I Domingo de Cuaresma, Ciclo C
Padre Julio Gonzalez Carretti O.C.D
Lecturas bíblicas
a.- Dt. 26, 1-2. 4-10: Profesión de fe del pueblo escogido.
La primera lectura, nos presenta el credo del pueblo judío. Es una síntesis de los
acontecimientos salvíficos que Yahvé hizo por su pueblo. La fórmula, no es una
oración sino una proclamación, es la profesión de fe que el pueblo hacía desde la
época de los Jueces. Tres son los grandes momentos que el creyente recuerda:
Yahvé, guió a los patriarcas, el éxodo y el ingreso en la tierra prometida. Lo que
proclaman estos acontecimientos, es que Dios ha estado siempre presente en ellos
como protagonista y es un pueblo que va trazando su historia, mejor dicho, va
descubriendo su historia. Dios está en medio de esa historia que los hombres
construyen con ÉL, éste es el lugar de su acción. El credo, habla de esta acción,
que acompaña esta misma acción del hombre; de ella aprende el hombre, lo que
sabe de Dios; su ser más profundo, su esencia, queda sumergida en su
trascendencia. Los mismos acontecimientos ponen al hombre como protagonista,
pero al proclamarlos se manifiesta que el supremo protagonista de la historia es
Yahvé. Si bien es cierto que los que ahora proclaman el Credo, no estuvieron
presentes en esos acontecimientos, hablan en primera persona, precisamente por
la identidad que tienen con Dios y con el presente que hunde sus raíces en el
pasado, con la mirada puesta en el futuro. Es la historia de la salvación.
b.- Rm. 10, 5-13: Profesión del que cree en Jesucristo.
El apóstol nos presenta el credo cristiano: confesar a Jesucristo como Señor:
“Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es el Se￱or y crees en tu corazón que
Dios lo resucit￳ de entre los muertos, serás salvo” (v. 9). Inadmisible para los
judíos que un profeta se diera el título de Señor. Para ellos Yahvé debía quedarse
en su trascendencia y los hombres arreglar el mundo. La Encarnación vendría a ser
como una especie de intromisión de Dios en la historia de los hombres. Jesús, como
Hijo de Dios, estorbaba a sus planes, pudiendo combinar una vida religiosa en el
Templo y los negocios de este mundo con la opresión por el pobre, la falta de
justicia y misericordia con el prójimo. No era esa la mística del Éxodo del Israel
pobre y dominado, estrenando libertad en el desierto. Practicaban la discriminación
con el griego o gentil, incluso en el templo, ahora judíos y griegos, están llamados a
servir a un único Se￱or. “Pues todo el que invoque al Se￱or se salvará” (v. 13).
Creer en el corazón, confesarlo con los labios y creer en su resurrección es camino
cierto de salvación.
c.- Lc. 4, 1-13: El Espíritu le iba llevado por el desierto. Y era tentado.
Vemos a Jesús, guiado por el Espíritu, hacia el desierto, donde ayuna y es tentado
por Satanás. En la mentalidad de la época se pensaba que el mundo estaba
dominado por Satanás, mientras que Dios permanece oculto en su trascendencia.
¿Tiene tanto poder Satanás y todos los poderes del mundo están a su servicio? El
Hijo del Hombre, se hace presente en este mundo, el encuentro entre Jesús y el
Diablo es inevitable (cfr. Lc. 2, 22). Las tentaciones se presentan como esclavitudes
a los poderes de este mundo al que está sometido el hombre. El pan, el comer, por
el cual se puede convertir ante Dios, en una garantía de prosperidad material y
económica (vv. 3-4; cfr. Dt.8,3). Pareciera que el Padre se hubiese olvidado de su
Hijo, esa es la sutil tentación de Satanás; un buen padre se preocupa de sus hijos.
Jesús prefiere pasar hambre, antes que desobedecer al Padre. La segunda
tentación se refiere a la política, ambicionar el poder, mandar y ordenar las
estructuras de este mundo, teniendo como aliado los poderes de Satanás, fuente de
todo poder opresor (vv. 5-8; cfr. Dt. 6,13). La adoración, consistiría en adelantar
Jesús, su Hora, convertirse en un Mesías con poder, ejércitos, luchar contra los
enemigos de Israel. Todo un proyecto, pero distinto completamente de la voluntad
del Padre. Sólo el Padre le señalará la Hora al Mesías, Mesías al que nos ha
conducido el Siervo sufriente de Isaías, camino de humildad, del Siervo que toma
sobre sí las culpas de sus hermanos. Finalmente, está la confianza radical en el
poder de los milagros, que nos quisiera liberar del esfuerzo diario, humilde y
personal, fortalecido por la fe en Dios. No vivimos de milagros, sino de fe pura y
desnuda. La tercera tentación consiste en tentar a Dios, es decir, abusar de la
protección prometida, obligando a Yahvé a actuar. El demonio usa la Palabra de
Dios a su favor, no cree en ella, pero quiere saber si se cumple. El Padre debería
recoger por medio de sus ángeles a su Hijo antes de tocar las piedras en su caída.
En el trasfondo es una sola la tentación: su condición de Hijo de Dios le debiera
servir a Jesús para ponerla en clave de poder político, social económico así
convertirse en un gran mesías a gusto de las gentes y del príncipe de este mundo,
Satanás, enemigo de Dios y del hombre. Jesús no se aparta del camino trazado por
el Padre, obedece hasta el fin. El verdadero pan del hombre, es la palabra de Dios,
más que la necesaria comida diaria. El hombre es mucho más que la economía, lo
que hace que alimentada la mente y el corazón del cristiano, pueda compartir lo
que tiene con los más necesitados. El poder del Evangelio de Jesús está en el
servicio que presta a la humanidad, donde hay que conjugar la obediencia al Padre
y el amor al prójimo. No se identifica ni con el poder político o económico. Vida de
fe y amor, esperanza y verdad son los dones que propone para la existencia, el
Evangelio de Jesús al hombre; el que descubre el camino de la salvación puede ser
discípulo de Aquel que venció el mal con el poder de su palabra y su testimonio de
obediencia al Padre. Si bien la tentación es una invitación a la desobediencia,
también es verdad, que para quien no cede, es prueba superada por la fuerza del
amor que crece por la acción del Espíritu Santo en su alma.
Teresa de Jesús, maestra de espirituales sufrió muchas tentaciones por eso
aconseja: “Tengo para mí que quiere el Se￱or dar muchas veces al principio, y
otras a la postre, estos tormentos y otras muchas tentaciones que se ofrecen, para
probar a sus amadores, y saber si podrán beber el cáliz y ayudarle a llevar la cruz,
antes que ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo nos quiere Su
Majestad llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son
de tan gran dignidad las mercedes de después, que quiere por experiencia veamos
antes nuestra miseria, primero que nos las dé, porque no nos acaezca lo que a
Lucifer.” (Vida 11,11).