercer un gran poder sobre
el mundo, porque no quiere las riquezas de la tierra, sino a Nuestro Santo Padre, y
a nosotros.
Contemplemos a Jesús rechazando la posibilidad de ser muy famoso, porque
estaba seguro de que, sus verdaderos seguidores, no lo amarían en atención a su
poder, sino, por Sí mismo.
7. Hagamos un compromiso que nos impulse a vivir las enseñanzas que hemos
extraído de la Palabra de Dios, expuesta en LC. 4, 1-13.
Pasemos un día de la próxima semana intentando ver a Dios en nuestros
familiares, amigos, compañeros de trabajo, y los religiosos y seglares, de nuestras
parroquias. Tengamos cuidado de incluir en nuestra lista a quienes son
especialmente desagradables.
Escribamos nuestro compromiso para recordarlo constantemente, y, según lo
cumplamos, aumentará nuestro amor a Dios, y a sus hijos los hombres.
8. Oración personal.
Después de hacer unos minutos de silencio, expresamos verbalmente lo que
pensamos, con respecto al texto bíblico que hemos considerado, y a la reflexión del
mismo que hemos hecho.
Ejemplo de oración personal:
Señor Jesús: Cambia mi afán de ser poderoso por el deseo de servirte en mis
prójimos los hombres, mi deseo de tener riquezas materiales por el deseo de amar
y ser amado, y mi deseo de ser prestigioso, por el deseo de que el Dios Uno y
Trino, sea conocido, aceptado y amado por la gente con que me relaciono, por
medio de mis obras, palabras y oraciones.
9. Oración final.
Lee el Salmo 91.
Nota: He utilizado en esta meditación el leccionario de la Misa y la Biblia de
Jerusalén.
José Portillo Pérez espera peticiones, sugerencias y críticas constructivas, en
joseportilloperez@gmail.com